Katerina

Opinión:

Me costó mucho acostumbrarme a la lectura de "Katerina". Está plagada de incorrecciones gramaticales, que en principio son voluntarias y pretenden formar parte del estilo del autor y ser coherentes con un narrador alcohólico, drogadicto y joven que vive su vida a tope y de forma acelerada. Pero mi mente simplemente no puede asimilar la falta de comas, las frases a medias y tantas otras cosas por el estilo. Así que sí, el estilo será rompedor y pretende saltarse todas las reglas, pero tengo que decir que no es para mí.

Conocemos al protagonista (no está claro si es una autobiografía disfrazada de novela, como su anterior libro era una novela disfrazada de autobiografía, pero sí que lo está que hay mucho marketing de por medio en torno al asunto) con dos edades distintas y parece casi como si fuera dos personas diferentes. El Jay joven no tiene dónde caerse muerto, odia lo normativo, es un tipo que quiere sacarle a la vida todo su jugo, aunque eso para él significa emborracharse, colocarse, tirarse a muchas mujeres y consumir obras de arte rompedoras. El viejo Jay es todo lo que odiaba de joven, ha alcanzado el éxito, es rico y se odia a sí mismo.

Parte de mi interés en el libro era comprender cómo había pasado de un extremo a otro, pero apenas se dan retazos sobre eso. El libro se centra, sobre todo, en ese Jay joven y en sus aventuras en París. No es un personaje con el que encariñarse; es un narcisista muy autodestructivo y su único empeño es presentarse a sí mismo como un futuro gran escritor, con la única justificación de que se pasa el día de farra, consumiendo arte y escribiendo páginas que acaban en el río por no ser lo bastante buenas. Así que la mayor parte de las páginas son descripciones apresuradas de sus borracheras, de sus colocones, de sus polvos (puro porno), de sus vagabundeos por París, de los libros que lee y las obras de arte que ve.

Cuando conoce a Katerina y ella está en escena se vuelve algo menos monótono, pero no se sale de esa línea y agradecía que se saltara al Jay adulto, porque el joven es agotador. El mayor no es que sea mucho más agradable, pero al menos tiene cierta profundidad. El final es algo conmovedor, aunque no he podido evitar cerrar el libro con la sensación de que amor, lo que se dice amor, no hay por ningún lado.

En resumen, es uno de esos libros que odias o adoras, tanto por el argumento como por el estilo. Encuentras mucho alcohol, muchas drogas, mucho postureo intelectual, mucho porno y un pequeño romance, en un estilo apresurado que ignora las reglas gramaticales.

Déborah F. Muñoz