La imagen cautiva
Título: La imagen cautiva
Título Original: (La imagen cautiva, 2024)
Autor: José Luis de Juan
Editorial:
Ediciones del Subsuelo
Colección: Subsuelo Narrativa
Copyright:
© 2024, José Luis de Juan
© 2024, Ediciones del Subsuelo, S.L.U (de esta edición)
ISBN: 9788412657258
Tapa: Blanda
Etiquetas: recuerdos arte filosofía narrativa literatura española novela pintura reflexiones intelectuales Australia Mallorca conversaciones privadas creatividad memoria Corea amistad sobre libros
Nº de páginas: 261
Argumento:
El narrador de "La imagen cautiva" rememora, desde una distante Corea, la conversación que mantuvo con su amigo Ralf, un incomprendido pintor. Este coloquio se desarrolla en una buhardilla repleta de cuadros y libros, donde ambos personajes, que han vivido experiencias paralelas en la isla, rememoran su pasado y desentrañan sus aprendizajes compartidos. Un apunta al óleo que Ralf le regaló al narrador tiempo atrás reaviva ahora recuerdos y conversaciones profundas, dando inicio a una narración de cariz intelectual que entremezcla memoria, ficción y cultura. Esta memoria, centrada en los dos interlocutores, también incluirá el recuerdo de un tercer personaje: Gerald, un prestigioso escritor australiano que inventa carreras de caballos en un garaje. De esta forma, el cauce del discurso memorialístico del narrador será vertebrado por anécdotas y conversaciones protagonizadas por estos dos personajes, de tal forma que la novela se presenta como un fecundo diálogo creativo entre palabra e imagen.
Opinión:
Desde su habitación en Toji (cerca de Wonju, distrito de Gangwon, Corea del Sur), el narrador de "La imagen cautiva" utiliza su excelente memoria visual para evocar palabras, imágenes y personajes de tiempos pretéritos, creando una meditación íntima sobre la vida y el arte. Una conversación en concreto, la que mantuvo con el pintor Ralf en su buhardilla de Mallorca, constituye el hilo vertebrador del relato; no obstante, la memoria del narrador se permite numerosas digresiones y rupturas discursivas, a menudo mediante pasajes casi ensayísticos. A la manera de Proust, el catalizador de la memoria no es otro que un cuadro, un apunte al óleo que Ralf regaló al narrador años atrás, y que ahora reaviva recuerdos y conversaciones profundas, como las interesantísimas críticas estéticas que intercambian ambos personajes.
El boceto en cuestión, titulado "Siesta en Bellver" y pintado en abril de 1979, da pie a pasajes interesantísimos sobre la relevancia de un título ("¿no serán tus títulos una manera de poner música al óleo o a la acuarela, […] que de otro modo podría resultar críptico para el observador que no acaba de 'ver' lo pintado, que no 'le suena', es decir, una guía para tuertos y duros de oído?"), sobre las evocaciones de un paisaje o sobre la interferencia de la experiencia en la interpretación de una obra ("yo no veo ahora el paisaje que veía entonces; mi manera de verlo ha cambiado, quizás por haber contemplado una infinidad de vistas y panoramas, tantos cuadros en cientos de museos, de modo que otro paisaje, por mucho que permanezca en esencia siendo el mismo").
No es mi intención que las citas extraídas de la novela acaparen toda la reseña, pero me han parecido pertinentes para que el lector conozca el tono que José de Luis de Juan ensaya (el verbo es significativo) a lo largo de todo el texto. De hecho, el rigor intelectual y la ambición desmedida que reflejan estas páginas podría emparentarse con las densas novelas de escritores tan reputados -y ahora tan poco leídos- como Juan Benet, Rafael Sánchez Ferlosio o Miguel Espinosa, pues todos ellos participan de una misma tradición que podríamos relacionar con la ficción ensayística de Marcel Proust, de Robert Musil o de Vladimir Nabokov, entre otros autores. De hecho, la existencia de un tercer personaje, un prestigioso escritor australiano que inventa carreras de caballos, aporta un contrapunto intelectual al intercambio entre Ralf y el protagonista, pues numerosos detalles transportan la memoria del narrador a esa Australia exótica en la que termina de triangularse la complejidad del mundo artístico.
En cierto momento de la novela, a propósito de "El hombre sin atributos" de Musil, mientras discuten sobre la calidad de la obra de arte, Ralf anota algunas reflexiones que podrían considerarse como una auténtica declaración de intenciones por parte del autor. Dice: "Una pintura, una novela o una sonata tienen todas ellas una cualidad que hace que no dejen de reproducirse, de 'recommencer'; se imponen como mundos paralelos y nos hacen salir mientras duran, y quizá incluso después, del barro cotidiano". Este mismo cometido podría rastrearse tras las páginas de "La imagen cautiva", una sugerente indagación narrativa en torno a las posibilidades de la creatividad y en torno a los diálogos posibles entre palabras a imágenes.
Darío Luque
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