diario
Título: diario
Título Original: (journal, 1942-1944)
Autor: Hélène Berr
Editorial:
Anagrama
Copyright:
© Éditions Tallandier, 2008
Traducción de Jaime Zulaika, 2009
Foto: Hélène Berr © Memorial del Holocausto-Colección Job
Etiquetas: franceses diario Francia holocausto nazismo nacionalsocialismo nazis II Guerra Mundial literatura francesa
Argumento:
Argumento oficial
Entre abril de 1942 y marzo de 1944, Hélène Berr, estudiante en la
Sorbona, escribió un diario, un documento intensamente emotivo,
íntimo, conmovedor y atroz, además de un texto de una madurez
literaria asombrosa. Al principio, su amistad con otros estudiantes
y profesores, la música y la vida familiar conforman la imagen de
una mujer feliz y realizada. Tiene veintiún años, y a juzgar por
las fotografías que acompañan el texto, su belleza es equiparable a
su talento. Junto con sus amigos, toca el violín y se refugia de la
cotidianeidad en lo que ella llama la «magia egoísta» de la
literatura inglesa. Pero estamos en el París de la ocupación nazi y
su familia es judía. En marzo de 1944, Hélène y su familia son
arrestados, llevados al Campo de tránsito de Drancy y, poco
después, enviados a Auschwitz. Como se descubre más tarde, viaja en
la «marcha de la muerte» a Bergen-Belsen y muere en 1945 sólo unos
días antes de que liberen el campo.
El libro incluye fotografías de
Hélène Berr, así como las lecturas que hizo en vida, y un anexo
escrito por su sobrina Mariette Job donde concreta los datos
biográficos de Hélène y su familia. Incluye, para finalizar,
la carta que Hélène envió a su hermana Denise el día de su
detención.
Opinión:
La ocupación nazi en Francia pasa bastante desapercibida a la
mayoría de personas que cuando piensan en el nazismo directamente
ven a Hitler, Alemania y los campos de concentración. No a todos,
pero sí a una cantidad de personas importante. Lo más significativo
fue el hacinamiento de judíos en el
Velódromo de Invierno para la posterior deportación a campos de
concentración, sin embargo, al tratarse éste de un
diario personal que abarca desde 1942 hasta 1944, lo que vemos
es el lento pero imparable secuestro de judíos haciendo ver a la
propia Hélène que ella es afortunada porque se los están llevando a
todos… y al final no quedará nadie. Así lo ve porque así
lo vive. Lo más estremecedor es cuando te cuenta que los soldados
secuestran a enfermos, viejos que apenas pueden levantarse de la
cama o madres que acaban de parir o van a hacerlo en cualquier
momento, niños pequeños o adultos mutilados que lucharon por el
país, enfermos que aún llevan tubos de drenaje… para llenar el cupo
diario de judíos con el fin de que los vagones estén completos y se
cumplan las órdenes impuestas por el gobierno nazi. Ahí es donde la
barbarie escapa a la razón: se trata de "llenar" los vagones, de
cumplir una cifra, importando muy poco a quiénes están llevándose.
Su delito es ser judío.
Al principio resulta curioso ver cómo unos son deportados y luego
pueden volver (por ejemplo el propio padre de Hélène que es
liberado cuando la empresa para la que trabaja aporta el dinero
necesario para devolverle a casa). Sin embargo esto es apenas una
trampa, una mentira, como la Francia libre, porque en cualquier
momento todos aquellos que han huido tendrán que volver a
esconderse porque las manos largas del nazismo se estiran
sobremanera.
"El judaísmo es una religión, no una raza", insiste
Hélène, y por eso se siente también extraña porque ella se siente
francesa ante todo, no se siente judía como raza y como mucho, ha
sido educada en el judaísmo, pero un judaísmo abierto, sin
fanatismos. No entiende a los fanáticos tampoco, no comparte con
ellos sus ideas, y todo esto hace que veas en su persona a una flor
en un desierto. Es inteligente, adora la música y está enamorada.
Es una veinteañera estudiante de la Sorbona, y sus anhelos pasan
por licenciarse y vivir. Pero vivir es algo que cada vez se le
permite menos: primero se les obliga a llevar la cruz amarilla que
les "delata" como judíos, después se les prohíbe viajar en los
mismos vagones del tren que los no judíos, luego se les impone un
horario con toque de queda, e incluso se les prohíbe acudir a
comprar a las tiendas en los horarios normales (de hecho los
horarios en los que las tiendas están abiertas) o a bares o
restaurantes. Les van cerrando toda posibilidad de vivir.
Y al final se dará cuenta de que no sufre por ella, sufre por los
demás. Sabe que en cualquier momento se la llevarán, que a todos
les toca el turno, y ella no se ha marchado de Francia de modo que
sólo toca esperar y luchar dignamente por sobrevivir. Su fuerza, a
pesar de sus muchas caídas emocionales que se van acentuando
conforme pasan los años, le hacen luchar desde su libertad, y
también escribir todo cuanto conoce de lo que está ocurriendo para
que, cuando sea deportada, si no vuelve, puedan entregárselo a su
amado. Y que el mundo conozca lo que está ocurriendo.
Hélène hablaba de los sacerdotes católicos, del Vaticano, de la
comunión de maldad nazi, de las porteras y vecinos que delataban a
los judíos o les robaban o les chantajeaban, de las deportaciones
más atroces…
Todo eso es lo que leemos aquí. Y se siente mucha pena, creedme,
pero de igual modo ves cierta belleza en sus palabras, belleza que
surge desde su interior, porque Hélène era una chica culta, sin
maldad, apasionada de la literatura inglesa, de la música y de la
justicia. Dicen que podría haber sido una futura
Hannah Arendt o una
Simone de Beauvoir. Posiblemente fuera así, pero en su destino
no estaba sobrevivir. Así de injusta es la vida a veces: recién
cumplidos los veintidós años fallece, y justo unos días después los
aliados liberaban el campo. No obstante este diario que terminó
cediéndose al Memorial del Holocausto sirve, como todos los
testimonios, para que el mundo abra los ojos y no cometa los
errores que se cometieron en el pasado. Y hoy más que nunca debemos
tener los ojos bien abiertos, porque el terrorismo y el fanatismo
islámico está haciendo mucho daño a la convivencia entre
religiones.
Anika Lillo
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Comentario de los lectores:
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