Juana, la reina traicionada

Opinión:

El título de esta novela no puede ser más adecuado, sobre todo para aquellos que defendemos que Juana I de Castilla no estaba loca, o al menos no como se nos ha hecho ver, sino fruto de las diversas traiciones que sufrió, empezando por la de su marido, Felipe el Hermoso, y siguiendo por su padre, Fernando el católico; como veremos a lo largo de este relato, otros serán también los que irán poniendo su granito de arena a esta causa.

No es la primera vez que me dejo atrapar por el personaje de la reina Juana I de Castilla, lo que incluye los periodos del reinado de los reyes católicos, el del cardenal Cisneros y la etapa de su hijo Carlos I, y siempre se aprende algo nuevo. En esta ocasión, es a través del acostumbrado punto de humor, incluso irónico, de Álber Vázquez, presente en cada uno de los episodios que narra, desde la expulsión de los flamencos tras la muerte de Felipe y la expropiación de todos sus bienes, a las incontables escenas donde algunos intentan demostrar el desvarío de la reina. Unos capítulos en los que nos va desgranando los puntos clave de esta parte de la historia, dándonos a conocer suficientes elementos para que formemos nuestra propia opinión, al tiempo que poder juzgar los hechos con el mayor número de datos disponibles.

El relato toma forma a partir del supuesto asesinato de Felipe I, una muerte que el cardenal Cisneros quiere esclarecer. Para ello, encarga al cartujo Beltrán de Ayllón la tarea de encontrar al culpable, debiendo interrogar e investigar a personajes de toda clase y condición, algunos como la mismísima reina Juana, con quien conversa. Una relación en la que se convierte en confesor y confidente, y marca el devenir de la trama dejándonos muchos detalles para continuar construyendo el perfil de la reina traicionada. Como cuestión de fondo, Álber Vázquez nos plantea una pregunta que nos llevará a comprender mejor toda esta historia: quién ganaba con su muerte.

Otro punto a favor de estas conversaciones es el relato que la reina hace de un inmaduro y caprichoso Felipe, de quien no parece estar tan enamorada o al menos, no tan ciega; lo que ya supone que descartemos la típica locura de amor que siempre va unida a ella. Unos episodios que, además, sirven para conocer en profundidad todas las penalidades que tuvo que sufrir desde que marchó a Flandes, en busca de Felipe, así como los continuos desaires que tuvo que tragar. O cómo pudo sentirse en los primeros días del duelo por su marido: atrapada, manipulada y encerrada, sola, alejada de sus hijos, a punto de dar a luz y con la eterna compañía del féretro con los restos de su marido. Circunstancias todas estas que han hecho de su figura un ser triste que poco a poco iba entrando en un círculo vicioso de algo parecido a la desesperación o a la locura.

La lucha de poder entre las casas de Trastámara y Habsburgo, los Austrias, nos llevan al terreno puramente histórico, en el que se puede disfrutar de un episodio en Nápoles junto al Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba; las pretensiones de Felipe para hacerse con lo que no le correspondía a base de sobornar a todo el mundo con el dinero de Juana, la legítima heredera al trono de Castilla; o la inesperada complicidad con Germana de Foix.

Una novela que aporta un punto de vista diferente, amena y divertida, pero con el rigor histórico que precisa. No es la historia en sí, es la forma de ser contada.

Porlomenix