el bosque de los suicidas

Opinión:

Conocí la historia del bosque Aokigahara hace mucho tiempo en un programa de misterio, y me fascinó desde el primer momento. Era real. Sí, había leyendas alrededor de las almas del bosque pero también era un hecho cierto que muchas personas acudían a aquel lugar para suicidarse. Tremendo. El Torres y Gabriel Hernández se basan en estas historias para crear la suya propia, y el resultado es sobresaliente.
 
En todo el álbum predominan la oscuridad, los ambientes tenebrosos, las imágenes tétricas, el mundo fantasmal y la soledad del bosque, con la maestría de un Gabriel Hernández que ya se veía magnífico en "El velo" (cuyo guión también escribió El Torres)
 
Exceptuando el personaje de Alan, el resto son japoneses, de modo que el chico rubio resalta físicamente en esta novela gráfica coral y se agradece, no obstante Hernández dibuja y distingue tan bien a cada personaje que no se confunden, y para los ojos europeos esto es de agradecer, pues tendemos a verlos a todos iguales.
 
La historia es terrorífica, ¿o debería decir fantásticamente terrorífica? Para los amantes del terror japonés entre los que me encuentro, "El bosque de los suicidas" es una caja de bombones. El Torres ha sabido proponer una historia creíble dentro de lo paranormal, tomando un par de dramas personales (Masami y Alan / Ryoko y su padre), algún que otro personaje vicioso (Takashi), y añadiendo conflictos de competitividad entre Ryoko y Taro, uno de esos tipos a los que odias irremediablemente poniéndote enseguida de parte de la joven. Para el elemento fantástico ha tirado de las leyendas y de un monje que aun situándolo en la actualidad viene con ritos del Japón medieval, para acabar de redondear la historia.
 
Las imágenes de "El bosque de los suicidas" son impresionantes. La oscuridad no impide ver la palidez de los fantasmas, es más, los resalta, del mismo modo que resalta el dolor, la sangre, las heridas... Los detalles que se te puedan escapar en una primera lectura puedes recuperarlos en una segunda, o incluso te vendrá bien leer el epílogo que escribe El Torres titulado "Un paseo por Aokigahara", donde por cierto cuenta una anécdota genial que tiene que ver con el gato que aparece en el tebeo (leedla, es tan imperdible como absurda). El rito que propone Ryoko, dormir con el muerto para evitar que su alma se convierta en un onryo, es tremendísimo, de esos que ponen los pelos de punta, pero no será la única escena que aterrorice: Ryoko rodeada en el bosque, un fantasma en la morgue, la locura arañando el cerebro de Alan y otros momentos extremos convierten a este tomo en un lujazo para los amantes del terror.
 
Recomendadísimo, para mí ya uno de mis favoritos.
 
Anika Lillo