La buhardilla

Opinión:

«En "La buhardilla" todo estaba poetizado, descolocado, torcido, pero en el poso de este libro subyace el fondo amargo de la experiencia». Así hablaba Danilo Kis sobre "La buhardilla", su primera novela (publicada tempranamente en 1962), en su libro de ensayos "Homo poeticus". En efecto, el estilo que Kis nos muestra en su opera prima difiere en numerosos rasgos del que manifestaría en la mayoría de novelas que lo llevaron a la fama en años posteriores. Pero eso es lo bello de leer y rescatar el inicio de un autor tan prolífico: permite entender con qué recursos se adentra en el mundo de la literatura, y ver qué atributos va recibiendo y construyendo a lo largo del tiempo.

El argumento es sencillo: Orfeo -no sabemos si este es su nombre real- es un joven escritor pretencioso e idealista que habita en una buhardilla. Dos son sus objetivos en la vida: por un lado, escribir la novela satírica más excelsa de su vida; por otro, hallar a una Eurídice que termine de completar el sentido de su existencia. Y, efectivamente, Orfeo encontrará a su Eurídice, pero también la perderá durante un tiempo en que viaja a la Bahía de los Delfines y aprovecha para descubrirse a sí mismo. Acompañado del laúd y de Ígor (o 'Macho Cabrío Sabio', como él lo llama), Orfeo nos muestra los ideales de la vida bohemia.

Danilo Kis, con la ambición que lo caracterizó en vida, escribió "La buhardilla" sin pensar en sus posibles lectores. La perspectiva narrativa se va fragmentando progresivamente mediante la convergencia y la divergencia de dos visiones: una idealista (la de Orfeo) y otra realista (la de Ígor). Orfeo tiende a rebautizar el mundo con una nomenclatura que lo dota de un nuevo sentido: ni Orfeo se llama Orfeo, ni Eurídice se llama Eurídice. En última instancia, "La buhardilla" narra el juego de un escritor por cambiar la realidad, por creer que la ficción puede tomar el terreno de lo real y de lo conocido.

"La buhardilla" fue la primera novela que escribió Danilo Kis y, como tal, tiene sus defectos. Es una obra extraña, confusa y de difícil lectura. Posiblemente muchos lectores la abandonen al poco de comenzar o se rindan ante la imposibilidad de una lectura literal. Pero es entre la metáfora y la alegoría, entre el doble sentido y el surrealismo, donde subyace el valor de esta novela, lejana al canon del pragmatismo.

Darío Luque