Alta costura

Opinión:

"Alta costura" no es una novela, pero tampoco un libro de crítica artística, ni un anecdotario. Es una obra inclasificable, un conjunto de reflexiones motivadas por el arte barroco y la hagiografía. En efecto, la obra se inicia con el relato de Florence Delay de su visita al Museo de Bellas Artes de Sevilla. Allí tuvo la suerte de contemplar una exposición que reunía los retratos de santas realizados por Francisco de Zurbarán: recuerda a Santa Engracia, Santa Bárbara, Catalina de Alejandría, Santa Eulalia o Santa Margarita, entre otras. Pocas cosas en aquellos cuadros parecían quedar de la vida de las santas, tan desdichadas, incomprendidas y maltratadas siempre. Sin embargo, Delay no tarda en ver la estrecha relación entre la indumentaria y los atributos de las santas con sus historias trascendentales.

Por ejemplo, Casilda de Toledo fue pintada por Zurbarán -en la portada del libro se rescata esta imagen- con un largo y sinuoso vestido de tonos ceniza y canela. Destaca en ella una boca pequeña, seria, acorde con la mirada que se dirige directamente al espectador, pero en contraste con las mejillas sonrosadas. Lo que muchos no saben al contemplar el cuadro es la historia de Casilda: hija del emir de Toledo, acudía a las mazmorras para dialogar con cristianos, que terminaron convirtiéndola a su religión. Una noche su padre la encontró de camino a las mazmorras con la falda llena de algo (¿comida y remedios para los prisioneros?), peor cuando ella la soltó, cayeron rosas de su vestido. Así la pinta Zurbarán: con numerosos pétalos de rosas escondidos entre los pliegues de sus telas.

El interés de Florence Delay, entre muchas otras, también recae sobre Justa y Rufina, patronas de Sevilla. Fueron dos hermanas del siglo III, huérfanas de padres cristianos, que se hicieron alfareras para ganarse la vida. Ante un cortejo de Venus, ellas se negaron a ofrecer un donativo y le lanzaron objetos de alfarería contra el barro cocido de la estatua. El prefecto, inevitablemente, las condenó a torturas diversas y las encerró en un calabozo, adonde acudió la Virgen María para reconfortarlas. Zurbarán las pintó rodeadas de los cacharros de alfarería que las acompañaron en el trabajo y también en la férrea defensa de su fe.

En "Alta costura", Florence Delay nos ofrece las descripciones de cuadros más bellamente escritas que se han podido leer jamás. Las acompaña con lo que Panofsky llamó 'la lectura iconográfica', posterior a la iconológica, en la que cada objeto cobra sentido en relación con el tema que el pintor quiso representar. Además, Delay intercala entre capítulos unas apostillas en las que también reflexiona y nos impresiona con datos sobre la vida de Francisco de Zurbarán. En definitiva: un libro sensible, ideal para aficionados a los museos y al arte de mirar.

Darío Luque