Entrevista a Inma López Silva por Los días iguales de cuando fuimos malas
Inma López Silva, escritora desconocida en castellano pero de amplia trayectoria en gallego da el gran salto al castellano de la mano de la Editorial Lumen con unos personajes tan variopintos como una monja, una prostituta gitana, una colombiana detenida con droga en un aeropuerto, una escritora condenada por intento de asesinato y una funcionaria de prisiones que antes fue bailarina de ballet clásico ("Los días iguales de cuando fuimos malas"). Cinco perfiles muy pegados a la realidad para explorar lo que significa la maldad y la falta de libertad en estos días. "Elegí personajes femeninos porque las mujeres, por definición social, somos menos libres y más malas que los hombres", apunta López Silva.
Escritora precoz, Inma ganó su primer galardón literario a los 18 años con "Neve en abril", una novela sobre la Guerra Civil
Con solo 38 años, acumula los premios más importantes de las letras gallegas: Xerais (2002) por "Concubinas" y Blanco Amor (2007) por "Memoria de ciudades sin luz". Ambos títulos fueron traducidos al castellano por editoriales de escasa distribución.
ENTREVISTA
No hay personajes masculinos principales, ¿por qué?
Desde el principio tenía claro que quería que fuese una novela de mujeres en la que tratar desde un punto de vista específicamente femenino temas considerados "universales": la libertad y el mal. Las mujeres, en nuestra sociedad (tan deudora de la cultura judeocristiana) somos consideradas más "malas", lo cual nos hace menos libres, siempre con la duda y la sospecha sobre nosotras. De ahí la elección de la cárcel como espacio desde el que hacer aflorar esas cuestiones y nuestras propias contradicciones como sociedad. Los hombres de la novela representan justamente ese punto de vista contrapuntístico, como causas de los delitos de otras desde su libertad y desde su capacidad, incluso, para decidir sobre el bien y el mal.
El no profundizar en las características de ninguna de las cuatro protagonistas da que pensar que se está buscando cierta empatía con el lector y que sea el lector quien criminalice o no los actos, ¿es correcto?
Así es. Como escritora, procuro no juzgar porque entiendo que la lectura es también parte del proceso constructivo de la novela. Me gustan los lectores activos, esos a los que les gusta una lectura que, en realidad, se forja en compañía de la autora, una lectura en la que parte de la construcción de los caracteres sucede más en la imaginación del lector que en la de la autora. En esa apropiación estructural de la novela, creo yo, radica la posibilidad de empatizar con los personajes: forman parte del proceso de lectura y, sobre todo, existen gracias a la lógica interna del relato de la que ha de apropiarse el lector.
Has tratado de humanizar a los personajes, ya que es difícil criminalizar a ninguna de las protagonistas, ¿por qué?
Porque, en realidad, a poco que una observa una cárcel real, se da cuenta de que una parte importantísima de la población penitenciaria no ha cometido grandes crímenes. Delito no es sinónimo de mal, aparte de que tendemos a pensar que una condena de cárcel nunca es suficiente para "pagar" o "rendir cuentas" a la sociedad por las faltas causadas, tanto si se trata de crímenes abominables (esos donde radicaría la maldad profunda y esencial) como si se trata de delitos más o menos menores (esos donde nos resulta difícil una definición de la maldad). Estos últimos son los que, afortunadamente, nutren de modo mayoritario los centros penitenciarios y, sobre todo, los módulos de mujeres.
Con esa forma de tratar a los personajes, y especialmente a la narradora, Inma, pretendo mostrar algo que considero importante: una puede cometer un error garrafal, puede volverse loca, puede incluso cometer una absoluta maldad, un daño terrible a otros, y aun así las causas pueden no tener nada que ver con su condición moral. En general, los motivos que llevan a alguien a entrar en la cárcel tienen que ver con un determinismo social asqueroso donde la pobreza y el dolor condicionan vidas que acaban en la cárcel. Esa sí que es una cuenta pendiente de todos como sociedad.
¿La parte del libro en el que se plantean los pros y los contras de introducir nuevos personajes es realmente de la Inma escritora?
Esa tabla de pros y contras es pura ficción. Se me ocurrió como una manera de mantener esos juegos con el lector de los que te hablaba, de introducirlo en la lógica del relato y, sobre todo, de hacer una pequeña metáfora de la literatura como vida (y viceversa).
¿Podemos hablar de una novela feminista? (todos los personajes masculinos han sido los causantes de las desdichas de las protagonistas)
Sin duda, sí es una novela feminista, aunque no creo que el motivo sea el tratamiento dado a los personajes masculinos. En esta novela he querido tratar cuestiones propias del pensamiento feminista a través de la construcción de un espacio claramente feminizado en el que el punto de vista se orienta necesariamente hacia las preocupaciones, ansias, problemas y manera de ver el mundo de las mujeres. Las relaciones con los hombres son sólo un elemento más para ello. El hecho de que en muchas de ellas sean ellos los causantes últimos de sus delitos se debe, en realidad, a una cuestión de verosimilitud: es que suele ser así...
¿Se plantea una continuación de los avatares de las protagonistas?
Creo que no. ¡Hay tanto de lo que hablar y tantas cosas que contar! En mi forma de escribir, suelo necesitar un período que yo llamo "barbecho literario" (sin escribir, o escribiendo poco, saneándome, olvidándome de dramas anteriores, empezando a pensar en cosas distintas) y luego procuro buscar temas totalmente distintos que me supongan un reto creativo.
Para poder escribir, necesito pensar que todavía tengo algo que aprender, algo que aportar y, sobre todo, que puedo ser capaz de no repetir siempre la misma novela.