Al final siempre ganan los monstruos

Opinión:

No se ven muchas historias desde el punto de vista de los adictos, y muchas menos narrándose ese punto de vista, de varios personajes, en primera persona. También toman la palabra en ocasiones otros personajes que tienen una relación estrecha con ellos, como sus parejas. Al principio me resultó un poco desconcertante, porque no me quedaba claro quién era quién, pero pronto se distinguen las diferentes voces, ya que los personajes están muy bien delineados.

Todo gira en torno a cinco jóvenes que ya no son tan jóvenes. Tienen en común que son del mismo pueblo, que se conocen desde siempre y su adicción a las drogas. Aunque con diferentes situaciones familiares, todos se han criado en un ambiente sin futuro, llevan vidas anodinas, no tienen proyectos ni ilusiones y su vía de escape es la droga, especialmente la coca. Como la cocaína no causa destrozos evidentes en sus cuerpos, consiguen disimular frente a sus familias y en sus trabajos, donde están bien considerados. Pero las mentiras tienen que acabar saliendo a la luz, y al final todo se descontrola.

La cadena de acontecimientos que se narra en el libro no tiene ninguna fisura, y se lleva por delante a los que les toca de una forma realista y apropiada para el relato. Es un libro duro que te hace empatizar con los personajes a pesar de que los protagonistas son la clase de tipos a las que querrías tener lejos en la vida real. Ayuda mucho que todo venga presentado de forma cruda, sin moralismos, ni posicionamientos. No busca dejar buen sabor de boca y por eso es tan real, con un final que me ha parecido fantástico y muy acertado.

En definitiva, no es una lectura para sentirse cómodo, sino para reflexionar y para acercarte a una realidad a la que no solemos prestar atención, lo que te hace no arrepentirte de haberlo leído.

Déborah F. Muñoz