Primera sangre

Opinión:

Porque comenzar en alto es una técnica de la que ya muy pocos novelistas se desmarcan, las primeras palabras que leemos en "Primera Sangre", siguiente novela desde la curiosísima "Sed" que tanto disfruté y reseñé en este mismo portal, son: "Me llevan ante el pelotón de fusilamiento. El tiempo se estira, cada segundo dura un siglo más que el anterior."

Esta entrada contiene ya todos los elementos importantes de la historia y el tono por el que la autora belga de los mil textos se va a regir para contar esta reconstrucción de la memoria familiar. Y digo esto porque va a aplicar un tono poético, mágico en ocasiones, a una historia que tiene por partes ingredientes de thriller político. Aunque se remonta a los tiempos de su abuelo para bucear en la genealogía familiar y dar explicación a todo lo que ha de ocurrir,  Amélie Nothomb no pretende ni mucho menos crear una saga familiar (la obra, breve, no llega a las 150 páginas), sino hablar de ella mediante brochazos impresionistas, retazos de impacto que den voz y circunstancias a algunos de los personajes más interesantes de su familia.

En ese olimpo familiar encontramos como gran personaje a su abuelo, un poeta de trayectoria truncada que nunca pudo dar a su entorno lo que se esperaba de él. La descripción de la manera en que criaba a sus hijos en una penuria y carestía de entorno aristocrático -que creaba una paradoja notable- es lo mejor del libro. Todo se encuentra mejor entonado y vívido cuando bucea en las cenizas de la aristocrática familia europea que cuando nos lleva a Stanleyville, Congo, porque allí su padre vivió una tragedia que marcaría su vida y aún la de la autora. Un ejército de rebeldes, en el verano de 1964, se hará con el poder, tomando a 1.500 rehenes europeos cuya vida penderá de un hilo. La capacidad de hablar y convencer será providencial para un Patrick Nothomb que, como una Scherezade contemporánea, vive un día más si sabe contar bien una historia.

Como en tantas obras de Amélie Nothomb, la pieza se disfruta al tiempo que asumimos que su enorme talento no puede entenderse sin la manía de despachar a toda velocidad los proyectos, de los que siempre podría extraer mucho más, y embarcarse en otro que será igual de bueno pero que volverá a tener algo de germinal, más que plenamente desarrollado.

Rafael Ruiz Pleguezuelos