Cuadernos de tierra

Opinión:

Tres cortos viajes en verano son espléndidamente narrados por Manuel Moyano, que se atrevió a echarse a los caminos bajo el sol justiciero del verano del sureste de España, a dormir al raso bajo las estrellas, a intercambiar unas pocas palabras con los paisanos que se iba encontrando en su andar, incluso a seguir la pista de hechos insólitos que le asaltaron como una sorpresa gratamente inesperada a pesar de su truculencia o trágico misterio.

Esta obra ofrece una experiencia singular, por su atrevimiento al elegir rutas alejadas de las localizaciones turísticas convencionales, descubriendo al lector no sólo unos pueblos y paisajes generalmente desconocidos, también una manera de ser, de entender la vida, de las leyes no escritas de pueblos pequeños de interior sometidos a la lógica de la tierra y de los ciclos inalterables del tiempo.

Un recorrido ambulatorio salpicado de curiosas historias, como la del asesino o la del nazi, que ofrecen al lector la cara oculta que a menudo se oculta en eso espacios dominados por los ruidos del secano, el trasiego de los cultivos, de la noche que inunda los huecos de un viejo cortijo abandonado, de los animales que en la lejanía imponen su algarada, o de esos bares tan propios de nuestra geografía donde la cocina es ruda, básica, contundente, apremiada por las exigencias de una clientela más interesada en la satisfacción de la necesidad inmediata que en el deleite, esos donde se cruzan las severas miradas y las palabras escasean.

Moyano escribe que mientras se camina la vida parece tener algún sentido, una certeza que se nutre de esa soledad únicamente alterada por la contemplación de agrestes paisajes, de la torva mirada de los encontradizos lugareños, de los silencios sólo alterados por las regulares palpitaciones que expresan la amable protesta del cuerpo humano a cada zancada, que parecen dar cuenta de la certeza de la vida sin mediaciones técnicas ni escenarios artificiales.

Este viajero menciona la felicidad de su trasiego en aquellas semanas del verano, un goce al que acompaña para solaz del lector su calidad narrativa, su eficacia descriptiva, dedicada a la grata oportunidad de reencontrarnos con esa geografía, para todos más o menos cercana, que por desgracia sólo es noticia cuando le asalta la tragedia noticiosa. Un libro para leer con placer, aunque no se goce del forzado esfuerzo del andar por esos caminos.

Jorge Riet