Inventario de algunas cosas perdidas

Opinión:

El libro de Judith Schalansky es un recordatorio de que esa información que nosotros creemos eterna también puede sufrir vaivenes históricos, e incluso desaparecer. Es una cura de humildad desde la cultura, en cierto modo, pues se ocupa de esas piezas de la historia de la humanidad que yacen en el olvido o que se consideran perdidas. En capítulos breves, dinámicos y narrados en un tono novelístico, se ocupa de esos lugares u objetos, reales o imaginarios, que fueron importantes y que ya no están a nuestro alcance: los poemas de Safo, el Palacio de la República de Berlín, los siete libros de Mani, el puerto de Greifwald, Villa Sacchetti… el prólogo a cargo de la propia autora es un documento interesante en torno a esa especulación sobre lo que ya no tenemos, las consecuencias para la cultura de recuperarlo, cómo funcionamos a partir de un imaginario colectivo que se forma de una manera más azarosa de lo que muchas veces pensamos. También contiene pasajes de interés sobre la muerte y el tratamiento que se le da desde la cultura, que se disfruta en unas reflexiones preclaras pero que curiosamente después no tienen una correspondencia directa con el contenido del libro.

La autora alemana ya ofreció un volumen en el que demostraba el magnetismo que para ella tienen esas ideas apartadas de nuestro conocimiento, si recuerdan el Atlas de islas remotas (2013), en magnífica edición ilustrada de Nórdica Libros.

Como ahora es tan habitual, la autora alterna la muestra de la información obtenida sobre tal o cual objeto con la descripción de las circunstancias personales en las que ella se encuentra cuando dicha investigación se lleva a cabo. Pocos libros de nueva divulgación historiográfica dejan de echar mano de ese recurso, que pretende aportar cercanía y valor de autoría.

Aunque todos tienen interés, lo que hace de este "Inventario de algunas cosas perdidas" un libro más que recomendable, me quedo con Tuanaki, la encargada de abrir el libro: esa isla fantasma que aparece y desaparece en la sucesión de testimonios históricos.

Recomendación sin reservas para amantes de las curiosidades históricas.

Rafael Ruiz Pleguezuelos.