José Manuel Sánchez Gamboa (El Hobbit. J. R. R. Tolkien)
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José Manuel Sánchez Gamboa
(Escritor)
El Hobbit J. R. R. Tolkien
Elegir entre un montón de lecturas aquélla que te haya dejado un recuerdo significativo no es tarea fácil. Cada libro, cada cuento, cada poema deja una pequeña impronta en el lector; negativa o positiva, eso nunca se sabe pero, sin duda, las lecturas cuyo recuerdo merece ser preservado mediante el boca-oreja son las que, de algún u otro modo, nos dejan una grata sensación.
En mi caso me decanto por El Hobbit de J. R. R. Tolkien porque precisamente llegó a mis manos a través de un amigo al que le había entusiasmado y pretendía eso: que el placer que había experimentado al leer una novela maravillosa se extendiera a los demás.
Fue en el año '90 ó '91, yo todavía estaba en el instituto y mis lecturas, aparte de las obligatorias, se orientaban al terror y la ciencia-ficción. Había oído hablar de El Señor de los Anillos, aunque imaginaba un pesado 'tocho' de corte fantástico medieval, más próximo a la saga artúrica que a lo que realmente es. De todas maneras, la fantasía siempre me había atraído, pero las intrigas palaciegas y los misterios de la corte me desanimaban a leer más sobre este género. Para mí, a pesar del alto componente fantástico, se asemejaban demasiado a la realidad de los hombres, a la historia que ya conocíamos, a la Edad Media.
Un poco antes de las vacaciones de Navidad, enfermé. Un gripazo de esos que te obligan a estar dos o tres días en casa. Aquel compañero venía a verme y a traerme los deberes. Hablando, hablando... me explicó algo sobre los juegos de rol y el mundo en el que se desarrollaban (los más conocidos, claro). Una cosa llevó a la otra y me contó cómo el maestro Tolkien había creado su particular universo. Me puso los dientes largos y, aunque le costó porque le tenía un cariño especial, accedió a dejarme El Hobbit. El libro de Tolkien en su edición de Minotauro en tapa dura, cayó en mis manos y empecé a devorarlo arropado en mi cama al cobijo del frío del invierno sumergido en los efluvios del Vicks Vaporub.
Nada más empezar, con la llegada de Gandalf y los enanos a Bolsón Cerrado, me di cuenta de que aquélla no era una novela más de reyes y caballeros contra dragones y brujos. La fantasía se hacía patente desde la primera página. Me cautivó la historia y la forma de narrarla de Tolkien. Era lo que siempre había esperado del género fantástico. Lo tenía todo: aventuras, bosques oscuros, maravillosos escenarios, batallas, monstruos…
Cuando acabé la novela no pude remediar pensar que había leído sobre una Historia alternativa a la que nos enseñaron en el cole. Al poco me la compré para tenerla. Era un libro que tenía que ser mío para poder disfrutarlo cuando quisiera. Gollum, Bilbo, las arañas del Bosque Viejo, Gandalf… Cuando mi amigo me dijo que la historia continuaba en El Señor de los Anillos, me emocioné pero dada su extensión, decidí sacrificarme y esperar a las vacaciones de verano, con más tiempo.
El día de Sant Jordi (23 de abril) del siguiente año, me lo regalé. Una edición de lujo ilustrada por Alan Lee y también de Minotauro. En verano lo devoré, pero las emociones que me transmitió ya formarían parte de otro gran recuerdo.
Gracias, señor Tolkien.
Firma: José Manuel Sánchez Gamboa
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