Planeta 2018-2. Comida y cena con medios de comunicación
Planeta 2018-2. Comida y cena con medios de comunicación.
O cómo divertirse sin esfuerzo y entre amigos.
Luego vino la comida. La pregunta era ¿me tocará comerme un brownie después? La respuesta es: sí, me tocó hacerlo.
Fotos con mis compas de mesa
Como en facebook me dijeron que les contara cosas, qué mejor que contarles lo bien que me lo estaba pasando con unas fotografías que lo dicen todo:
Debo decir que me considero afortunada porque conocí a más gente y además es gente que me cae muy bien.
La foto seria sería esta otra:
Con Diego Palacios, Alfredo Álamo y Raquel Martínez.
Las fotos un poquito menos serias…:
Y la foto menos seria de todas:
Que en facebook (¡¡¡porque Diego la puso en facebook!!, de hecho la foto es suya) iba acompañada de este texto:
La explicación a la foto la doy donde está el asterisco, más abajo.
La historia empieza aquí: Mucho colorín y nada que me gustara. La verdad es que ponía en la carta que el plato llevaba algo así como puré o crema de berenjena y como la berenjena me encanta pensé que era una buena solución (robar la mínima expresión que pusieron en los platos de berenjena de otros compañeros y comerla con pan, pero me sabía rara y no lo hice, y eso que Raquel se ofreció a darme la suya [es esa cosa que parece que manche el plato]…) Finalmente entendí que o comía algo o moría de hambre… otra vez. (Siempre me quedarán los brownies)
* El vino siempre me ayuda a relajar el cuerpo y abrirme el apetito, a comer sin pensar en el paladar, así que pedí dos veces que trajeran tinto pero no había forma. Servían a otras mesas pero de la nuestra pasaban. Mientras tanto lo intenté, juro que lo intenté: metí dos piezas de salmón en un pan y mastiqué. Sin mucho éxito, el pan me llenaba como si fuera un ladrillo y no me gustaba el sabor del salmón. Ni metiéndole algo de hojas (porque a mí nadie me va a convencer de que esas hojas de árboles son lechuga) conseguí tragar el bocata. Es que ni medio bocatilla, no pude con él. El vino no venía y a mí me daba un poquito de asquete el bocadillo.
Finalmente vi que en otras mesas servían tinto (como la cosa iba del mar servían siempre blanco a menos que pidieras otro) después de que yo lo hubiera pedido ya dos veces y no me lo trajeran… y me levanté, en plan Estatua de la Libertad, rogando por una copa de vino. Ahí tenéis la foto del glamour que hizo Diego. Y el bocata se ve en mi otra mano.
Pero el cabronazo de Diego, cuando al fin llegó una camarera, le preguntó algo así: "oiga, ¿de dónde han sacado esos bocadillos que se está comiendo Anika?". Yo con los ojos como platos -qué tío más descarado- y la camarera aguantando la risa.
Lo único que comí ese mediodía (menos la parte de abajo, que tampoco me gustó), fue este postre. Apenas bebí vino, claro: si no como, no bebo, que puedo acabar bailando punk encima de una mesa…
Bueno, comí la parte central, o sea ni lo rojo de arriba -que no sé qué era- ni la base de abajo -que me produjo también asquete- pero que no debía estar malo porque a los otros paladares les pareció bien.
El plato anterior había sido PATO, y yo, siento decirlo, tuve una mascota llamada Saturnino, un pato precisamente, y me daba cosa comerme ese "recuerdo". Encima, según comentó mi compa Raquel (de la revista Semana) estaba poco hecho, así que no era muy agradable.
Pedimos cafés y cortados y vinieron de Planeta para decirnos que teníamos que irnos. Nos quedamos sin café.
La respuesta a la gran pregunta es: sí, me tocó comerme un brownie.
El resto de la tarde y hasta la noche teníamos vía libre. La mayoría se iba a la sala de prensa, se conectaba a los ordenadores y mandaba sus notas de prensa. Como mis crónicas son distintas, están hechas para contaros los detalles y las anécdotas y que os sintáis allí, yo no tenía necesidad de ir allí. ¡Sin embargo lo intenté! ¡Dos veces! No lo conseguí hasta la tercera. La primera fui sola, la segunda me acompañó una azafata de los premios Planeta y ella tampoco encontró la sala (buscamos justo en el pasillo contrario, qué espabiladas), y la tercera lo conseguí porque mandé un mensaje a Diego diciéndole que si se aburría se viniera conmigo a reírnos un rato y me contó que estaba en la sala de prensa indicándome el lugar exacto donde estaba ésta.
