Anika entre libros

Rosa Regàs (Contra la interpretación. Susan Sontag)

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Rosa Regàs

(Escritora)

Contra la interpretación Susan Sontag
17/08/07

SUSAN SONTAG: EL CORAJE DE LA VOZ Y LA PALABRA
Conocí a Susan Sontag, de la manera que conocemos a los escritores, es decir, leyéndolos, a finales de los sesenta, cuando publicó Contra la interpretación en la Editorial Seix Barral. No fue entonces un descubrimiento tal vez porque en aquellos años había para mí tantos descubrimientos que se solapaban unos a otros, luchando entre sí para permanecer en mi conciencia profundamente asombrada. No fue hasta más tarde, cuando comencé a entrar en su obra y a conocer sus palabras, su compromiso y sus actividades, cuando aquella Contrainterpretación hizo mella en mí de un modo que todavía hoy no me ha abandonado.

Aunque ya había escrito dos novelas, The benefactor y Death Kit aparecía en esta obra de ensayos como la portavoz de un movimiento intelectual de una cierta juventud norteamericana. En la contracubierta del libro, junto a una fotografía de sus espléndidos treinta años que en mi imaginario no ha podido borrar ninguna de las que le han seguido, se justificaba el inmenso éxito obtenido en los Estados Unidos por "su estilo incisivo, directo e irónico y la actualidad de los temas que trata".

Fue entonces cuando me di cuenta de la cantidad de talento que ha de acumular una sola mente humana para conjugar en igual proporción e intensidad, la calidad literaria -fue novelista, periodista, directora de cine y de teatro- y el compromiso con la sociedad de su tiempo. Compromiso y calidad literaria que supo mantener en paralelo con la lucha contra el cáncer que se le diagnosticó en 1976. De sus experiencias cuando los médicos le dieron solamente cinco años de vida, es su impresionante libro La enfermedad y sus metáforas. Aquellos cinco años, y bien puede pensarse que en buena parte gracias a su tesón y lucha, se han convertido en más de veintiocho, ya que hasta 2004 el cáncer no logró vencerla.

Ya en la década de los setenta viajó a Hanoi y muchos años más tarde a Sarajevo en Bosnia. Doy estos dos viajes como ejemplos de su interés por conocer de primera mano conflictos brutales a los que prestó su voz y su compromiso, pero hubo otros muchos. Con o sin ellos Susan Sontag dedicó su vida a la defensa de los derechos humanos, criticó el establisment, denunció a los opresores y pidió la intervención de los países occidentales cuando le parecía urgente y oportuno. Su voz crítica, su protesta, no perdonaron la menor injusticia ni barbarie. Se enfrentó al escritor austriaco Meter Handke por defender la ideología servia, echó en cara al escritor colombiano Gabriel García Márquez que no protestara contra las ejecuciones y las penas impuestas por Fidel Castro a los disidentes en Cuba, criticó a Bush con dureza, fue implacable con Sharon, puso en ridículo a Berlusconi, y al mismo tiempo siguió escribiendo obras tan exitosas y bellas como El amante del volcán en 1992, En América en 1999 y Ante el dolor de los demás en 2003, además de infinidad de artículos en los periódicos de todo el mundo.

Se sabía, y así lo pregonaba, "ciudadana del imperio estadounidense" y no se cansó de repetir que su país había sido fundado sobre el genocidio de una raza de otro color y más atrasada. Y al final de los noventa afirmó que "la raza blanca es el cáncer de la historia de la humanidad; es sólo la raza blanca -sus ideologías e invenciones- la que allá donde va erradica a las civilizaciones autónomas, la que deshace el equilibrio ecológico del planeta y la que ahora amenaza la misma existencia de vida".

Estoy segura de que Susan Sontag, hoy, para que comprendiéramos la brutalidad del emperador del mundo, no habría dudado en afirmar que la horripilante devastación del sudeste asiático que tanto dolor y muerte ha provocado, es tan espeluznante y con igual número de víctimas inocentes que el provocado por Bush en Irak.

Que su memoria no se extinga, que su influencia perdure. El tiempo pasado desde que murió no cuenta a la hora de tener presente su coraje y su inteligencia, tal como ella la entendió. "La inteligencia, declaró, la inteligencia que merece la pena defender es crítica, dialéctica, escéptica y compleja".
Firma: Rosa Regàs

 

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