Comenta cuentos
Glorietas. Manuel García Rubio
Autor: Manuel García Rubio (Montevideo, Uruguay. 1956) Web Oficial: Participa con: "Glorietas" |
Sobre Manuel García Rubio: |
Manuel García Rubio reside en Asturias desde los 10 años. Ha practicado con éxito el ensayo, y algunos de sus relatos breves figuran en antologías españolas e hispanoamericanas. Fue miembro del jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2006.
Bibliografía (hasta el momento de participar en Comenta-Cuentos): |
¬ Amores que atan (relatos)
¬ El sentido de las cosas
(1989)
¬ El efecto devastador de la
melancolía (1997)
¬ La garrapata (1998)
¬ Green (Premio Apolo
2000)
¬ España, España (2003)
¬ La edad de las bacterias
(2005)
¬ Las fronteras invisibles
(2005)
* ver Manuel García Rubio en Anika Entre Libros
Glorietas
Como todas las mañanas desde que le invadiera aquella súbita
crisis de melancolía, don Camilo Uría se levantó de la cama, estiró
las piernas con un breve paseo alrededor de la mesa camilla, y
luego se instaló en su mecedora, junto al ventanal del dormitorio.
Apostado de esta forma en su atalaya del piso quinto, en la calle
Colón, el buen hombre columbraba el mundo con desconcierto. El
mundo de don Camilo no iba mucho más allá de El Escorialín; pero,
incluso así, aquel minúsculo trozo de planeta le venía dando
motivos sobrados para la zozobra. Cambiaba. Oviedo cambiaba de
prisa. Don Camilo tenía sesenta años, estaba jubilado y aún no
había conseguido librarse de la pajarita para salir de casa. Sin
embargo, la ciudad que lo vio nacer ya había dejado atrás la piel
de Vetusta. Y la de Pilares. Y cabalgaba sin rumbo hacia un nuevo
seudónimo con el que, tal vez, se quedaría para siempre.
Villaglorietas, por ejemplo. Sí, Villaglorietas: así de impersonal;
intercambiable con el de cualquier poblado-dormitorio de las
afueras de Madrid.
Y es que el invento de las glorietas lo sacaba de quicio, confirmó
mientras contemplaba la que, semanas atrás, le habían plantado a
los pies de su vivienda. Ahí estaba con su jardín intransitable,
erigida en túmulo del escenario de su infancia, aquel territorio
que mucho tiempo atrás le brindara grillos, y musarañas, y
margaritas del amor, y espacios abiertos sobre los cuales imaginar
una vida de romanos, y de corsarios, y de hazañas bélicas en la
División Azul. Glorieta: despectivo de gloria. Decían los técnicos
municipales que, con ella, el tráfico quedaba mejor distribuido.
Pero no habían sido capaces de suprimir los semáforos, de modo que,
al cambio, le habían hecho un pan con buenas tortas.
No por casualidad, los accidentes se sucedían unos a otros con
terca rutina. Don Camilo lo había advertido por escrito al
mismísimo alcalde, pero en el ayuntamiento ya estaban acostumbrados
a sus quejas extemporáneas, sin más fundamento que el de la
nostalgia. "Oviedo no puede dejar de mirar hacia adelante", le
respondieron a través de un oficio susceptible de recurso en plazo
de un mes.
Pero don Camilo sabía que algo fallaba y había decidido cargarse
de razones. En una libreta tenía anotadas las combinaciones de
señales de los semáforos que regulaban el acceso a la glorieta.
Éstas variaban según la intensidad de la circulación. Sin embargo,
a don Camilo no le costó hacerse con las claves después de largas
jornadas de vigilancia. Por ejemplo, a las nueve de aquella mañana
de viernes, la secuencia de órdenes en rojo, verde y ámbar eran las
siguientes: primero, entrada de los vehículos procedentes de
Marcelino Suárez: quince segundos; luego, incorporación de los que
llegaban por Argañosa: veinte segundos; por fin, permiso para los
de Teijeiro -trece segundos- y Ramiro I -otros trece-. En el
tránsito de uno a otro paso, cinco segundos de amortiguación en
signo amarillo parpadeante. Una cronología de apariencia
perfecta..., si no fuera porque los trastazos eran cotidianos: un
mecanismo como aquél, en efecto, diseñado por el cerebro del
hombre, jamás podría llegar a la perfección.
Cronómetro en mano, don Camilo hizo siete verificaciones. "Todas
satisfactorias", habría anotado en su libreta si realmente le
hubieran producido satisfacción. Mas, al realizar la octava,
advirtió cómo uno de los semáforos incumplía la norma por la que
debía regirse. Aterrado, fue testigo, así, de una brutal colisión
entre dos coches, que a punto estuvo de segar la vida de ambos
conductores. De inmediato acudió al lugar del accidente y comunicó
su versión del mismo al oficial que se encargó del atestado, mas
éste se negó a aceptar un testimonio que no hacía más que
complicarle la existencia. Esa noche, don Camilo no pudo dormir.
