El burrito que quería aprender a leer

Opinión:

Mila Punzano Gisbert, maestra con auténtica vocación colabora de forma estrecha con Eva Sánchez Gómez, ilustradora de novelas infantiles y álbumes ilustrados que ha realizado numerosas exposiciones colectivas y mercados de arte, para dar vida a un bello cuento dedicado a los más pequeños. En él, ambas exponen, de forma conjunta, sus mayores cualidades, como son la creatividad, el entusiasmo, la empatía y la generosidad, entre otras, para ofrecer una historia entretenida y llena de aprendizaje.

El álbum cuenta con una narrativa de frases breves y concretas, diálogos expresivos y un tipo de letra grande con tipografía de ordenador, la cual permite ser leído por un público infantil que ha superado la primera etapa lectora.

Gracias al formato de sus páginas, el estilo del diseño y las ilustraciones, el volumen presenta una estética rústica, sencilla y armoniosa.

El libro nos hace las delicias lectoras con una historia breve, y a su vez muy tierna, en donde el valor por el aprendizaje y la educación, sin distinción de clases o razas, tiene un gran protagonismo.

Muchas son las enseñanzas que encontramos a lo largo de la trama, la cual se encuentra dividida bajo el formato habitual de presentación, nudo y desenlace; enseñanzas que los maestros intentan transmitir día a día en las aulas; el valor del esfuerzo y la persistencia, necesarios para conseguir aquello que más nos ilusiona, el apoyo familiar, la confianza de los demás para orientarte en el camino y las limitaciones personales son algunos de ellos. Así mismo, invita a reflexionar sobre la diversidad, las oportunidades que se le dan a las personas y las capacidades individuales.

Además de un amplio vocabulario, la autora hace alusión a expresiones coloquiales y antiguas, las cuales acercan a los niños a un conocimiento del lenguaje más extenso y variado, así como a la cultura más tradicional.

Las ilustraciones que acompañan fielmente al texto son armoniosas, originales, oscuras, detallistas y delicadas. Eva tiene un lenguaje propio a través de sus lápices y acuarelas en donde proyecta una mirada descriptiva y a veces nostálgica. Sus personajes se muestran tiernos y al mismo tiempo irónicos, gruñones o inquietantes.

La edición cuenta con un código QR que permite escuchar una canción, homónima al título del relato, interpretada por "El palacio de Linares". Dicha pista resume, de un modo pegadizo, la historia de Retazo convirtiéndola en un gran recurso muy atractivo para acompañar la narración.

Personalmente, he disfrutado mucho con este álbum que, con un estilo propio, juega con las palabras y divierte al pequeño lector al mismo tiempo que le inculca valores como el respeto y la aceptación de las limitaciones. Considero que es un gran recurso para las aulas y bibliotecas infantiles ya que se trata de un divertido cuento sobre los orígenes de uno de los sonidos más reconocibles del mundo animal; el rebuzno.

Sin duda alguna, "El burrito que quería aprender a leer" es una emotiva y sensible fábula que permite trabajar numerosos temas como las vocales, los sonidos de los animales, el valor de la escuela, la diversidad y las oportunidades, entre otras. Una oda a los profesores y a la enseñanza a través de una trama que merece mucho la pena dar a conocer.

Marisa Costa