José Ángel Mañas (Tarzán de los monos. Edgar Rice Burroughs)

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José Ángel Mañas

(Escritor)

Tarzán de los monos Edgar Rice Burroughs

Aunque sea una obviedad, hay que recordar que uno escribe porque primero ha leído, y mi caso no es ninguna excepción a la norma. Siendo crío yo ya era un lector voraz y, como es de imaginar, sobre todo de novela. De hecho una de las imágenes que guardo de mi niñez es precisamente esa: mi madre apagando la luz y cerrando la puerta de mi habitación y yo encendiendo a renglón seguido una linterna debajo de las sábanas para continuar leyendo. A veces también esperaba hasta que oía que sus pasos se alejaban, que se encendía el televisor, y entonces salía sigilosamente al pasillo y me encerraba en el cuarto de baño con mi libro.

Con los años me he dedicado a rememorar qué es lo que leía con tanta pasión, durante esas noches de infancia, metido bajo las sábanas, o encerrado en el baño; cuales eran, en definitiva, mis primeros "chutes literarios", si me permitís la expresión. Y siempre se me viene el mismo título a la cabeza: la serie novelesca de Tarzán de los Monos, de Edgar Rice Burroughs, que no tiene -me permito recordarlo- nada que ver con algunas películas chorras que hemos tenido que sufrir a la postre.

La serie novelesca es estupenda y yo cuando me veo, con siete años, leyendo debajo de las sábanas, con la linterna, lo que estoy devorando son aquellas ediciones en tapa dura y con una portada chillona y kitsch que publicaba en su momento una editorial ya desaparecida.

La verdad es que hasta donde me alcanza la memoria, la primera imagen narrativa fuerte que tengo sigue siendo la del arranque de la saga, cuando, tras haber naufragado, los padres de Tarzán alcanzan la costa de África y se dedican a sobrevivir, como buenamente pueden, en plan Robinson Crusoe. Al final, en la cabaña que han construido junto a la playa, son descubiertos por uno de los machos más agresivos de la tribu de simios que después acogerá a Tarzán, el cual, ni corto ni perezoso, se desembaraza de la pareja. Y en esa cabaña es también es donde, poco después, se presenta la que será la madre adoptiva de Tarzán: una mona que ha perdido a su bebé y que, incapaz de hacer su duelo, se dedica a pasearse por doquier con su monito muerto en brazos. Entonces se encuentra con que, junto a los cadáveres de los dos adultos, está Tarzán llorando en la cuna y, con toda la delicadeza del mundo, coge al bebé humano para dejar en su lugar el cuerpo de su hijo muerto.

Es una imagen indeleble, grabada con hierro candente en mi memoria. Y si, según Stevenson, la marca del buen narrador es esa capacidad de "encarnar un personaje o una emoción en una acción o una actitud que se grabe para siempre en los espíritus", tengo que decir que Edgar Rice Burroughs conmigo lo consiguió.

Firma: José Ángel Mañas  5-Septiembre-2007