SEMANA DE PASIÓN
Me dijeron que empezaba la semana de pasión y me fui a la playa
para huir de los excesos: si todo el mundo iba a estar por ahí
pidiendo guerra, con la libido echando chispas y las hormonas
revolucionadas, lo más recomendable era echarse a un lado y
regresar a las lides de la seducción cuando la cosa estuviera más
calmada, que uno no está dispuesto a dejarse arrastrar a los
piélagos de la lujuria durante una semana tan santa.
Unos días de playa, hamaca, sombrilla, refresco y libro, a
orillas del Mediterráneo, era lo menos que uno se merecía tras este
invierno largo y lluvioso como si los benedictinos hubieran salido
de rogativa. Y allá que me fui, por airear el cuerpo y protegerlo
de la fiebre de pasiones que se anunciaban.
Me llevé dos novelas y una hipoteca de sueño atrasado que
intentaba liquidar. Los libros eran la novela de Raúl Guerra
Garrido, "Dulce objeto de amor", y la antología de novelas de
Alfons Cervera que ha publicado Montesinos. Y las horas de sueño y
descanso que me debía las iba a pagar durmiendo diez horas
diarias.
Con lo que no contaba era con que se murió mi escritor más amado
y que un poco antes me tentó una criatura de la noche y me puso a
trabajar en arrumacos y a despilfarrar energías. Traté de ser
precavido, huir de tentaciones pasionales y tener prudencia, pero
se me murió Gabo y se me presentó la pasión en toda su
intensidad.
Hay semanas que uno no debería salir de Madrid.
Foto y texto: Antonio
Gómez Rufo