Allí me reí un buen rato a pesar de que trataba de no levantar la voz (es que yo soy muy feliz, qué queréis que os diga, me río mucho) y me encontré con Pertierra. Primero, me sonaba su cara, segundo, conocía su apellido, y como soy la señora dispersa del año, le pregunté si había participado en un libro de Frankenstein ese año. Me dijo que ese año no, aunque creo que comentó que en otra ocasión algo había hecho con Fernando Marías, y como en este libro que yo comentaba (Frankenstein resuturado) también había colaborado Marías, insistí en que había visto su nombre. "Pues si he participado en un libro de Frankenstein este año no me he enterado", me dijo. Acabé conectándome a anikaentrelibros y vi que no era Tino Pertierra, sino Joaquín Pertierra. Siempre fui la reina de los lapsus, ese día prolongué mi título
Ya iba acercándose la noche, tocaba perder un poquito el tiempo así que hice lo que hago siempre: Selfies de hotel. Unos aún sin arreglar, otros ya pintada… Me pregunto siempre para qué puñetas me pinto si siempre me veo mejor con la cara lavada y despeinada…
Aunque en la habitación del hotel hay una plancha y una tabla de planchar, ¡¡descubrí que la plancha del pelo es perfecta para plancharte la camisa!!.
La visión nocturna desde mi ventana era esta (foto clásica ya):
La terrible noche de los callos. (LO PONGO CHIQUITÍN PORQUE LA PROPIA PALABRA ME DA ASQUETE)
Esa noche nos iban a llevar a cenar al sitio favorito de Vázquez Montalbán, un pequeño restaurante llamado Casa Leopoldo, donde al parecer se comían callos. Aquí debo hacer un inciso: tengo absoluta fobia a la visibilidad de los callos. Creo que siempre los relacioné con los callos de los pies así que me imagino a la gente comiendo eso: callos de pies, y el asquete es superior, es asco y fobia a la vez. Mis compañeros ya sufrían por mí (excepto Diego, que más que sufrir se divertía viéndome sufrir a mí, cabronazo), e insistían en que si me gustaba algo pidiera más. Armando (Galicia) descubrió que me gustaron las croquetas e insistió a la camarera en que me trajeran más, pero estaban contadas. Por suerte esa noche sirvieron otras cosas que ¡aleluya! sí me gustaban, y me llené (también debo advertir que yo me llenó con cinco aceitunas). Prácticamente al final sacaron dos platos, uno al parecer eran callos, y el otro una cosa negra, rabo de toro. Decidí no ponerme las gafas de cerca para no ver eso a lo que le tengo tanta fobia visual, y aparté el plato para que a los camareros no se les ocurriera ponerme ni una cosa ni la otra. Sobra decir que comí brownies antes y después de cada comida y cena durante todo el fin de semana, aunque al menos tras esta cena no lo hice hasta antes de meterme en la cama.
Armando Requeixo (El Ideal Gallego -A Coruña-) a mi lado, cuidándome -a la mínima robaba los platos generales para que comiera lo que me gustaba, pero le dije que no pasaba nada, que me estaba llenando bien el estómago con lo que estaban sacando en esa ocasión (croquetas y calamares. Porque eran calamares, ¿no?)-, Diego Palacios Marxuach (Libros y Literatura) enfrente riéndose de mí y aprovechando la mínima ocasión para chincharme (no sé por qué le tengo cariño a este tarugo, será porque me hace reír y yo me río de mí misma). A su lado Alfredo Álamo (Lecturalia) y al fondo Fernando Parra (Diari de Tarragona). Después de mí y de Armando, Raquel Martínez (Revista Semana) y Miguel, no… Arturo, no… Antonio, no… Fran… ay [voy a averiguar su nombre correcto, ahora vuelvo ¡a estas alturas ya tengo cuatro nombres (el mío era Miguel) y puede que ninguno sea el correcto!!] (Diari de Girona).
Mientras tanto contaros que Arturo o Antonio o Miguel o Fran me hizo repetir tres veces "Diari de Girona", como si no supiera pronunciarlo, pero soy valenciana y se me dan muy bien los acentos ;) Bueno, esto no es verdad, pero sé pronunciarlo perfectamente.
¡Ya me lo han corroborado! Nuestro compa vestido de negro, con lazo amarillo, serio pero amable y al que le robaron el asiento en la mesa de la gala (sí, sí, aquí robaron hasta los asientos) y tuvo que sentarse en otra mesa se llama… Daniel Bonaventura (ni Miguel, ni Arturo, ni Antonio, ni Fran) ^.^
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Comentario de los lectores:
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- Planeta 2018-3. El día de la gala
- Planeta 2018-4. Más invitados y la cena de gala
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