Estoy genial, gracias

Opinión:

Monica Heisey es una humorista canadiense y en la sinopsis del libro se prometía una novela hilarante y conmovedora, así que pensé que era la clase de lectura ligera ideal para el verano y me la reservé para esos días en los que sientes que necesitas leer algo divertido y, como decía también la sinopsis, reír a carcajadas. Fue un terrible error, porque si hay una palabra que defina a esta novela, de la primera a la última página, es "depresión". Y de ligera no tiene nada.

La protagonista y narradora es Maggie, una joven en el final de su veintena que ha estado prácticamente toda su vida adulta con la misma persona y que, de pronto, se ve sola. No hay grandes motivos para la ruptura, solo un cúmulo de pequeñas cosas que les molestaban y que culminaron en ella sugiriendo que se fuera y él aceptándolo de buen grado. Eso es un duro golpe a su autoestima y, junto a que su trabajo no la motiva demasiado y que no puede permitirse el mismo estilo de vida, ya que todo lo importante lo pagaba él, supone para ella un duro golpe.

A partir del momento en que deciden separarse, pues, Maggie cae en una profunda depresión, aunque todo su empeño es que todo el mundo sepa que está bien y que no necesita ayuda. Entonces entra en toda una serie de dinámicas autodestructivas que van desde gastarse el dinero que no tiene en tonterías hasta entrar en una espiral de citas de una sola noche, pasando por autosabotear toda relación mínimamente sana con sus amigos y compañeros.

Como narradora, cuenta la historia intercalando algún historial de búsquedas de Google, fantasías o selección de epístolas, en un tono que intenta emular al chick lit con el que se guarda cosas importantes que sin embargo se leen entre líneas. Se nota que es tan selectiva con lo que comunica porque pretende ocultarse a sí misma su depresión mediante la autocompasión y echándole la culpa a todo menos a quien la tiene: ella misma.

Esto tuvo como consecuencia que no pudiera conectar con ella, ya que me pareció inmadura, repetitiva, narcisista y quejica, trataba fatal a cuantos la rodeaban, tenía un punto de acosadora un tanto siniestro y muchas de las cosas que hacía eran de vergüenza ajena. No podía más que pensar que entendía perfectamente que su marido la dejara. Tenía que redimirse, claro, pero lo hace de una forma tan suave y le resulta tan fácil conseguir el perdón de los demás que no consiguió mejorar mis impresiones generales.

En definitiva, ni era el momento para leerlo porque encontré todo lo contrario a lo que buscaba (depresión frente a diversión), ni conseguí conectar con la protagonista, aunque a lo mejor alguna persona en proceso de divorcio o separación se siente identificado.

Déborah F. Muñoz