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Otra casa tomada. Norberto Luis Romero

Ccuentos Autor:
Norberto Luis Romero (Córdoba, Argentina. 1951)

Web Oficial: www.norbertoluisromero.com

Participa con: "Otra casa tomada"

 

Sobre Norberto Luis Romero:


Norberto Luis Romero nació en Córdoba, Argentina (1951). Escritor y profesor de cinematografía. En 1983 publica en Editorial Noega, de Asturias, su primer libro de cuentos, "Transgresiones", con el que obtuvo el primer premio otorgado por esta editorial. Entre sus numerosos galardones destacan el "Hucha de Plata", en 1994; ese mismo año, la novela breve El lado oculto de la noche, obtiene el segundo premio convocado por la "Asociación de Críticos y Comentaristas de Arte de Miami"; en 1996, Canción de cuna para una mosca doméstica, es Premio "Tiflos" de libro de relatos convocado por la ONCE (Organización Nacional de Ciegos Españoles); en 1998 es el "Antonio Machado de relatos" - del que fue en cuatro ocasiones fnalista -; y en 1996 es galardonado con el "Ciudad de Huelva". En 1983 publica en Alción Editora "Transgresiones"; y tras en largo silencio aparece en 1996 "El momento del unicornio", en Ediciones Nobel, de Asturias simultáneamente con su primera novela "Signos de descomposición", en la editorial Valdemar, de Madrid, donde en 1999 aparece su segunda novela "La noche del Zepelín" y en 2002 "Isla de sirenas", en Leaping Dog Press, de Virginia, el libro de relatos "La última noche de Carnaval", ambos en traducción de H.E. Francis. Sus relatos aparecen habitualmente en prestigiosos periódicos revistas literarias y antologías de España, Argentina, Canadá, Estados Unidos, Francia y Alemania. Tanto sus narraciones breves como sus novelas han merecido elogiosas críticas en la prensa especializada y muy buena acogida entre los lectores, quienes lo consideran como un "escritor de culto", tanto por su estilo directo y ágil, como por la temática poco convencional y muy arriesgada.

 

Bibliografía (hasta el momento de participar en Comenta-Cuentos):

¬ Transgresiones (1983 y de nuevo en 1986)
¬ Canción de cuna para una mosca doméstica (1987)
¬ El momento del unicornio (1995)
¬ Signos de descomposición (1996)
¬ La noche del zepelín (1999)
¬ El lado oculto de la noche (2000)
¬ Isla de sirenas (2002)
¬ Ceremonia de máscaras (2003)
¬ The last night of carnival and others stories (2004)
¬ Bajo el signo de Aries (2005)

* ver Norberto Luis Romero en Anika Entre Libros

 

Otra casa tomada

Aquel viernes, como todos los viernes, el matrimonio Rosales regresó a las doce menos cuarto de la noche de su cena frugal en un restaurante caro, previa a la función de cine. Un taxi los dejó a la puerta. A las doce y media ya estaban en la cama. Antes de dormirse, hicieron un par de comentarios:

-Él está magnífico, como siempre.

-Pero el final es un poco triste- dijo ella.

-Tú siempre lloras.

Se dieron las buenas noches y se durmieron.

Eran las dos en punto de la madrugada, cuando él despertó creyendo haber oído un ruido abajo, en el salón. Se incorporó y agudizó los sentidos. A su lado, ella dormía apaciblemente, como un animalito cansado.

Distinguió con claridad un sonido metálico, leve, corto, y al cabo de unos instantes, murmullos. "Ladrones", pensó, y el corazón se le aceleró con violencia. La primera disyuntiva fue la de despertar o no a su mujer; la segunda, si estarse en silencio o producir algún ruido que advirtiese a los ladrones de su presencia en la casa. Durante los segundos de duda, el tiempo le pareció sin fin. Pensó: "los ladrones han estado vigilándonos, nos han visto salir, pero no regresar, y creyeron que aún estábamos fuera. Decidió despertar a su mujer procurando no alarmarla.

La llamó suavemente. Ésta abrió los ojos como emergiendo de una espesa capa de bruma, velado su cerebro por la confusión.

-¿Qué pasa?

-Abajo hay ladrones, creo- musitó.

