El antropoide

Opinión:

Una novela dura, descarnada, sin concesiones, una crónica exhaustiva del descenso a los infiernos, de la soledad en sociedad, el desarraigo, el descontrol emocional y el exceso.

Un meticuloso despiece del orden moral contemporáneo, erigido como un archipiélago de individualidades que sólo aspiran a soportarse, en un infinito juego de intereses y conveniencias.

Lástima que el autor se deje arrastrar en algunas ocasiones por una exuberancia descriptiva que desdibuja su enorme potencial creativo, un barroquismo narrativo innecesario por su evidente virtud narrativa, que en esas ocasiones que el autor se deja llevar, olvida que no hace falta arrebatarle al lector su capacidad de imaginación, no es necesario recrearse excesivamente en el lenguaje para describir una situación o un sentimiento, que irrumpe como un invitado imprevisto que salpica el relato rompiendo el flujo natural de la narración.

Más allá de este pequeño inconveniente, la novela regala una mirada precisa sobre esta sociedad atiborrada de placeres efímeros, perfectamente olvidables en el trasiego de una vida cotidiana sin más aliciente que la mera supervivencia, insatisfactorios, materializados en un sexo de usar y tirar, de una profesión hipócrita donde la verdad aparece como un inconveniente intolerable, de la eterna búsqueda de un amor siempre huidizo.

Sobre todo, cuando se toca fondo, cuando la propuesta de vida que la sociedad de hoy alienta se lleva hasta el final, cuando se compra su mensaje de manera inmoderada, cuando la sinceridad, la honestidad, la implacable verdad, se presentan como anomalías vitales que la mayoría quiere evitar, anticipando la negación de su propia existencia.

Parra construye poderosos personajes, maneja bien la propuesta de contextos y escenas, somete al protagonista a un descenso sin fondo, a su particular caída en el infierno, que deja al lector boquiabierto, impactado por ese preciso desorden existencial nutrido de frustraciones y desencuentros sin más motivo que la coherencia extrema con el presente.

La mentira, la convención, la evitación del conflicto, la sumisa entrega a lo inmediato sin consecuencias visibles, acaban comportándose como esa música de fondo que todo el mundo aborrece pero al mismo tiempo tolera resignado.

Ese es el gran mérito de la obra de Fernando Parra, la descarnada desnudez de una dimensión de la realidad cuya presencia se evita, sin resquicio para una banal esperanza que desmerecería el hilo narrativo que propone el autor.

Jorge Riet