Álvaro Bermejo

Los papeles de Pickwick

Tiempos líquidos

Tiempos1 

"TIEMPOS LÍQUIDOS"

Álvaro Bermejo

 

 

A tiempos más presuntamente racionales, más pasión en la literatura de la vida. Florecen las novelas que escenifican amores trágicos, experiencias al límite, transgresiones sin cuento, todas por lo general teñidas del ese empalagoso rosa chicle, cuanto más truculento más cursi, y, en paralelo, también se multiplican los desencuentros de parejas, las rupturas matrimoniales, los casos de violencia de género.

 

 Tiempos2

 

¿Habremos acabado con los amores perdurables a fuerza de querer hacerlos demasiado flexibles? ¿Cuáles son las razones de este nuevo desorden amoroso y las causas de tanta confusión sentimental? ¿Era inevitable que la posmodernidad derivase en un horizonte de promiscuidad, donde los matrimonios parecen pactarse como meras transacciones en transición perpetua, pues ya nadie está dispuesto a asumir compromisos vitalicios?  ¿Por qué los viejos vínculos indisolubles parecen hoy absolutamente solubles?

 

 Tiempos3

 

Un viejo profesor polaco residente en Londres, Zygmunt Bauman,  comenzó a buscar respuestas para estas preguntas hace unas décadas. Sus colegas le reprocharon que abdicase de las grandes cuestiones. Él siempre les respondía lo mismo. Estudiar la naturaleza del amor no tiene nada de banal. De esa raíz surge una tradición de pensamiento que se extiende desde Platón a Bertrand Russell. Esa es la filosofía de verdad, la filosofía de la vida que afecta la gente. Y no se equivocó.  La publicación de "Amores líquidos" en 2005, se tradujo en un insólito best-seller filosófico. Dos años después volvió a la carga con "Vidas líquidas", una nueva entrega donde Bauman continúa su reflexión global sobre la cultura y la sociedad, poniendo un acento especial en las paradojas del eros contemporáneo.

 

 Tiempos4

 

Es la angustia ambivalente del querer vivir "juntos y separados" lo que constituye, para el sagaz filósofo polaco, uno de los factores más significativos de la vigente condición sentimental. Pero, a su juicio, no es sólo esa tensión la que define la fragilidad de los actuales vínculos amorosos, desde el matrimonio convencional a las parejas de hecho, pasando por los amigos "semiadosados" y el sexo sin compromiso. La clave está en la liquidez. O, mejor dicho en la condición "líquida" de todo lo que afecta a esta etapa de la posmodernidad donde todo es fluyente, pero también tan inconsistente como Tiempos5evanescente.

No es sólo el amor lo que se diluye en esta  "Modernidad líquida", sino el conjunto de los vínculos sociales, asaltados por el egoísmo, el individualismo y la insolidaridad. Así como el amor al prójimo ha sido sustituido por el miedo al extraño, el matrimonio entendido como un pacto para toda la vida ha pasado a convertirse en un inhóspito campo de batalla. Sin embargo la gente sigue soñando con amores eternos, pero cada vez tiene más miedo a establecer lazos fuertes, pues las nuevas políticas de la vida en todos los órdenes dictan que sólo se puede sobrevivir diseñando estrategias coyunturales, alianzas tenues e intercambios fugaces. 

Bauman distingue entre una primera modernidad "sólida"  -donde la labor ilustrada de desintegración de las lealtades tradicionales buscaba sustituirlas por principios duraderos-, y esta nueva fase donde se ha impuesto una racionalidad instrumental, guiada por el puro cálculo de beneficios en todos los extremos de la vida.

Amparada por una presunta defensa de la libertad de empresa, la creciente desregulación o "flexibilización" de los mercados y los puestos de trabajo se ha extendido a todas las relaciones humanas, incluidos los dormitorios.

 

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Asimismo, la quiebra  del viejo núcleo de creencias compartidas por el cuerpo social  ha llevado a los individuos a buscar soluciones privadas a los problemas públicos. Y, en definitiva, la gente ha acabado aplicando a su vida sentimental las pautas de "usar y tirar" con que les ha educado el economicismo salvaje al uso y el consumismo a ultranza.

El hombre actual consume "relaciones" con la misma ligereza con que cambia de vivienda o de automóvil. En muchas esferas esta fruición consumista comporta un signo de status. Bauman no lo  comparte. Habla de ello en otro de sus títulos recientes, "Vidas desperdiciadas", donde equipara los "amores líquidos" con la paradoja suprema de la "cultura de los residuos" que nos envuelve. Pues esos productos de consumo que desechamos a diario no sólo resultan fácilmente equiparables a las relaciones de usar y tirar, sino también a nuestra propia obsolescencia y desechabilidad a ojos de los otros.

 

 Tiempos7

 

La angustia de sentirnos superfluos, inútiles y rechazables a las primeras de cambio, en buena lógica debiera incitarnos a una búsqueda más sensata, paciente y comprensiva del abrazo humano.  No sucede en absoluto así. El "Homo Economicus" de hoy, que lo valora todo en términos de rendimiento y beneficio, puede tirar la casa por la ventana en una boda de exhibición, pero no está dispuesto a pagar el altísimo precio que comporta el verdadero arte de amar.

Temeroso él mismo de ser consumido y arrojado a la basura, se parapeta tras los muros de su privacidad y se enmadeja en un bucle de hedonismo-autismo bipolar. De esta manera permuta los inconvenientes de un amor real por esos juegos de convivencia caníbal que le suministran los mil y un programas estrella de la tele-realidad, estilo "Gran Hermano", donde la victoria pasa por saber servirse de los otros para explotarlos en beneficio propio, evitando el destino final de los desechados.

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La  precariedad individual y colectiva se instituye así en el signo decisivo de este tiempo de prosperidad aparente. Siempre hay que estar empezando algo y terminando con todo. El imperativo categórico es ponerse al día. Las cosas se adquieren y desechan con una celeridad compulsiva. Y las personas también. Pero lo que verdaderamente preocupa a Bauman es lo que se esconde tras tanta fluidez. Lo grave no es que nuestros deseos fluctúen o vivamos tantas historias de amor, sino el carácter de simulacro que adquiere nuestra propia vida en este juego.

 

 Tiempos9

 

Si no concedemos valor a nada es porque en conciencia tampoco nos valoramos a nosotros mismos. La cultura de la discontinuidad nos ha habituado a proyectar una mirada "zapping" sobre todo cuanto nos rodea. Nuestro mundo avanza así. Aceleradamente, pero sin rumbo. Compulsivamente, pero sin consistencia.  No hay tiempo para que los vínculos afectivos echen raíces. Y, sin embargo, aunque no duran, los amores duelen  más que nunca. ¿Por qué tienen tanto éxito los libros de autoayuda? Porque la nuestra es una sociedad de supervivientes  muy prósperos pero maltrechos, y a la deriva.

 

 Tiempos 10

 

Recién inaugurada la primera modernidad, Erich Fromm desenmascaró  sus fantasmas poniéndole nombre al "miedo a la libertad".  Pero, y la nuestra, aparentemente tan desprejuiciada, tan permisiva y tan flexible, ¿vivirá aterrorizada por el "miedo a amar"?

Tiempos 11 

Es muy posible que la historia oculta de este tiempo líquido  -y absolutamente liquidacional- comience con esa pregunta.

 

 

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