El lobo y el alimañero

Opinión:

"El lobo y el alimañero", de Manuel Muñoz Heras, nos cuenta la historia de Domingo Calvo, un alimañero del concejo de Caso (Asturias), que en 1961 adoptó a un lobezno al que llamó Valdroguín y al que crio como uno más de sus perros. 

El libro está dividido en tres partes: la primera nos habla de la relación entre hombres y lobos desde la Prehistoria. Por aquel entonces había una convivencia tan pacífica que ambas especies compartían los restos de las cacerías cuando escaseaba el alimento. 

La segunda parte nos habla de los alimañeros. A este oficio se dedicaban hombres humildes que cazaban no solo lobos, sino zorros, garduñas, águilas y gatos monteses. Aseguraban así la supervivencia de los rebaños y se proveían de un dinero con el que subsistir. Se les pagaba por pieza y se podían quedar las pieles, de las que también obtenían beneficio. 

En la tercera parte, el autor publica las memorias de Domingo Calvo tal cómo él las narró. Muñoz Heras ha realizado algunos pequeños cambios para facilitar la comprensión de la narración, pero ha mantenido el texto original del conocido alimañero. 

Para que os hagáis una idea de la relación entre Domingo y Valdroguín, cito un párrafo especialmente emotivo: 

«El lobo desaparecía a diario por el bosque y no volvía hasta caer el sol. Domingo tenía un cantar característico de llamada al cual siempre acudía. Entonces se entregaba a las infinitas caricias de su amo, quien no dudaba en autodefinirse como la "madre" del animal. «Un día regresó mordido en el hocico por una víbora y si no le sangro se muere», rememora.» 

Domingo y Valdroguín se convirtieron en las celebridades de la zona. Muchos eran los que querían ver al lobo amaestrado, pero según crecía el animal y mostraba su instinto salvaje, comenzaron los recelos de los ganaderos. Solo el buen hacer de Domingo permitió que pudiera quedarse con su lobo. 

El alimañero, por desgracia, cometió el error de pegar al lobo con un palo cuando este, por culpa del celo, no le prestó atención. Desde ese instante se enturbiaría su relación para terminar en la terrible tragedia que marcaría a Domingo para siempre. Nunca dejaría de culparse por los errores cometidos con su querido lobo, pero ya era tarde para enmendarlos. 

Una historia triste que invita a reflexionar sobre la convivencia con animales salvajes y que muestra la verdadera naturaleza del lobo, muy alejada de absurdas supersticiones.

Ana G. Aranda