SEXO Y CAÑAS
Las crisis económicas tienden a
respetar al sexo y a la gastronomía (hay situaciones en que sólo
los separa una línea difusa) y por eso falta ánimo para todo menos
para gozar con uno y otra. Los negocios del sexo no se muestran
afectados porque internet los convierte en virtuales y gratuitos; y
las empresas de hostelería, aunque ven reducida la clientela en un
porcentaje, es tan pequeño que a la mayoría le permite
sobrevivir.
La pregunta es por qué sólo el sexo y los placeres de la comida
y la bebida suelen permanecer a flote en el epicentro de las crisis
dramáticas, como es la española. La respuesta sólo se encuentra en
que la naturaleza es sabia, en que somos animales sociales y en que
a la condición humana, como aseguraba Darwin y luego Malraux, le
basta encontrar un resquicio para adaptarse. Es el gran poder de
adaptación de nuestra especie.
Cierto: lo último que se pierde no es la esperanza, es la
ilusión.
Un cuerpo desnudo deseable o una ingesta alimenticia apetecible
alivian las necesidades y reducen los duelos. Y si ese cuerpo o esa
caña se muestran predispuestos y accesibles, hasta el miedo se
olvida. Es el mecanismo mágico con que estamos dotados. No se
alimenta necesariamente de amor o sed: el deseo es a veces más
fuerte que aquellos.
¿Por qué nos mostramos reacios, a veces, a disfrutar de lo que
la naturaleza nos ha regalado tan generosamente? Ah, la moral… Esa
mezcla de principios religiosos, pautas culturales y pudores
humanos. ¡Desterrémoslos!
Año nuevo, nuevo espíritu. Y empecemos por intentar ser felices.
Total…
Antonio Gómez Rufo
Foto © Antonio Gómez Rufo