dario sin dios
Título: dario sin dios
Título Original: (darío sin dios)
Autor: David Cabrera López
Editorial:
Idea
Copyright: 1ª edición: enero de 2008
ISBN: 978-84-8382-166-4
Etiquetas:
Argumento:
Un
joven, profundamente dolido por la ruptura de su relación sentimental con Alejandra
que aún no ha podido superar, comienza a trabajar como cuidador en AMEM (Asociación
Madrileña para Enfermos Mentales), centro para disminuidos psíquicos, situado a
unos cien kilómetros de Madrid, concretamente junto al Pico de las Almenas.
El cuidador empieza a recibir en su habitación los capítulos de un manuscrito firmado
bajo el seudónimo de "Mateo". El documento, que lee por entregas, forma parte de
una especie de reverso del "Evangelio según san Mateo", una versión irreverente,
pornográfica e iconoclasta de los acontecimientos protagonizados por Cristo en el
Nuevo Testamento.
Darío es una suerte de nuevo Mesías del vicio, adalid del consumo desenfrenado de
drogas de diseño, aficionado al sexo compulsivo que practica con cada una de sus
amantes que van pasando por su vida, sin poner ningún tipo de límites ni cortapisa
(desde el masoquismo hasta la coprofagía).
Darío lleva a cabo su "sagrada misión envilecedora" en Pekín, con ayuda de sus siete
apóstoles: Emilio Tejada, señor de la Envidia, Serafín Bonilla, señor de la Soberbia,
Patrick Crippen, señor de la Pereza, Ian Wicked, señor de la Ira, Grant Truman,
señor de la Gula, Adam Fletcher, señor de la Avaricia y Lucien Bodine, señor de
la Lujuria. Los siete tienen dos misiones muy claras: la corrupción de las ovejas
descarriadas y los puros y pregonar la mala nueva por los barrios de la
ciudad.
El cuidador intenta descubrir cuál de los internos del psiquiátrico es el autor
real del manuscrito, mientras comienza a experimentar los efectos de diversos fármacos
(hipnóticos, antidepresivos, relajantes musculares, etc.).
El autor
David Cabrera López nace en Madrid en 1974. Su infancia transcurre
feliz entre Madrid y La Palma. Durante su juventud residió en Estados Unidos, Holanda,
Latinoamérica, Marruecos, Portugal y China.
Darío sin Dios
es su primera novela publicada.
Cuando Cabrera comenzó el proyecto de "Darío sin Dios", hace cinco
años, lo hizo para cumplir el encargo de un amigo: escribir "algo erótico para un
corto". Pero, poco a poco, se fue enredando en su propia historia hasta
conseguir escribir una novela de más de cuatrocientas páginas.
Cabrera describe su estilo literario como "monomaniático, centrado en
obsesiones muy concretas, el sexo, la religión, la búsqueda personal, la rabia y
un cierto afán poético".
Leer entrevista a David Cabrera por "Darío sin dios".
Marzo 2008
Opinión:
Irreverente, iconoclasta, escatológica, pornográfica (que no erótica), desagradable,
incómoda, provocativa… todos estos adjetivos puede servir para definir, desde mi
punto de vista, al primer libro de
David Cabrera. Creo además que ninguno
de éstos surgió de manera casual, sino con una clara intencionalidad por parte del
autor. ¿Debe considerarse esto como algo negativo o censurable? Pienso que depende
mucho del lector. Supongo que habrá personas que, desde las primeras páginas, decidan
abandonar la lectura porque le resulte imposible continuar y otros, como sucede
en mi caso, la curiosidad lectora supere cualquier tipo de obstáculo.
Es cierto que "Darío sin Dios" está lleno de
situaciones que me parecieron procaces, burdas o claramente desagradables -la historia
de María, por ejemplo- y que los momentos presuntamente eróticos son más bien pornográficos,
sobre todo por el uso de palabras burdas, toscas o vulgares y de descripciones abiertamente
procaces -o claramente repulsivas (las escenas de coprofagía)- a la hora de describir
los diferentes encuentros sexuales. Quiero advertir que para mí el concepto de "pornográfico"
no posee ningún tipo de matiz peyorativo; es sólo una forma de definición. Pienso
que
Cabrera tiene bastante claro que así es como quiere contar las cosas.
Además resulta bastante coherente con el tono utilizado a lo largo de la narración
por lo que tal opción me parece tan válida como cualquier otra. Diferente es que
yo, como lector, prefiera más lo sutil a lo evidente, lo erótico a lo abiertamente
pornográfico.
A los personajes sólo les mueve la satisfacción
de sus impulsos sexuales o de sus instintos más primarios como reacción frente a
lo correcto, lo comúnmente aceptado, los buenos modales, el equilibrio, la moderación
en las costumbres, el respeto, la tolerancia, etc., otro aspecto que puede incomodar
al lector no avisado. Desde un principio, "Darío sin Dios" se nos presenta
como una historia nada sentimental y sí bastante incómoda, aunque sustentada en
un sentido de la poética personal e intransferible, abiertamente agresiva, que puede
hacerla muy atractiva a la vez.
Como no tengo creencias religiosas, los aspectos irreverentes o heterodoxos no me
han provocado lo más mínimo, pero sí me divirtieron muchísimo. De hecho, cuando
el autor del manuscrito narraba la versión opuesta o contraria a la aparecida en
el evangelio de San Mateo original, la historia, pienso, ganaba bastante en
interés.
Las tramas paralelas: la del cuidador del
psiquiátrico o las de María y su familia
me interesaron de manera desigual. Con respecto, a la acción centrada en el centro
de salud mental, me gustaron mucho las descripciones que hace el cuidador de los
diferentes internos ingresados. En ese sentido, no es difícil descubrir además en
la novela un alto contenido biográfico, sobre todo en los capítulos centrados en
describir a los enfermos ingresados en el centro psiquiátrico o cuando Mateo se
dedica a contar con todo lujo de detalles aspectos ambientales o costumbristas de
Pekín. Da la impresión de que todo esto no ha nacido sólo de la imaginación
de
Cabrera, sino que muchas cosas surgen a partir de
anécdotas vividas por el autor en primera persona
y de personajes que conoció realmente. De hecho, tal y como ha afirmado el autor,
para desarrollar la trama de esta novela se basó en su estancia en Pekín y labor
desempeñada en un psiquiátrico de Madrid.
Por el contrario, las experiencias de corrupción sufridas por María no me motivaron
demasiado; más bien los viví como un lastre que impedía que el resto de historias
se desarrollasen con la fluidez adecuada. De hecho, he de confesar que llegué a
los capítulos finales algo agotado.
Joseph B. Macgregor
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Comentario de los lectores:
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