Aunque en su fuero íntimo supiera próxima la prueba definitiva de
sus tesis, aquella que demostraría que las glorietas son a Oviedo
lo que la zorra a las gallinas, le descorazonaba la tozudez de los
responsables de tráfico, a los que la amenaza de dos muertes los
mantenía en el nirvana administrativo; o sea, sordos, mudos e
impasibles. Así que, a la mañana siguiente, regresó a su base de
vigía, en su dormitorio, dispuesto a confirmar los cálculos. ¿Acaso
hubiera cometido algún error? Repasó la regla de funcionamiento del
juego de discos y, a continuación, la contrastó con su propia
observación. En efecto, su diagrama respondía con precisión de
relojero a las combinaciones de la red semafórica. Lo verificó una
y otra vez, y el resultado fue siempre el esperado. Pero he aquí
que, erre que erre, el mismo semáforo de la calle Argañosa que el
día anterior causara el accidente incumplió con su turno y por poco
provoca una nueva catástrofe. Por fortuna, todo quedó en un susto.
Aun así, don Camilo telefoneó a la policía municipal para advertir
el peligro que se corría con aquel caprichoso aparato: le
respondieron que el ordenador central tenía su propio sistema de
autochequeo. "Tecnología alemana", se cubrieron de autoridad. Luego
le dijeron que se relajara, que todo estaba bajo control, pero al
anciano le quedó la sospecha de que lo habían desdeñado en cuanto
reconocieron quién estaba detrás de la denuncia.
La tarde del sábado le pareció insoportable. El domingo se levantó
angustiado. Era muy temprano. En contra de su costumbre, salió para
comprar la prensa. Y, aunque supo con alivio que ningún accidente
había tenido lugar en la glorieta de sus desvelos, consideró una
irresponsabilidad no vigilarla de cerca: por más que lo negara la
policía, aquel semáforo con el que soñara toda la noche tenía
instintos asesinos. Por eso acudió a la llamada del deber y se
instaló junto a la malévola columna, dispuesto a abortar cualquier
intento de sabotaje. Con el reloj controló minuciosamente la
secuencia de las luces. Seguramente, el semáforo se sintió
observado y tuvo miedo; en cualquier caso, fuera o no esto cierto,
el artilugio cumplió a rajatabla, con una docilidad sospechosa, el
ritmo exacto que le correspondía.
Don Camilo no desfalleció. Se pasó el día completo al pie del
cañón, sin bajar la guardia, sin permitirse siquiera el lujo de
añorar los tiempos en los que la heroica ciudad dormía la siesta y
no gastaba en imaginación ni en recitales de Julio Iglesias. Hasta
que el cansancio pudo con él. Eran las once de la noche y ya apenas
circulaban vehículos por aquella parte de la ciudad. Don Camilo se
sentía orgulloso de sí mismo y bendecido por la gracia de saber que
el peligro cejaría por unas horas. Fue cuando escuchó el rugido de
un automóvil que, por su izquierda, se acercaba a gran velocidad.
Igualmente oyó el motor de otro coche que se aproximaba por su
derecha. Leyó en el cronómetro, levantó la cabeza, miró hacia el
disco criminal y dijo: "ámbar, tres, dos, uno, cero... ¡rojo!" Pero
el disco, lejos de responder a su orden, regresó a la luz verde.
Con horror, don Camilo vio que el semáforo del fondo permitía
igualmente el acceso a la glorieta. El choque sería terrible si no
hacía algo para impedirlo. No lo pensó demasiado: se lanzó a la
calzada e hizo señas al vehículo que venía por Marcelino Suárez
para que frenara. Pero el conductor, sorprendido por aquella
irrupción fantasmagórica, no tuvo reflejos suficientes para
evitarlo y, con un golpe atroz, lo lanzó a los pies del semáforo
asesino. En su viaje por los aires, don Camilo Uría se vio
ratificado en la certeza de que las glorietas no estaban hechas
sino para los ingleses.
Cayó inerte sobre la acera, con las piernas abiertas en tijera y
los globos de los ojos fuera de sus cuencas, hinchados, como
contemplando, despavoridos, el parpadeo de aquellas luces
antojadizas que ahora componían para él un réquiem de colores,
cínico y macabro.
© Manuel García Rubio
COMENTARIOS SOBRE EL
RELATO
Pilar López Bernués
(pilarlb)
Me ha gustado mucho. De manera divertida se ha expuesto un hecho
que todos conocemos: Lo "números" que somos cada uno de nosotros
para la Administración... ¿Quién no ha oído decir o comentado
alguna vez frases del tipo: "Cuando muera el hijo del alcalde o de
algún ministro puede que entonces hagan algo"?
