El escudo de Jotán: Cuentos reunidos

Opinión:

Rafael Sánchez Ferlosio ha sido (y sigue siendo) uno de los escritores referentes de la literatura española del siglo XX. Incansable y polifacético escritor (pues ha escrito cuentos, fábulas, relatos cortos, novelas, poemas, ensayos o colaboraciones en la prensa), hablar de él es hablar de "El Jarama", obra de referencia del siglo pasado que ganó el Premio Nadal en 1955. Innovador por su estilo y sus diálogos, iniciaba, junto a otros jóvenes escritores, una nueva literatura de postguerra que se acercaba al realismo mágico que ya se practicaba en otras literaturas, en especial la sudamericana. En esta colección de relatos, ocho (prácticamente todos en su carrera literaria), el lector es testigo de la gran narrativa que define a este gran escritor, con un estilo único e independiente y con un mensaje detrás que lo convierten en un gran pensador.

"El escudo de Jotán" reúne relatos, cuentos o fábulas escritos en diferentes momentos de su trayectoria profesional. "Dientes, pólvora, febrero" y "Un corazón caliente" aparecían en 1956; "El escudo de Jotán" en 1980; "El huésped de las nieves" en 1982; "El reincidente" en 1987; "Plata y ónix" en 1993; "Cuatro colegas" y "Carta de provincias" (ésta última dedicada a Miguel Delibes) en 1994. Es curioso comprobar cómo entre el primer y el último relato hay casi cuarenta años de diferencia y cómo el estilo se mantiene, en todo momento, intacto y único, como si el paso del tiempo no le hubiese hecho evolucionar. Que no quiere decir mejorar o empeorar. Con su estilo propio, quiere enamorar y adiestrar con su prosa poética.

El lector, cuando ponga las manos sobre este libro, tendrá la inicial sensación de sentirse algo ofendido. Le parecerá adentrarse en un mundo de ficción destinado para niños o jóvenes adolescentes. Mas se equivocará. Rafael Sánchez Ferlosio tiene una forma de narrar a la antigua usanza, como en las fábulas de Fontaine o los cuentos de Perrault, e incluso algunos de los inicios son de "Había una vez…". Incluso parece encantarle la figura del lobo, una figura harto conocida y utilizada en el mundo de los cuentos infantiles. De hecho, el lobo y la caza hacen su acto de aparición en más de un cuento, seguramente haciendo mención de dos aficiones suyas.

Sin embargo, estos relatos no van dirigidos a niños, en absoluto. A jóvenes adolescentes, quizá, aunque reúne un vocabulario bastante exigente para alguien no muy ducho en el diccionario español. Su prosa es maravillosa, como cautivadora o atrayente. De hecho, estos relatos van perfectos para una lectura rápida en el tren o incluso en el autobús: el relato más largo no alcanza las veinte páginas. Empero, no se tratan de lecturas que se deban tomar a la ligera, como tantas obras actuales están acostumbrando a los lectores, perezosos y vagos para reflexionar. Los relatos contienen mucha filosofía, poco aparente en una primera lectura. Para aquellos que de verdad quieran profundizarse bien en el mundo del autor, una segunda lectura de algún relato en cuestión será necesaria. Todos los relatos transmiten un mensaje humano. El buen samaritano, la vanidad, el orgullo, la estupidez, las etiquetas de la sociedad,… Estos temas y algunos más se hallan tras la prosa deliciosa.

Los argumentos son simples, pero los marcos del ambiente son poderosos. Los cuentos, además del mensaje en forma de moraleja a expresar, muestran ese poder estético que una obra debería poseer. Estética y mensaje. Una joya literaria. 

Cristià Serrano