El carro de Dios

Opinión:

"El carro de Dios" es una novela corta que se inspira en las antiguas novelas de aventuras victorianas con un toque de Indiana Jones y elementos místicos y fantásticos.

Lo protagoniza inicialmente el grupo de aventureros formado por los dos policías (uno de los cuales abandona pronto el viaje), el detective Hans Graham, que por primera vez muestra su rostro pero generando sospechas, y su ayudante, Lilith. Van a parar a las excavaciones de la antigua Mesopotamia, lideradas por una familia árabe que les acoge con cortesía aunque, en algunos casos, con reticencias.

Pronto, sin embargo, la trama se centra en Lilith, que desde el primer momento sabemos que es más de lo que parece. Poco a poco, se va revelando su pasado y sus secretos, haciendo que su relación con algunos de los miembros de la familia árabe se estreche cada vez más, a veces de forma precipitada y forzada.

Con una redacción que muchas veces se dirige al lector, la trama avanza entre apariciones angelicales, tormentas de arena extraordinarias, ruinas repletas de trampas y giros de guion y sorpresas que, al menos en mi caso, me parecieron predecibles. Al ser cortito y pasar tantas cosas sin descanso, no obstante, la narración no se hace pesada en ningún momento y resulta bastante ameno.

No obstante, aparte de los Deus est machina constantes (tanto sobrenaturales como mundanos) y de las revelaciones que resultaban obvias desde la primera aparición de los personajes, no puedo sino señalar que hay grandes agujeros en la trama, que van desde la casualidad de que el malo malísimo acabe en el puesto en el que acaba sin levantar sospechas, hasta el hecho de que un gobierno decida mandar a sus funcionarios a la otra punta del mundo tras los pasos de una secta que no parece demasiado amenazadora para los intereses del país.

El libro finaliza con lo que se intuye el inicio de otra aventura de la protagonista, avanzando una trama en la misma línea aunque centrada en el Jardín del Edén, así que parece que el personaje no está agotado para la autora.

Déborah F. Muñoz