La mujer que rompió los códigos

Opinión:

"La mujer que rompió los códigos" es un libro de no-ficción que se lee como una novela, ya que Jason Fagone, muy empapado de la amplia documentación que dejó la pareja, consigue que todo quede contado de una manera muy fluida con todos los recursos de un buen narrador.

El libro se centra en reivindicar una figura clave en la I Guerra Mundial, la II Guerra Mundial y la lucha contra los contrabandistas y las mafias durante la ley seca. Ella es el germen de la criptografía moderna, enseñando a descifrar código y montando los equipos de las primeras agencias de inteligencia, descifrando varias versiones de Enigma y contribuyendo a la caída de los nazis tanto o más que Turing.

No obstante, su vida corre paralela a la de su pareja, William, que sí que es más conocido precisamente por los esfuerzos de la propia Elizebeth por mantener vivo su legado. Aunque ella siempre asumió un papel secundario porque no le gustaba estar bajo los focos (y Edgar Hoover se apropió de muchos de sus logros), ambos eran igual de brillantes y ambos hicieron grandes contribuciones en el mundo de la criptografía, de la que son los padres.

La historia de amor de la pareja es preciosa y además tenían una relación maravillosa, con una gran armonía. William siempre reconoció el genio de su esposa e intentó potenciarlo y pregonarlo ante sus conocidos, algo que también pasaba a la inversa y les llevaba a apoyarse mutuamente. El romance de ambos superó todos los obstáculos, incluyendo la distancia y los secretos confidenciales que tenían que guardar en sus estresantes trabajos para distintas ramas del gobierno y que provocaron problemas de salud mental en William.

Conocemos a la pareja desde su estancia en la finca de Fabyan, un excéntrico millonario, autoritario y controlador, que parece un carismático personaje de novela pero que fue una figura real. A partir de ahí, vamos acompañándoles en su vida tanto laboral como profesional, con unos caminos laborales que empiezan juntos, pero que pronto se separan en dos trabajos para distintas ramas del gobierno (él descifrando los códigos japoneses, ella desmontando las redes nazis de Sudamérica), que no pueden compartir con su otra mitad por su naturaleza confidencial.

Descubrimos sus momentos de éxito, la familia que forman, pero también sus momentos más bajos y de mayor estrés, que en el caso de William derivaron en una depresión crónica. Elizebeth le apoyó y acompañó siempre en su lucha contra la enfermedad, aun cuando ella tenía sus propios problemas. Luego, tras ayudar ambos a ganar la II Guerra Mundial a base de descifrar código supuestamente indescifrable, la guerra acabó y la pareja tuvo que volver a adaptarse y preparar su legado para el futuro, fieles y enamorados hasta el final.

En definitiva, es una historia realmente increíble que debería estar más difundida, no solo por el romance, sino por la genialidad de sus protagonistas y su contribución a la criptografía, ciencia de la que también aprendemos algo en este libro. Muy recomendable.

Déborah F. Muñoz