Ignoradas razones o profundos temores llevaron a los Rosales a permanecer sentados en la cama a oscuras, en un profundo silencio, alertas, pero sin mover un dedo. Desde allí oyeron voces, risas, sonidos habituales: la televi-sión, el tintinéo de la loza y los vasos, retazos de conversaciones entre varios individuos: hombres y mujeres. Esto duró hasta las cuatro de la mañana. A esa hora oyeron la puerta de calle abrir y cerrarse, y las voces y sonidos se desvanecieron en la oscuridad. Nuevamente volvió a quedar la casa sumida en el silencio habitual.

Después de dejar pasar unos minutos precautorios, decidieron bajar. Sin dar las luces, tímidamente, como ciegos descendiendo por una escalera desconocida donde cada escalón tuviera un tamaño y una altura diferentes, bajaron, atravesaron el distribuidor y entraron en el salón. Allí permanecieron de pie, en el silencio más absoluto, hasta que él decidió encender las lámparas. Había humo en el aire, y un cargado olor a comida y a humanos satisfechos. Sobre la mesa baja hallaron el cenicero repleto de colillas y un libro manoseado, que no reconocieron como suyo, marcado en la página 19 con un billete de metro.

Él lo abrió por la página marcada.

-¿Qué dice?- se interesó ella.

-No lo sé, no llevo las gafas... parecen dibujos- Y volvió a dejarlo como lo encontró.

No advirtieron otra cosa fuera de sitio. Sin hacer más comentarios, se miraron una y otra vez, azorados.

En la cocina había indicios contundentes, que demostraban que se había cocinado: migas de pan en la encimera, aceite aún tibio en la sartén de hierro, un tenedor sucio, varios vasos manchados de carmín, y restos de comida en el cubo de basura. Él se llevó a los labios uno de los vasos:

-Es nuestro vino.

Ella se alzó de hombros.

Volvieron a la cama, aunque no pudieron dormir.

Al día siguiente, investigaron con prolijidad toda la planta baja para comprobar si faltaba algo, y sólo echaron de menos algunos comestibles y bebidas. Se sentaron en el sofá, él se puso las gafas y hojeó el libro hallado:

-No debes mirarlo- dijo a su mujer, volviendo a dejarlo en la mesa.

Ella apenas le hizo caso, miraba con preocupación las migas sobre la alfombra.

No se habían llevado nada, ningún objeto de valor; tampoco nada irrelevante, únicamente habían cenado, mirado televisión y olvidado ese libro obsceno, que los Rosales no se atrevieron a tirar a la basura por respeto. Decidieron evitar contratiempos, dar vanas explicaciones, y no acudieron a la policía. Tampoco llamaron por teléfono a sus hijos. Lo mantuvieron en secreto, pues les pertenecía. Esa noche hablaron mucho antes de dormirse y, cada tanto, callaban creyendo oír ruidos.

Pero el viernes siguiente, ya en la cama, aunque despiertos sin poder conciliar el sueño, volvió a ocurrir lo mismo a la misma hora. Esta vez el volumen del televisor fue más alto, los ruidos, las voces y las risas más claros, sin recato alguno, abiertamente naturales y espontáneos. Y a las cuatro, volvieron a irse dejando está vez un poco más de revuelo, de desorden, pues ni siquiera tiraron los restos de comida a la basura, sino que dejaron los platos sucios esparcidos. El libro estaba marcado en la página 45, pero en lugar de hallar un billete de metro entre sus páginas, había un mondadientes. De nuevo faltaron víveres, no otra cosa, y nuevamente callaron.

Lo que más contrarió a la señora Rosales fue la falta de cuidado, de higiene, de buenas costumbres.

-Podrían ser un poco más considerados- dijo mientras tomaba con la punta de los dedos un resto de queso y se lo llevaba a la boca.

-Está rancio y reseco...

Durante meses, todos los viernes a las dos en punto, los Rosales recibieron esta visita, a cuyos ruidos se habían ido habituando al extremo de no perder el sueño, y que únicamente cenaba, miraba la televisión y leía ese libro, para marcharse a las cuatro de la madrugada, dejando la nevera y la despensa vacías, todo desordenado y sucio.

El verdadero trastorno para la señora Rosales era tener que pasarse buena parte del sábado limpiando y poniendo orden; mientras su marido acudía al supermercado más próximo para reponer víveres.

Mientras repasaba el polvo, no pudo reprimir la tentación y abrió ligeramente aquel libro por la página marcada. Volvió a cerrarlo de inmediato, sin ruborizarse.

