¡Presente!

Opinión:

Me gustaría poder extenderme largo y tendido para desentrañar las múltiples enseñanzas vitales que engloba la historia de "Presente"; aun así, intentaré describir las que suponen el eje central de la novela. Cuando leemos un libro por ocio, lo escogemos porque nos sentimos atraídos bien por la trama, el género, el autor, etc. Personalmente, mi motivo es porque la docencia me toca muy de cerca. En la actualidad uno de mis hermanos es docente de la escuela pública y mantenemos largas conversaciones sobre su realidad.

Ya entrando de lleno, nos encontramos con una historia de ficción escrita por un docente (Alessandro D'Avenia es profesor de instituto), cuyo protagonista es otro docente, que se desarrolla durante un curso escolar, y en donde a través de una peculiar metodología de pasar lista en clase, pretende poner en evidencia aspectos de un sistema educativo, en este caso el italiano, rancio, sistemático y burocrático; de algunos de esos rasgos quedan también reminiscencias en el sistema español. Es una novela que debemos ser capaces de leerla desde el punto de vista de un adulto (no importa la profesión) y desde el punto de vista de un adolescente para llegar al fondo de todos sus mensajes.

Dos son los mensajes ejes principal de la trama y sobre los que girarán el resto. El primero con el que nos encontramos lo debemos ver bajo el prisma de un adulto: la importancia de nuestros "nombres". Todas sus clases comienzan haciendo levantar a los alumnos de la silla y pronunciar su nombre. Con ello pretende transmitirles que cada uno de ellos son un fenómeno único, que las letras que forman nuestros nombres propios son todo lo que tenemos para existir. Por el nombre tenemos entidad propia. No le falta razón en tanto en cuanto todos nosotros, cuando alguien se equivoca al nombrarnos, le corregimos de forma inmediata, es nuestra identidad, es nuestra vida. Además de obligarles a decir su nombre, en vez de un "yo" que es lo que normalmente dicen los chicos al pasarles lista, deben de decir "Presente" para implicarles a estar en la vida, eso repetido hasta la saciedad en los manuales de autoayuda -vive el presente, enfócate en el presente para entender el pasado y empezar a construir el futuro-.

Y segundo mensaje central: si nuestros nombres son nuestra identidad, nuestra vida, ¿qué es entonces la vida? A lo largo de la lectura se van sucediendo múltiples reflexiones, unas veces filosóficas, otras poéticas de lo que significa "vivir". Entre muchas he destacado que "la vida es el Amor entendido como aquello a lo que prestas atención". La vida se abre ante nosotros respondiendo a aquello que miramos (que no es lo que vemos), a lo que escuchamos (que no es lo que oímos) o, muy importante dada la cualidad del profesor protagonista, a aquello que rozamos. A través de un gesto, una mirada, una palabra, una caricia, el protagonista va desgranando la materia de Ciencias aplicándola a la situación tormentosa y particular de cada uno de los alumnos que se van abriendo en canal sacando sus frustraciones, sus miedos y sus anhelos. Emotivas y desgarradoras historias humanas más habituales de lo que nos podemos llegar a imaginar.

Si las múltiples reflexiones del profesor sobre lo que es la vida tienen una carga emocional grande, no la tienen menos las de los alumnos. Una que especialmente llama la atención es la interpretación de su edad: "la vida entre los 10 y los 20 años es complicada porque los dolores y las alegrías parecen multiplicarse y estamos en un embolado que no sabemos cómo funciona". Seguramente todos tenemos adolescentes en nuestro entorno que cuando hemos visto sus angustias nos ha entrado la risa. Pues sí, yo estoy con vosotros, a vuestra edad las emociones son mucho más complicadas. Y su reclamo de "Para algo tienen que servir todas estas cosas que nos decís en el colegio. ¿De qué sirve aprender si luego no conseguimos cambiar nada, ni siquiera a nosotros mismos?" como un grito pidiendo ayuda, no a los profesores, sino a la sociedad entera. Sobrevalorar la adolescencia es la única forma de entenderla y amarla, porque a ellos les servirá para cambiar las cosas. Son muchos los adolescentes que se sienten invisibles ante nuestra mirada. Todos en la vida tenemos una necesidad de roles que nos hagan reconocibles para afrontar los imprevistos de la vida; los adolescentes también necesitan del rol del adulto, en la novela personificado en el profesor, para enseñarles a estar "presentes" y amar la vida, la suya especialmente porque si aman su vida amarán la de los demás.

Una novela coral, enmarcada en el contexto de una escuela entendido como una metáfora de la sociedad, donde tanto el profesor, cuya historia personal se intercala a modo de diario, como los alumnos, conseguirán volver a encontrar la confianza en sí mismos. Pero ¿quién ayudó a quién?

Un libro poético, filosófico, lleno de reflexiones sobre la vida, de quiénes somos y cómo ir a dónde queremos ir. Un mundo de emociones, el de dar y el de recibir, ese que nos da tanto miedo y por eso vamos todos como pollo sin cabeza quizá para evitarlo y no reflexionar por qué somos como somos. Una emotiva historia que rezuma optimismo, aliento y esperanza en cada una de sus líneas. Hagamos de nuestro deber la definición por excelencia de lo que debe de ser un colegio y, por extensión, nuestra sociedad: "como puede algo que está dentro de mí, profesor, ser transformado por ti, alumno, en algo tuyo, vital para ti, necesario para ti".

Desde aquí, GRACIAS a todos los maestros/profesores/educadores que se dejan la piel día a día para que nuestros niños y después jóvenes aprendan a vivir. No les dejemos solos, esta labor es de todos.

Belén Flores