Material de construcción

Opinión:

"Me da vergüenza escribir sobre mi padre", confiesa la autora en las primeras páginas de la novela. Ella es consciente de que la vergüenza destruye la identidad de la persona que la sufre, y por este motivo se propone superar el pudor ante lo confesional, porque sin confesión no serían tampoco posibles la literatura del yo, la escritura terapéutica, incluso la disección de la propia conciencia. Todo ello está presente en "Material de construcción", primera novela de Eider Rodríguez tras haber recibido incontables elogios por sus libros de relatos. En esta ocasión, y aunque retoma ciertos temas presentes en "Un corazón demasiado grande", como la familia, la enfermedad y la violencia de lo íntimo, la materia sobre la que se construye la historia es autobiográfica. El detonante de la escritura es, de hecho, la muerte del padre, que se narra lentamente desde la primera página de la novela, con su internamiento en el hospital por problemas hepáticos. Junto a esta narración, en la que la autora descubre nuevas formas de querer a su padre mientras lo acompaña en su lecho de muerte, explora en paralelo los lugares de su infancia con un ambicioso despliegue de recuerdos que tienen, de fondo, la historia social del País Vasco en los años ochenta y noventa.

En cualquier caso, hay un único tema que atraviesa toda la novela y que se impone en cada página: el alcoholismo de un padre que prefirió entregarse a la bebida antes que a su propia familia. Son innumerables las escenas domésticas relatadas en las que la ebriedad del padre se impone hasta el punto de teñir el ambiente con el olor del alcohol y con la tensión que madre e hija sienten ante el espectáculo que es contemplar a un hombre borracho. Un hombre que descuida sus funciones familiares, incluso su propio trabajo, con tal de dedicarse a beber; un hombre que miente a su propia familia y que, llegado cierto punto, incluso se junta con vagabundos y les paga la bebida a todos. La autora se recuerda como una niña que empleaba el silencio como forma de castigo contra su padre; se recuerda también como una adolescente que evitaba los bares de Rentería para no cruzarse a su padre, borracho, frente a amigos y compañeros de clase; y se recuerda también como una joven que evitaba el tema, que prefería el silencio antes que la explicación. De esta forma, a lo largo de la novela asistimos a una concepción del silencio como carcasa, como escudo de defensa contra una realidad que hiere y petrifica; y, en consecuencia, solo en la palabra se encontrará el remedio.

El material de construcción al que alude el título de la novela es el material de obra que vende su padre, pero también son los materiales de la memoria que le sirven a la autora para construir a su padre, para levantar por primera vez la imagen de un hombre al que nunca se ha atrevido a mirar. Algunos de estos materiales, como las cartas que escribió de joven, sirven también para conocer al hombre que fue antes de ser el alcohólico, el borracho o el padre ausente. Pero el título alude también al proceso de construcción que ha de hacer también la autora, pues escribir sobre la familia implica revisar las raíces de la identidad en todas sus facetas: biológica, cultural, lingüística, ideológica… De ahí la presencia a lo largo del libro de otros temas que contribuyen a confeccionar el ambiente y a dotar de cierta profundidad a la historia; temas como el conflicto vasco, las manifestaciones y los reclamos de los años noventa, la pérdida del euskera y su posterior recuperación o también la segregación social.

Creo que no puede ignorarse ni desmerecerse el gran esfuerzo que ha llevado a cabo Eider Rodríguez para escribir una historia tan dolorosa, atravesada por la necesidad de confesión que requieren a menudo este tipo de situaciones. La autora ha encontrado en su propia familia un material literario de primer nivel, y el resultado ha sido una novela de gran hondura emocional, difícil de leer sin entregarse a la compasión.

Darío Luque