Con el tiempo las visitas fueron extendiendo el espacio de sus veladas hacia el resto de la planta baja, utilizando, además del salón y la cocina, el lavabo, la pequeña sala de estar y el cuarto que había sido de la criada. También fueron prolongando la duración de las visitas y acentuando su descuido y desorden. Se marchaban a las 8 o las 9 de la mañana, pero siempre antes de que los Rosales se levantasen.

Al cabo de casi dos años y medio, una madrugada no se presentaron. La señora Rosales fue la primera en despertarse sobresaltada al no oír nada. De inmediato lo hizo su esposo. El silencio hería sus oídos. Se miraron sin decirse palabra.

Esa noche no pegaron ojo. A la mañana siguiente todo estaba en orden, limpio. Durante horas vagabundearon inútilmente por la plata baja en busca de indicios.

No volvieron a dormir ningún viernes más, pues desde que las visitas dejaron de venir, los Rosales pasan la noche en la planta baja, comiendo y bebiendo, ensuciándolo todo, mirando la televisión a todo volumen, y leyendo ese libro obsceno en el que marcan la lectura con un palillo usado.

© Norberto Romero



COMENTARIOS SOBRE EL RELATO

Pilar López Bernués (pilarlb)

Me ha parecido genial. Lo que se intuía como un relato de terror, o terror psicológico, da un giro total al final. Es asombroso hasta qué punto somos "animales de costumbres".

El estilo es rápido y atractivo, se mantiene el interés... Me ha gustado mucho.



Iván Humanes

Debo confesarme un Norbertoadicto. He leído con interés sus cuentos desde hace tiempo y el riesgo que asume le vale el calificativo que la prensa le da a su obra de "poco convencional y muy arriesgada".

"Otra casa tomada" evita recaer en su relato madre, es nuevo y directo, sin titubeos. El final, el último párrafo, despatarrante y definitivo.

Iván Humanes Bespín.



Travis

Un relato que homenajea el magistral cuento de Julio Cortázar cuenta con mis simpatías ya desde el título. Me ha gustado la manera en la que la pareja se acomoda al absurdo de la situación y el looping final podría interpretarse como que todo lo ocurrido ha sido una premonición o una especie de dislocación del espacio-tiempo. En todo caso enhorabuena.



Joseph B. Macgregor

Pues de nuevo, como sucede con el último relato de este mes, quizá sea necesario conocer el texto del cual partió el autor para realizar su cuento: Casa tomada del genial Julio Cortázar para llegar a apreciarlo en toda su profundidad.

En este caso, en vez de tratar de hacer un remake (por otro lado, pienso que imposible) del original, el autor ha optado por el mismo planteamiento inicial del texto de Cortázar para enseguida darle otro enfoque, cambiando la angustia y la atmósfera del original por un tono más dirigido a la comedia o lo satírico. Mientras que en el relato de Cortázar, lo importante era la descripción de esa presencia extraña en la casa QUE CADA VEZ VA OCUPANDO MAYOR ESPACIO, hasta el punto que la pareja protagonista debe tomar una drástica decisión, aquí sin embargo, "los nuevos visitantes" traen el desorden, el caos, la suciedad... a la nueva casa tomada. Es decir, un nuevo tipo de vida a la cual terminan acomodándose los propietarios.

Si no puedes vencerlos, únete a ellos.

Un divertido ejercicio de estilo, sin duda alguna. Pero además, el desarrollo narrativo denota una enorme inteligencia y una gran originalidad (aunque se inspire libremente en otro cuento anterior) sobre todo a la hora de resolver el conflicto de la pareja protagonista.



Miguel Angel León Asuero (maleon)

Un relato que te coge de la mano y te lleva derechito, y sin el menor rodeo a lo largo de toda la historia hasta un final mucho más que significativo. Somos animales de costumbres... Y tal vez por eso nos acostumbramos a ser animales...

¡Enhorabuena!



Carobece

Es un muy buen relato porque te mantiene los pelos de punta y con los cinco sentidos atendiendo su continuidad.

Me dejó con muchos interrogantes: ¿Quién o qué era eso que los visitaba? ¿Qué buscaba? ¿Qué le pasó? ¿Porqué ese libro?

En fin... Engancha y te conecta al personaje.

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Comentarios de los lectores:

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