El ruedo ibérico

Opinión:

Valle-Inclán, genio singular de las letras españolas, ideó un ciclo de novelas de gran ambición, que inauguró en 1927 con la publicación de "La corte de los milagros". Los títulos previstos para las tres series eran profundamente valleinclanescos: "Los amenes de un reinado", "Aleluyas de la gloriosa" y "La Restauración borbónica". El plan inicial era que cada serie contase con tres novelas, pero esta empresa monumental quedó inconclusa, publicándose solamente cuatro de ellas: la ya referida "La corte de los milagros", "La rosa de oro", "Viva mi dueño" y "Baza de espadas". A la edición de estas novelas que ahora realiza Cátedra les acompaña adelantos de la serie  que se publicaron en diversos medios y que se editan en apéndice: "Fin de un revolucionario", "Correo diplomático" y "El trueno dorado".

La propia denominación de ruedo ibérico ya es un hallazgo lingüístico de primera magnitud, que como se sabe ha llegado a ser tremendamente popular y forma parte de nuestro imaginario cultural. Pero además se puede afirmar que lo que llegó a escribirse del ciclo puede considerarse material de primera categoría en la historia de la literatura experimental en lengua española. Las novelas aquí recogidas tienen interés como muestras del esperpento en prosa, catálogo de todas nuestras miserias en una prosa alambicada y de difícil acceso. Se trata de un espejo complejo de la política y sociedad patria, que se ocupa de hecho históricos como la revolución de 1868, mostrando el autor con su personalísimo estilo las particularidades a menudo vergonzantes del ser español.

El profesor y escritor Diego Martínez Torrón firma esta edición en Cátedra de "El ruedo ibérico", que como es habitual en la colección cuenta con una introducción y numerosas notas aclaratorias, hecho que en un texto de esta complejidad se torna absolutamente imprescindible para iluminar los pasajes más oscuros.

Se trata de una lectura ardua, de las más difíciles del siempre complejo Valle-Inclán. Pero como ocurre con los grandes esfuerzos, el lector queda siempre recompensado, pues solamente disfrutar con la inabarcable extensión del vocabulario del escritor gallego ya merece la pena.
 
Rafael Ruiz Pleguezuelos