DE NIÑA A MUJER
Me dice Susana que una niña se convierte en mujer cuando
descubre lo que se guarda debajo de su escote; y que una mujer se
convierte en mala cuando es consciente del poder del arma que
esconde entre sus piernas. Susana es una chica mala, pero también
muy lista. A veces me pregunto si debo fiarme de todo lo que me
dice.
Y además de lista y mala, también es muy natural cuando cuenta
sus cosas. Porque hoy me ha dicho que este año, por primera vez, ha
follado. Que necesitaba hacerlo, y vivirlo, y comprobar si era
verdad lo que escribió su adorado Rilke al decir que "la
voluptuosidad corporal es una experiencia grande, infinita, que nos
es dada, un saber del mundo, la plenitud y el fulgor de todo
saber". Porque al leer esas cosas se le llenaba el pecho de ideas
raras y placeres desconocidos.
Susana es de la estirpe de Nabokov, o por mejor decir, de
Lolita. Es lo que tienen las niñas cuando descubren sus
cuerpos en la mirada del otro, en la maliciosa intención de un
hombre que las desea, como si las miradas fueran dardos y su
corazón, un cesto lleno de interrogantes. La niña se convierte en
mujer por una mirada, un beso o un sueño. Son bellas durmientes
mientras no aparece el príncipe, o una princesa.
Susana acaba de cumplir veinte años y ya ha comprendido todo lo
que se debe saber en relación con la ametralladora de su cuerpo.
Ahora, dice, va a disparar ráfagas para recuperar el tiempo, como
las disparó Beatriz ante Dante, cuando el escritor hizo de Bice su
musa en La Divina Comedia. O Violante de Hungría ante el
rey don Jaime I de Aragón.
Lo único que no sabe es que a Cenicienta nunca le cupo el zapato
de cristal. Y es que el príncipe, como ciertos hombres ante una
mujer joven, hizo trampas…
Texto y foto: Antonio Gómez-Rufo
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