Anika entre libros

Manuel Nonídez (El retorno de los brujos. Louis Pauwels y Jacques Bergier)

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Manuel Nonídez

(Escritor)

El retorno de los brujos Louis Pauwels y Jacques Bergier
En el setenta y uno ya conocía a Paul Éluard, (Eugène Grindel en las credenciales), al menos una parte ínfima de su obra. El comunismo permanecía vivo, pulsante, pero en clandestinidad, y sus poemas eran casi fruta prohibida. Por eso, encontrar su nombre citado en un libro impreso en España, «Hay otros mundos, pero están en este», causaba cierta sorpresa. Todo se aclaraba al leer en los créditos que Plaza & Janés había negociado los derechos de «El retorno de los brujos» con la suiza Ferenczy Verlag para su colección «Otros mundos». Hoy, óptica de la edad por medio, la obra de Pauwels y Bergier se deshace, ingenua, en las manos, pero con diecisiete años y las hormonas en pleno proceso de evolución y crecimiento, me resultó un libro revelador, iniciático, un viaje alrededor del mundo, de los otros mundos de Éluard, sin ensuciarse los zapatos. El síndrome del viajero quieto.

Lector compulsivo, para el verano del setenta y uno, London, Lovecraft, Bierce, Stevenson, Verne, Poe y otros tantos, aguardaban en las estanterías pacientes relecturas posteriores. Los clásicos nacionales e italianos eran viejos conocidos de bachillerato, y ya había matado al ruiseñor a sangre fría cuando «El villorrio» de Faulkner en la «Colección Reno» de Caralt, editor, hacía tiempo se travestía de «El largo y cálido verano» en la gran pantalla. Buscaba entonces, sin saberlo pienso, nuevos autores y nuevas novelas, cuando un universo pleno de ellas me cayó al lado, y lo que era mejor: aún sin escribir. Alquimia, Atlántida, Mu, sociedades secretas, conocimientos perdidos, el santo Grial, manuscritos olvidados, esoterismo templario... La literatura de géneros, es decir, la literatura, porque para toda ella existe un tipo, una tendencia, una maldición, se me ampliaba con el Realismo Fantástico (cuidado, no confundir con Fantasía, o con Terror, aunque sean perfectamente compatibles), y maridaba con provecho con la novela de aventura en aquel verano madrileño, aburrido, caluroso, y con un par de asignaturas que sacar adelante. «El retorno de los brujos» y «La rebelión de los brujos», fueron la señal de partida, su secuela posterior fue ampliando los enunciados: pilas eléctricas en el museo de Bagdad; biblioteca lítica de Ica; figurillas de Acámbaro; moais en la isla de Pascua; muros incas imposibles; el Arca de la Alianza; los dibujos de Nazca; el poder de las pirámides; constructores de catedrales; la máquina del Maná; los carros de fuego del ezequieleños; la Sábana Santa… Ensueños, claro, pero al cabo qué otra cosa es la literatura.

Aún hoy la onda producida por aquel libro continúa expandiéndose en el mar de las letras imbricada en la novela histórica y en la novela negra, y aunque los grandes "misterios" lo sean cada vez menos por culpa de que tiempo y decepción suelen ser sinónimos, y porque muchos han perecido en los últimos treinta y tantos años desmembrados por la ciencia y el conocimiento (palabras temibles ambas), no ha desaparecido en el lector el interés por lo oculto, por lo inexplicado, quizá por ser consciente de que nada existe más embustero que la realidad y con ella se atreve a diario. Pese a quien pese, él siempre sabe quién es el asesino cien páginas antes que el autor.

Julia Navarro, Peter Berling, Matilde Asensi, Catherine Neville, Paul Sussman, Elizabeth Kostova…, y tantos otros, son consecuencia directa o indirecta de aquella tarde de verano que alguien puso a mi alcance «El retorno de los brujos». De acuerdo, también Dan Brown. Pese a que maldigo el tiempo perdido en leer su «Código», no puede obviarse el mérito de poner en marcha a tantos lectores que antes no lo eran. Eso mismo, aunque en círculo doméstico, hizo en su tiempo Marcial Lafuente Estefanía y, que yo sepa, nadie le ha rendido homenaje alguno. Habrá que solucionar semejante despropósito.
Firma: Manuel Nonídez 
 
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