El fantasma de Canterville

Opinión:

Cualquier "entendido medio" en el mundo de la ficción literaria habrá oído el nombre de Oscar Wilde. O mejor aún, seguramente no le resultará nada indiferente la obra "El retrato de Dorian Gray", aquella novela "maldita" sobre la eterna juventud. Sin duda alguna, Oscar Wilde se encuentra en los pedestales más altos del mundo de la Literatura, al menos de finales del siglo diecinueve. Con una biografía que no tiene desperdicio (con casos como la homosexualidad o el aprisionamiento), es uno de aquellos escritores británicos (que no inglés, pues nació en Dublín) que se estudia en las escuelas y en las universidades. Son más que notables la ya mencionada "El retrato de Dorian Gray", "La importancia de llamarse Ernesto", "La decadencia de la mentira" (un ensayo) y el aquí reseñado "El fantasma de Canterville"

"El fantasma de Canterville" es un excelente cuento largo escrito en 1887. Se trata de un muy buen texto para iniciarse en el mundo de Oscar Wilde, un mundo nada fácil donde prima el esteticismo, una corriente cultural que buscaba aquel arte con belleza que se apartase de toda aquella corriente romántica, realista y naturalista de darle un mensaje y una protesta a sus textos. Aquí puede el lector probar un pequeño bocado de esta corriente, si bien al final de la novela hay un mensaje de Wilde sobre la vida, la muerte y el amor (al fin y al cabo, las palabras están dotadas de significado, así que es completamente imposible desmarcarse de no otorgar un significado a una obra o incluso a una oración).  

Es una obra hilarante donde el lector no encontrará un momento en el que reposar su sonrisa. El autor emplea su habitual tono satírico y humorístico para hablar de un fantasma que sufre las trastadas de una familia que proviene de un país, Estados Unidos de América, que iniciaba su invasión cultural y económica sobre Europa y el mundo. Una familia que no cree en fantasmas o en espíritus o en elementos mágicos que se escapen de la ciencia. Es increíble cómo el autor logró dar un toque bello y estético a un tema que, por lo común, posee un tono oscuro, dramático y terrorífico. Y no sólo eso, sino adornarlo con su redacción "pulcra" y recta, sin sinuosidades, que hacen a los ojos volar y a la imaginación dibujar. 

Un clásico en toda regla. 

Cristià Serrano