El último proceso de Kafka

Opinión:

Las vicisitudes que han sufrido los manuscritos de Franz Kafka y su legado literario son una historia apasionante, que se remonta a la fecha de la propia muerte del autor de "La metamorfosis" y llega hasta nuestros días. Vista en conjunto, esta historia de juicios, demandas e intereses por los originales de este genio parece una historia más del autor, y remite directamente a su obra "El proceso", centrada en desvelar las miserias humanas y los laberintos burocráticos -profundamente deshumanizantes y plagados de intereses ocultos- que componen nuestra realidad cotidiana.

Max Brod, escritor, mecenas y amigo incondicional de Franz Kafka, incumplió en 1924 para gozo de sus lectores venideros el deseo del autor de que todos sus manuscritos y notas personales fueran destruidos. Todos los admiradores del genio de Kafka tenemos que dar las gracias a Max Brod, quien paradójicamente ha brillado mucho más como artífice de la popularidad de su amigo que con su propia obra, aunque ésta no esté mal y merezca la pena acercarse a ella.

Benjamin Balint, investigador del Van Leer Institute de Jerusalén, arranca su libro sobre la historia de los distintos poseedores de los manuscritos de Kafka en 2016 con el juicio en el que el Tribunal Supremo de Israel decide que ya no pueden estar más en posesión de Eva Hoffe (secretaria de Max Brod, albacea de Kafka). Ello evidencia que la historia, lejos de estar concluida, se encuentra en plena actividad en nuestros días.

En este libro titulado de manera atractiva "El último proceso de Kafka", Benjamin Balint alterna la narración algo novelesca de los últimos juicios celebrados a cuenta de su legado (la pretensión del estado de Israel de que, siendo Kafka judío, sus manuscritos fueran custodiados por ellos) con la reconstrucción pormenorizada de la amistad entre Max Brod y Kafka, el tiempo de los manuscritos en casa de Brod y sus continuos esfuerzos para divulgar la obra, y cómo éstos son prácticamente arrebatados a la hija de su secretaria.

El trabajo de Benjamin Balint funciona mucho mejor cuando se circunscribe a la realidad pura, y se muestra plenamente ensayístico, que cuando intenta ofrecer una especie de novela judicial, que no acaba de funcionar del todo. Pero el tema es tan apasionante que resiste todos los errores de enfoque de Balint.

He leído con especial interés las digresiones sobre el sionismo y la simpatía que Brod y Kafka pudieron sentir hacia ese movimiento. También las explicaciones sobre cómo se diluyen y/o reconstruyen las identidades judía y alemana después de la Segunda Guerra Mundial. Del libro me quedo con la manera en que Balint ha escrito el camino en la amistad de Brod y Kafka, y el juego de fuerzas entre un estado alemán que pretende crear un futuro tratando el pasado con manos de cirujano, y un estado de Israel que, al menos en la visión de Balint, actúa en el ámbito cultural internacional como elefante en cacharrería.

Sin ser perfecto, el libro de Balint parece imprescindible para los admiradores profundos del gran Franz Kafka.

Rafael Ruiz Pleguezuelos