Saludos cordiales
Miguel Angel León Asuero
(maleon)
¡Genial!
Me ha parecido estupenda la forma en que se ha expuesto el tema.
La visión de Don Camilo y la forma en actúa ante los cambios de su
ciudad.
Y habla de Oviedo como podría hablar de cualquier otra parte,
porque mi Sevilla está últimamente para llorar...
El autor tiene una facilidad enorme para transmitir, y eso es
fundamental, porque ya puede uno partirse la cabeza pensando frases
y construcciones, pero si no se consigue conectar con el lector,
todo es para nada.
Mi enhorabuena al compañero.
M. A. León
Carobece
Muy bien. Un argumento bastante trabajado que ofrece al lector una
historia diferente así se incluya un protagonista muy común, al que
la mayoría de veces hacen alusión los autores...
El comienzo está un poco enredado... No lo había entendido muy
bien y tuve que leerlo dos veces. Tal vez es porque se hace
referencia a palabras desconocidas para mí... Por ejemplo no
entendí muy bien esta parte: "la piel de Vetusta. Y la de Pilares."
¡¡¡No sé si el autor hace referencia a lugares!!!
En resumidas cuentas, es una buena historia. Tiene un hilo
interesante... Aunque el personaje del anciano no me gustó mucho.
Es muy común usar en las historias un anciano o un niño con
problemas... ¡¡¡Pero igual no habría nadie mejor que un anciano
para vigilar insistentemente un semáforo!!! Así que por ese lado
está muy bien.
¡¡¡Saludos!!!
Joseph B. Macgregor
Este relato es el que más me ha gustado de los cuatro.
Narrativamente es impecable. El personaje central genial,
entrañable...
La / el tragedia / misterio de las glorietas está contando con un
enorme sentido del suspense y del humor y sobre todo con gran
imaginación.
Los párrafos duran lo que tienen que durar. Es entretenido,
divertido... y como he dicho, entrañable.
Y por supuesto el desenlace no puede ser mejor, coherente e
impactante.
Manuel García
Rubio
Quote- maleon escribió
¡Genial! Me ha parecido estupenda la forma en que se ha expuesto
el tema. La visión de Don Camilo y la forma en actúa ante los
cambios de su ciudad. Y habla de Oviedo como podría hablar de
cualquier otra parte, porque mi Sevilla está últimamente para
llorar... El autor tiene una facilidad enorme para transmitir, y
eso es fundamental, porque ya puede uno partirse la cabeza pensando
frases y construcciones, pero si no se consigue conectar con el
lector, todo es para nada. Mi enhorabuena al compañero. M. A.
León
Me alegro mucho de que te haya gustado el relato. La verdad es que
las ciudades se están pareciendo entre sí cada vez más. Estamos
acabando con la bio y la urbanodiversidad. ¿Es esto el progreso? En
mi relato, el anciano (un carca) está contra el progreso en
general, pero el cuento milita en contra de determinado concepto
del progreso.
Saludos,
Manuel García Rubio
Quote- Carobece
escribió
Muy bien. Un argumento bastante trabajado que ofrece al lector una
historia diferente así se incluya un protagonista muy común, al que
la mayoría de veces hacen alusión los autores... El comienzo está
un poco enredado... No lo había entendido muy bien y tuve que
leerlo dos veces. Tal vez es porque se hace referencia a palabras
desconocidas para mi... Por ejemplo no entendí muy bien esta parte:
"la piel de Vetusta. Y la de Pilares." No se si el autor hace
referencia a lugares!!! En resumidas cuentas, es una buena
historia. Tiene un hilo interesante... Aunque el personaje del
anciano no me gustó mucho. Es muy común usar en las historias un
anciano o un niño con problemas... Pero igual no habría nadie mejor
que un anciano para vigilar insistentemente un semáforo!!! Así que
por ese lado está muy bien. Saludos!!!
Estimado amigo:
Muchas gracias por tu interés en el relato. Te aclaro que Vetusta
y Pilares son dos heterónimos de la ciudad de Oviedo. El primero se
lo dio Clarín en "La Regenta"; el segundo es de Pérez de Ayala, que
lo utiliza en varios de sus relatos.
Saludos,
Manuel García Rubio
Quote- josephb escribió
Este relato es el que más me ha gustado de los cuatro.
Narrativamente es impecable. El personaje central genial,
entrañable... La / el tragedia / misterio de las glorietas está
contando con un enorme sentido del suspense y del humor y sobre
todo con gran imaginación. Los párrafos duran lo que tienen que
durar. Es entretenido, divertido... y como he dicho, entrañable. y
por supuesto el desenlace no puede ser mejor, coherente e
impactante.
