La casa del placer

Opinión:

La gran virtud de esta novela es su preciso retrato de los últimos días del famoso Paul Gauguin, dominados por los fantasmas de toda una vida que se obstinan en zarandear sus últimos alientos.

Esas presencias cuya forma se define por las obsesiones, las pérdidas, los extrañamientos, las frustraciones, las pasiones, los anhelos, las incomprensiones, incluso las envidias, a los largos años de toda una vida.

Especialmente interesante la propuesta narrativa de la autora a la hora de describir la eterna tensión del artista, sometido al arrebatador dilema de dejarse poseer por esa furia creadora que se entrega a las pasiones y la esclavitud del esfuerzo y la obsesión sin condiciones ni treguas, como un absoluto que sirve de fuente de inspiración y ruptura, y que destroza todo lo que rodea y se ama; o renunciar a su genio, a su fuerza e inspiración, echándose a los brazos de la vida estable, tranquila, segura, familiar, esa que les impide esa dedicación sin límites de espacios y tiempo en aquel momento de cambio histórico tan convulso e intenso.

Zoé Valdés retrata bien esa fiebre vital que excluye al creador del mundo externo que le sirve de incómodo contexto, y que sólo al final de la vida le permite un balance resumido en una obra acompañada de historias sucesivas de soledad, desarraigo y memoria.

Y cómo no hablar de Gauguin y de Van Gogh, sobre todo de su genial guerra por el color que describe el mundo, que define una de las grandes épicas artísticas de la modernidad. Porque Gauguin, por mucho que le hoy le pudiera incomodar, no es sólo su obra y su recuerdo, sino también su relación con uno de los grandes genios del arte de todos los tiempos.

Una novela bien escrita, intensa, absorbente, cómo no podía dejar de ser con tan notable personaje, que permite a lector penetrar en quién fue Paul Gauguin, en su vida, sus miserias, su mirada, sus más bajas pasiones y sus grandes anhelos. Una lectura muy especial para los amantes del arte, y también para todo lector interesado en una buena novela.

Jorge Riet