David Jasso (Phyton. Tebeo)
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David Jasso
(Periodista y escritor)
Phyton (tebeo)
Las clases no iban demasiado bien (el concepto de quebrados era muy complejo para mi joven mente despistada) y para colmo el imbécil de Checa me hacía los recreos insufribles (se metía el dedo en el culo y me perseguía con su índice maloliente, en el más puro estilo South Park). En casa las cosas tampoco eran muy halagüeñas: discusiones, castigos, gritos, golpes...
Los chiripitiflaúticos comenzaban a parecerme estúpidos, y los hermanos Malasombra y su absurda cancioncilla me producían vergüenza ajena, ¿cómo me podían haber gustado alguna vez? En la soledad de mi habitación, huyendo del mundo que me perseguía, buscaba universos en los que esconderme, magia que me iluminara, esperanza para el día siguiente. Y allí encontré a Python, la serpiente mecánica gigante, tripulada por dos intrépidos jóvenes que luchaban contra los monstruos de los pantanos y otras amenazas de ultratumba.
Por supuesto ya había leído muchas otras cosas con anterioridad. Pero este tebeo me caló muy hondo, no sé demasiado de él, desconozco la editorial, el dibujante o el guionista, y ni siquiera en Internet he podido localizarlo. Con posterioridad he leído libros magníficos, grandes obras maestras de literatura, historias absorbentes y maravillas imaginativas, pero esa noche, en la cama, con la tristeza durmiendo a mis pies como un cachorro apaleado, me adentré en sus páginas fantásticas y en su trama sencilla. Escapé de mi dormitorio, recorrí ciénagas y piloté serpientes de metal. Vencí a malvados, sobreviví a la injusticia y envolví mis sueños con brillos en blanco y negro, líneas cinéticas y onomatopeyas desproporcionadas.
A la mañana siguiente, embutido en mi viejo abrigo de paño y rodeado por mi churrupeteada bufanda, volví a recorrer en soledad el camino lleno de charcos hasta el colegio. Pero ya no era el mismo mundo, esa mañana ya no temía a los quebrados, ni siquiera a Checa, le haría comerse su apestoso dedo. Al menos en mi imaginación, porque mi cartera con el dibujo del oso Yogui, ya no era una simple cartera, era el volante de control de mi propia serpiente gigante.
Firma: David Jasso
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