La hora de Dios en el Nuevo Mundo

Opinión:

Jean Dumont (1923-2001), historiador francés especializado en historia eclesiástica e hispánica, ofrece en esta obra una réplica matizada a la visión maniquea que suele acompañar la narrativa sobre la conquista de América. La solidez de su planteamiento descansa en un meticuloso trabajo filológico sobre fuentes hispánicas, que no desemboca en una "leyenda rosa" ni en una exoneración complaciente, sino en una lectura contextualizada, rigurosa y bien fundamentada.

Se destaca con especial acierto cómo la Corona española, consciente de los abusos iniciales -como la encomienda o la explotación indiscriminada-, articuló una respuesta jurídica mediante los Reales Decretos de Indias y las Leyes de Burgos, distanciándose de forma clara de otras potencias coloniales. Dumont señala que la religiosidad española no funcionó únicamente como instrumento de imposición cultural, sino también como fuerza normativa que exigía un trato humano hacia los indígenas, alentada por movimientos piadosos y la intervención activa de diversas órdenes religiosas.

La claridad expositiva es una de las grandes virtudes del libro: cada argumento se sostiene en datos históricos, textos legales, episodios como la controversia de Valladolid y documentos personales de misioneros. La estructura del volumen -dividida en capítulos breves, casi secciones independientes- contribuye a que su lectura resulte accesible y fluida. Este estilo directo, sin renunciar al rigor académico, permite al lector enfrentarse con serenidad a una reconstrucción historiográfica sólida, sin derivar en polémicas innecesarias.

La reedición de esta obra en 2025 por parte de Ediciones Encuentro cobra especial pertinencia en un contexto saturado de discursos ideológicos sobre el pasado colonial. En tiempos de confrontación simbólica sobre la memoria histórica, el texto invita a una reflexión crítica: sí existieron abusos, pero también una respuesta institucional, jurídica y moral desde el corazón del poder, poco reseñada en las narraciones dominantes.

Uno de los aspectos más valiosos del libro es su revisión de figuras normativas como Bartolomé de las Casas -no siempre bien comprendido y, en ocasiones, más ensalzado de lo que sus propios actos justifican- y su insistencia en el diseño legal que pretendía salvaguardar los derechos de los pueblos originarios. El lector se encuentra aquí con una historiografía renovada, atenta a los matices, que obliga a repensar los conceptos de evangelización, colonización y justicia.

Aunque Dumont no entra en detalles sobre los límites prácticos de esas leyes ni sobre su desigual aplicación en los territorios de ultramar -aspectos que quedan abiertos al juicio del lector crítico-, su obra logra restablecer un equilibrio necesario: entre la leyenda negra y la idealización utópica, este libro traza una senda intelectualmente honesta y sólida.

Rafael Ruiz Pleguezuelos