ALGUNAS CLAVES DE EL MAPA
DEL CAOS
Cuando puse la primera palabra de mi trilogía victoriana no
sabía que aún tendría que escribir más de seiscientas mil,
principalmente porque entonces no tenía intención de escribir
ninguna trilogía. Como cualquier lector que haya leído
El mapa del tiempo habrá podido
comprobar, dicha obra es una novela autoconclusiva. Sin embargo,
durante su larga promoción me descubrí preguntándome en más de una
ocasión qué pasaría si volvía a involucrar al escritor H.
G. Wells en nuevas tramas donde el resto de sus novelas
más populares se hicieran realidad.
Las posibilidades argumentales que dicha idea ofrecía me
resultaban de lo más atractivas, así que lo intenté, y hoy, más de
dos mil páginas y siete años después, la trilogía victoriana es una
realidad encuadernada. El 16 de octubre llegará a las librerías
El mapa del caos, su última parte, aunque
solo si atendemos a la cronología, ya que la serie puede empezarse
por cualquiera de ellas. Dependiendo del camino que el lector
escoja, la historia cambia.
Como muchos ya sabéis porque suelo ponerlo en las dedicatorias,
mi intención con esta trilogía ha sido la de rendir mi personal
homenaje a los libros que nos hicieron soñar de niños, a aquellas
novelas de Verne, Stevenson o
Dumas con las que vivimos mil
aventuras sin movernos del sillón, o lo que es lo
mismo, a la novela popular del siglo XIX. Confeccionada como un
traje a medida para el nuevo lector surgido de la burguesía,
aquella literatura reflejaba un espíritu aventurero que solo podía
darse en esa época, porque el mundo era todavía un lugar ignoto,
cuyos límites los exploradores aún estaban perfilando, y la
incipiente ciencia todavía no había dicho qué era posible y qué no.
Podía pensarse, por ejemplo, que había vida en Marte, en Venus, en
la Luna o incluso en el centro de la Tierra. Y nadie podía
desmentirlo. Era la época de la imaginación. Y espero haberle hecho
justicia al intentar retratar esa atmósfera de magia e ingenua
tecnología tan características de la época victoriana.
A partir de aquí, aunque intentaré no revelar nada crucial,
habrá algunos
spoilers, así que quien quiera abordar
El mapa del caos, o incluso la trilogía,
en estado virginal, mejor que deje de leer. Como ya he comentado
más arriba, al igual que las dos anteriores, esta novela también
está protagonizada por H. G. Wells. Tras
sobrevivir a los vaivenes de los viajes temporales y padecer en
carne propia la invasión marciana que él mismo describió en
La guerra de los mundos, el escritor
británico tiene que dar caza ahora al peor villano que se pueda
imaginar, un hombre invisible, que parece haberse escapado de las
páginas de su popular novela para sembrar el terror entre los
hombres.
Pero Wells no estará solo en tan difícil empresa, solo faltaría.
Contará con la ayuda de Arthur Conan Doyle, que
siguiendo otra de las constantes de la trilogía, será uno de los
escritores invitados. Las aventuras que ambos correrán, junto al
resto de los personajes, inspirarán al autor escocés su novela
El sabueso de los Baskerville, donde
resucita a Sherlock Holmes siete años después de
haberlo ahogado en las cataratas de Reichenbach, abrazado a su
archienemigo Moriarty. Ya disfruté lo mío incluyendo a
Edgar Allan Poe como personaje en El
Mapa del cielo, y he vuelto a hacerlo ahora usando a
Doyle, todo un hombre de honor. Cuando era niño,
con el propósito de enseñarle a distinguir entre el Bien y el Mal,
su madre acostumbraba a contarle, mientras preparaba las gachas
para la cena, didácticas historias de caballeros y princesas
rebosantes de desafíos y duelos. Esos relatos calaron en él de tal
manera que a lo largo de su vida trató de poner en práctica aquel
trasnochado código medieval, y yo me lo he pasado en grande
manejando a un personaje con alma de caballero andante, atento con
las damas, protector con los débiles y valiente contra los fuertes,
a quien por desgracia le tocó vivir en un mundo demasiado moderno,
donde el concepto de caballería había degenerado en simple
deportividad.
Otro de los escritores invitados que aparecen en la novela es
Lewis Carroll, el autor de Alicia en
el país de las maravillas, por el que siempre he
sentido una especial debilidad. Y como esta novela tampoco se libra
de los tradicionales viajes en el tiempo marca de la casa, he
podido narrar el mítico paseo en barca por el Támesis que Carroll y
las hijas del decano de la Christ Church dieron la tarde del 4 de
julio de 1862. Como muchos sabréis, durante esa excursión, Carroll
improvisó la historia de Alicia en el país de las maravillas para
entretener a las tres hermanas Liddell, en especial a
Alicia, su favorita.
Otro de los personajes reales que aparecerán en la novela, que
sucede en pleno auge del espiritismo, es sir William
Crookes. Aparte de uno de los científicos más reputados de
época, Crookes fue pionero en la investigación de fenómenos
psíquicos, específicamente en las materializaciones
ectoplasmáticas. Por desgracia, vio dañada su reputación al
enamorarse perdidamente de Katia King, la hermosa
hija del famoso pirata Morgan, un espíritu
invocado por una de las médiums que estudiaba.
En cuanto a la trama propiamente dicha, poco puedo contar sin
descubrir nada. La inclusión de Doyle como personaje me ofrecía la
oportunidad de darle a la novela la estructura de las
historias detectivescas, que él prácticamente
inauguró, donde los misterios se van amontonando unos sobre otros
hasta que todos se resuelven con una gran explicación final. Ese
patrón, propio de las novelas de Holmes, es el que he imitado en
El mapa del caos, por lo que, a medida
que el lector avanza en su lectura, se va enredando en varias
subtramas, sin aparente relación entre ellas, que se trenzan poco a
poco, hasta formar al final una única trama. La historia empieza
justo donde acaba El mapa del cielo, en
la escena del globo en los pastos de Horsell, pero como ya advirtió
el narrador en El mapa del tiempo, hay
historias que no pueden empezar por su principio, así que es
posible que la novela comience por otro sitio.
¿Y qué más puedo adelantaros? Solo algunas pinceladas
vagas que ya he dejado caer en las entrevistas: aparte de
la persecución del hombre invisible, hay una
historia de amor, tan poderosa que continuará más allá de la caída
del oscuro telón de la muerte, y un virus llamado
cronotemia, que hace que los infectados salten
entre mundos paralelos, amenazando con destruir el
multiverso y provocando que, desde un futuro victoriano, envíen un
ejercito de cyborgs para dar caza a los saltadores. Ese futuro
victoriano me ha permitido saldar la deuda que tenía pendiente con
los fans del steampunk, dedicándole algunos
pasajes de la novela. Finalmente, como guinda del pastel, el
narrador se quitará su máscara y podremos descubrir quién es.
Y poco más que añadir. Por mi parte, he disfrutado mucho
escribiendo El mapa del caos. Espero que
al lector que se acerque a la trilogía por primera vez le guste lo
suficiente como para continuar con las anteriores, y al que ya lo
haya hecho, esta última aventura le parezca un buen broche para
cerrarla. Esta trilogía definitivamente acababa aquí. Siento haber
dejado fuera La isla del doctor Moreau -lo que he
intentado subsanar en lo posible incluyendo un
cameo del pueblo de las bestias-, pero creo que
dos mil páginas son suficiente como homenaje a
Wells, que ahora ya puede descansar realmente en
paz. Y yo también.
Es hora de emprender nuevas aventuras...
Félix
J. Palma
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