Japón eterno. Viaje bajo las flores de un mundo flotante

Opinión:

Lo primero que tenemos que decir es que lo que presenta Anagrama es, ante todo, un libro bello. Que es un placer leer, porque es todo un viaje estético e intelectual. Enhorabuena por la edición, por tanto.

Hay en Amélie Nothomb una constante fidelidad al Japón de su primera infancia -los primeros cinco años, dice en el prólogo, más un añadido de juventud-, vivido entre Kobe y Osaka, que ha impregnado buena parte de su universo literario. Esa experiencia fundacional no es aquí mero telón de fondo: constituye la médula de un ensayo donde la escritora recompone, junto a Laureline Amanieux, una memoria cultural que se vuelve también itinerario espiritual. Ambas autoras exploran, desde la complicidad de la conversación y el rigor del análisis, los fundamentos estéticos y filosóficos del Japón tradicional.

La división en cuatro caminos -los kami, el budismo, los guerreros y la elegancia- responde a una lógica más simbólica que académica. Cada bloque permite adentrarse en una dimensión del alma japonesa -y la influencia en Nothomb-sin caer en la simplificación ni en la idealización. La autora belga no escribe desde la nostalgia,  sino desde la necesidad de preservar un vínculo interior con una civilización que, a sus ojos, ofrece una alternativa ética y estética al mundo contemporáneo.

Especialmente interesante me ha resultado la sección dedicada al camino de la elegancia, donde se habla mucho de literatura japonesa. El lector encontrará aquí uno de los rasgos más nítidos de la sensibilidad nothombiana: una atención exquisita por lo fugaz, por aquello que apenas roza el mundo antes de desaparecer. El tratamiento visual del libro, con fotografías en blanco y negro que subrayan la sobriedad del conjunto, refuerza esa apuesta por lo rabiosamente cultural.

"Japón eterno" no es un ensayo de divulgación ni un libro de memorias: es el resultado de una búsqueda de sentido de vida en un universo exótico, de una conversación sostenida en torno a lo sagrado, lo bello y lo invisible. Una obra que se debe leer con la lentitud que exige la contemplación, y que nos devuelve a una forma de conocimiento donde la emoción y el pensamiento no se excluyen, sino que se enriquecen mutuamente.

Rafael Ruiz Pleguezuelos