El tercio que nunca existió

Opinión:

Desde la presentación del personaje principal, el soldado Julián Romero, la novela tiene la facilidad de meternos en materia, haciendo que cada capítulo sea una invitación para continuar con el siguiente y seguir conociendo sus andanzas. La manera distendida con la que nos avanza los sucesos en los que participa, y la forma en la que parece reírse de su infortunio, hacen el resto. Pues si algo tiene esta eterna aventura es el estar marcada por un destino incierto al que siempre se sobrepone con la ilusión de un futuro diferente y con la realidad de que su carácter de soldado le hará participar en algún otro asunto que ni le va ni le viene pero del que espera sacar algún beneficio.

Tras su estancia en Flandes, de donde tiene que salir por orden del rey por el comportamiento de su capitán en una pelea de taberna, y al regresar a España por mar, sufre un naufragio frente a las costas de Inglaterra. Una vez en tierra se da inició a la parte central de este relato cuando conoce a Antonio de Eguaras, quien se convierte a partir de ese momento en la persona que dirige sus pasos, haciéndole su hombre de confianza y aportando a la novela mucha intriga, pues, como iremos comprobando, será el responsable de enredarle en cada uno de los conflictos europeos del periodo histórico que nos ocupa.

Los conflictos que mantenían las monarquías europeas de Inglaterra, Escocia, Francia y España, juntos o por separado, nos muestran guerras como las de antes, con miles de efectivos lanza en mano, o lo que buenamente pudiesen apañar, enfrentándose a otro ejército de similares características por motivos que los propios soldados desconocían y en los que, en muchos de los casos que viviremos, había por medio algún enlace matrimonial; como la guerra contra Escocia, apoyada por Francia, en la que combatió a favor de Enrique VIII de Inglaterra como soldado extranjero a sueldo. Una misión que nadie dice conocer y donde se pondrá en duda su labor como mercenario.

Apuntes históricos que nos acercan a la casa Tudor, quien unió la rosa blanca de los York y la roja de los Lancaster en una sola, y me recuerdan lo poco que he leído de esos lares, las seis esposas de Enrique VIII y el nacimiento de la Iglesia anglicana. La trama en la que nos veremos envueltos será la de proteger a María Tudor, nieta de los reyes católicos, para que pueda reinar con garantías. Es aquí donde nos aguarda un episodio digno de las mejores películas de aventuras, aquellos clásicos que nos mantenían con la boca abierta y nos hacían desear ser el protagonista de la aventura; aunque también cabe destacar un duelo que recuerda a los torneos entre caballeros.

El lenguaje al uso del narrador, me ha recordado a otras lecturas enmarcadas en el siglo XVI, haciendo que me haya situado con suma facilidad en la época y poder disfrutar de unos personajes reales a los que no les ha faltado el punto de humor necesario para hacer de estas memorias un relato ameno y diferente.

Porlomenix