En un relato corto, todas las piezas deben ser coherentes, estar
unas al servicio de otras, y todas entre sí. Veo que Josehp lo ve
así, también, y me alegro mucho.
cuervo_granuja
Me gustó el relato. Es entretenido aunque se me hace raro al
anciano ahí esperando tanto tiempo en el semáforo aun sabiendo que
no le harían caso. Quizá otro anciano llamase a la televisión o
algo así, porque la opción de tratar de anotar nuevas
irregularidades no le serviría de mucho, pero me gusta cómo está
contado y cómo suceden las cosas.
Pasé un buen rato leyéndolo.
PD: Al principio se ve que no le gustan las rotondas porque son
algo que va contra lo bonito que es la naturaleza y esa añoranza
que tenía a las cosas antiguas y más simples, pero luego parece que
lo que le importa son los accidentes en sí, porque sino no se
preocuparía tanto en tratar de investigar eso, porque como mucho
conseguiría que arreglasen el semáforo o como muchísimo que
pusiesen un cruce normal y simple.
Entonces ¿qué le molestaba más de todo eso? ¿Lo feo que es todo lo
nuevo que destruye el campo y las cosas tan bonitas que había
antiguamente o los accidentes?
Realice
Está muy bien este relato. En torno a una anécdota, equilibra bien
lo humorístico y lo 'serio' (que no son tanto los accidentes o los
fallos de semáforo como la extrañeza que al viejo le produce el
mundo en que vive) mediante un personaje bien dibujado.
Cuando empecé a leerlo, francamente, pensé que al principio
abusaba un poco de los adjetivos... pero lo cierto es que el tono
se mantiene con coherencia todo el relato, y no llega a resultar
excesivo.
Quizá, por decir algo, no sé si el equilibrio entre lo humorístico
y lo 'dramático' se altera un poco (en favor de lo humorístico) en
esa frase final que dice 'En su viaje por los aires, don Camilo
Uría se vio ratificado en la certeza de que las glorietas no
estaban hechas sino para los ingleses'.
Bueno, y también pensé que el personaje parece tener al menos diez
años más de los que le adjudicas.
Pero me ha gustado mucho.
cuervo_granuja
Pues no sé, pero a mí me da la impresión de un hombre que
parecería más joven de lo que es. Yo no creo que abuse de los
adjetivos al principio, y eso que al empezar a leerlo me parecía
demasiado adornado. Pero ahora que lo volví a leer un poco me di
cuenta de que no. Sólo había sido una impresión a causa de ser
demasiado inquisitivo al empezar a leer algo "nuevo", pero en
cuanto me metí en la historia me gustó mucho, y el principio y todo
está muy bien.
También me gusta que se vea que los daños del tabaco no tienen
porqué ser lo que terminen con la vida de una persona. Tambien la
burro-cracia nos ayuda a ello (es broma)
Realice
Quote- cuervo_granuja
escribió
yo no creo que abuse de los adjetivos al principio, y eso que al
empezar a leerlo me parecia demasiado adornado. pero ahora que lo
volvi a leer un poco me di cuenta de que no. solo habia sido una
impresion a causa de ser demasiado inquisitivo al empezar a leer
algo "nuevo". pero en cuanto me meti en la historia me gusto mucho,
y el principio y todo esta muy bien.
Vaya, cuervo, veo que por una vez en nuestras vidas estamos de
acuerdo en algo.
cuervo_granuja
jeje, a lo que me vengo a referir es a que muchas veces como
empezamos a mirar algo preocupándonos por valorarlo, pues puede ser
que nos dé la impresión de que tiene o muy pocos adornos, o
demasiados.... pero leyendo el principio dos veces me di cuenta de
que está bien así. Lo explico porque parece que yo fuese a opinar
igual pero buscándole un lado que cambiar...
Fermina Daza
No deja de sorprenderme este escritor.
Me parece un cuento muy bien escrito, díficil condensar en tan
poquitas líneas una historia, pero qué bien contada.
Don Camilo es un romántico (en la era de la alta tecnología, en el
Oviedo actual) ¿no creéis? no sólo por su forma de vestir, sigue
con pajarita, también por su ideal épico que lleva hasta la peor de
sus consecuencias.
Me ha gustado.
Saludos.
Rosa Ribas
Me sumo a la interpretación de Fermina Daza. Me parece acertado el
contraste entre el romanticismo del protagonista y el mundo actual
y muy coherente el final trágico de don Camilo, que no tiene lugar
en el mundo moderno.
A la vez encuentro muy lograda la presentación de la obsesión de
don Camilo, la forma que ésta adquiere, propia de algunas personas
mayores.
Saludos
Rosa