Sed

Opinión:

Amélie Nothomb (1967), autora de origen belga que pasó parte de su infancia y juventud en Asia, tiene una producción tan prolífica como interesante. Dotada de una inteligencia aguda y una sensibilidad muy productiva, no suele defraudar en general, pero en esta obra además firma un texto muy especial. Visto de manera general, la apuesta era bien arriesgada: reconstruir la Pasión de Cristo desde su propia voz. Jesús nos cuenta en primera persona cómo vivió su condena y crucifixión. Atreverse con algo así, y que salga bien como en este caso, dice mucho de la autora. Era una empresa difícil, comprometida, en la que tantas cosas podían salir mal. Pero en Biografía del hambre, Los nombres epicenos y otros muchos títulos ya sabíamos de lo que es capaz.

Jesús nos habla desde una humanidad física, epidérmica, plenamente corpórea. Tiene deseos dirigidos a María Magdalena, como mujer antes que como figura. Siente sed, hambre, un dolor inmenso. Repasa la creación y la forma en que la gente la ha entendido. Mantiene una conexión interesantísima entre el mundo divino y el humano, y la obra es fundamentalmente la indagación de esa frontera entre lo corpóreo y lo celestial.

Amélie Nothomb no intenta ni mucho menos realizar un acercamiento histórico. El revisionismo, que mucho hay de ello en el texto, no se dirige al pasado sino al presente. Es decir: usa el flujo de pensamiento de Cristo en su crucifixión para criticar el papel de la Iglesia a lo largo de la historia o la manera en que ha sido interpretado. También ese mal tan contemporáneo de la cultura de la queja o el escepticismo como manera de no mojarnos en las cuestiones verdaderamente importantes. Jesús nos enseña que le crucifican por traer el amor al mundo y sin embargo no se queja. ¿Por qué somos entonces nosotros tan llorones? Despliega en la historia toda una filosofía de vida, que mira hacia un estoicismo contemporáneo que necesitamos.

La superhumanización de la figura de Cristo, y su acercamiento a la esfera de pensamiento contemporánea, solamente puede ofender a los estrechos de mente. Amélie Nothomb ha jugado el tema con respeto, con franca admiración a la figura. Es por tanto respetuosa con el hecho religioso, aunque de una manera muy heterodoxa. Con eso quiero decir que los creyentes pueden repasar y repensar la doctrina al hilo del texto, si son abiertos de mente y tienen sentido del humor y flexibilidad. Para los no creyentes, supone reivindicar y actualizar un legado que el ateísmo visceral ha dejado demasiado relegado y que sin duda puede enseñar mucho. Existe un fino humor que entrevera el texto y que es ingenioso y meritorio. Jesús no solamente accede a pensar en los demás y para los demás, sino que también revisa lo hecho y encuentra luces y sombras en sus acciones. El repaso de qué milagros han "funcionado" y cuáles no es especialmente interesante.

El texto es ligero y profundo a la vez, una recomendación sin reservas para quienes buscan que una novela, ante todo, les haga reflexionar.

Rafael Ruiz Pleguezuelos