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Feliz Navidad, Norma Jean. David Mateo
Autor: Tobias Grumm / David Mateo (Valencia. España) Web Oficial: www.com Participa con: "Feliz Navidad, Norma Jean" |
Sobre David Mateo / Tobias Grumm: |
Tobías Grumm es el pseudónimo de David Mateo. Es editor de la revista literaria de género TIERRAS DE ACERO MGZN. Y ha sido jurado de la editorial Ábaco en diversos certámenes literarios.
2007. David Mateo Escudero nació el 1 de Septiembre de 1976 en La Malva (Valencia). En la Revista Asimov nº 18 publicó El Enigma de Trujillo. Publica regularmen en los e-zines Aurora Bitzine y TauZero; destacan: El extraño caso de Victor Guerra (Alfa Eridiani 16) y La Sangre del Sistrian (TauZero 12). Sus libros publicados son Nicho de Reyes, con la editorial Equipo Sirius, el primer volumen de una serie titulada "La Tierra del Dragón", el segundo volumen "El Último Dragón" y en breve aparecerá el tercer tomo, "Encrucijada de intereses". También está escribiendo la novela Proyecto Emerald junto a un amigo.
Bibliografía (hasta el momento de participar en Comenta-Cuentos): |
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Feliz Navidad, Norma
Jean
-¡Auch!
La exclamación sonó ahogada a través del pasillo que llevaba hasta
el salón. Norma, taponando con la mano derecha el auricular del
teléfono, se giró sobresaltada y contempló la oscuridad que se
discernía más allá del umbral de la puerta. Era poco más de
medianoche, todas las estancias estaban a oscuras y el único
destello que iluminaba el interior de la casa fluía a través de
unos amplios ventanales.
Contuvo la respiración y agudizó el resto de los sentidos. Tan
sólo llegaba a escucharse el sonido procedente del otro lado de la
línea telefónica:
-Norma, ¿te encuentras bien? ¿Cariño? ¿Sigues ahí?
Tardó unos segundos más en aproximarse el auricular a la boca y
hablar con voz trémula:
-Me pareció oír a alguien, Jou. Eso es todo.
-¿Hay algún problema? -Las palabras que llegaban desde el otro
lado de la línea cada vez sonaban más apresuradas, más
tensas.
-Te digo que no. Son imaginaciones mías. -Sin embargo, su mirada
seguía desviándose hacia el largo pasillo que conducía al salón.
Estaba segura que había escuchado un gruñido.
-Con solo pedírmelo podría llenarte el jardín del apartamento de
coches patrulla.
-No, Jou, de verdad. Ya sabes lo histérica que me pongo en estas
fechas tan señaladas. Me hubiera gustado que estuvieras aquí
conmigo.
-Lo sé, lo sé. Hice todo lo posible, pero Jackie se empeñó en que
viniésemos a pasar la Nochebuena a Malibú…
-¡Seguro que estáis en ese hotel al que has prometido llevarme
tantas veces!
-Cariño…
-Jou, no se qué me pasa. -Su voz sonaba demasiado angustiada
incluso para sus propios oídos.
Últimamente se sentía oprimida por una intensa sensación de
malestar que, con el transcurso de los días, se iba volviendo más
asfixiante. Su mirada se desvió hacia el diario de cubiertas rojas
donde el doctor Greenson le aconsejaba que tomara nota de los
pensamientos que cruzaban por su mente; justo al lado se
amontonaban las cajas de barbitúricos. Aquella visión provocó que
la ansiedad estrangulara su corazón con más fuerza. Incapaz de
mantener la mirada puesta en los medicamentos, se volvió hacia el
ventanal y percibió el acecho de la noche. Había comenzado a nevar.
Los copos formaban una cortina blanca frente a la luz de la farola,
dejando un rastro de escarcha en los cristales. Durante un instante
Norma pensó en las Navidades de su infancia: en el apartamento de
Los Ángeles, en el viejo orfanato, en los hogares de acogida… Yendo
de acá para allá como una pordiosera sin casa, al antojo de una
madre desquiciada que rara vez salía del sanatorio. La opresión que
aferraba su pecho se volvía más acuciante por momentos-. Ojalá
hubieras podido estar aquí… Junto a mí…
Sus dedos se enredaron entre la fina mata de pelo rubio, a la
espera de una respuesta que sabía que no iba a llegar… que no podía
llegar.
-Jackie y los niños me están llamando. Voy con el tiempo justo,
cariño.
De nuevo aquel sonido furtivo en el salón.
Norma lanzó un resuello que debió llegar hasta el otro lado de la
línea.
-¿Estas bien?
El susurro volvió a repetirse. Parecían unos pies arrastrándose
por la moqueta.
-Voy a tener que dejarte, Jou.
-¿Qué sucede?
-Nada -se apresuró a responder, pero la crispación en el tono de
su voz la delataba.
-¿Estás sola?
-No lo sé. Tengo que colgar.
-No hagas nada, cariño. Enviaré a alguien para que te proteja. Tan
sólo…
La voz de John murió repentinamente cuando Norma colgó el
teléfono, después se aproximó al umbral de la habitación y cogió el
primer objeto arrojadizo que encontró a mano. El Golden Globe con
la placa a la mejor actriz relució entre sus dedos. Atravesó la
puerta y recorrió el pasillo que llevaba hasta el salón. La
oscuridad se cernió sobre ella, opresiva como una mano en el
cuello. Se aplastó contra la pared y su respiración se convirtió en
un quedo jadeo. En el otro extremo del pasillo se distinguían las
luces palpitantes del árbol. Aquél era el único elemento alegórico
a la Navidad que daba color a su apartamento.
Agarró con más fuerza la estatuilla y recorrió la distancia que le
separaba del salón. El susurro de unas pisadas furtivas sobre la
moqueta hizo que se le erizase el vello de la nuca. Las manos
comenzaron a temblarle y un sudor frío humedecía su frente,
empañándole los ojos. ¿Quién demonios se había colado en su
casa?
Se agazapó contra el vano de la puerta y, estirando el cuello,
inspeccionó el salón. Tal como había supuesto, una oronda figura
trasteaba frente al armario que ocupaba toda el ala derecha del
salón. Vestía un estúpido traje de Papá Noel, con aquel gorro de
felpa calado a la frente, una casaca de lana roja forrado de
algodón y unas amplias calzas embutidas en unos muslos gruesos como
jamones. Junto a él había un enorme saco lleno de trastos. ¡El muy
cabrón estaba desvalijándole la casa el día de Navidad! ¡El puto
día de Navidad!
Norma apretó los dientes enrabietada, agarró con más fuerza el
Golden Globe y lo arrojó contra la cabeza del intruso.
Papá Noel, sobresaltado por el silbido del aire, se revolvió sobre
sí mismo y antes de que la estatuilla pudiera estampársele en la
sesera, se apartó a un lado y el proyectil rebotó contra la pared.
El rostro del gordinflón se deformó por una mueca desencajada
cuando la estatuilla se precipitó hacia el suelo. Antes de que
pudiera resquebrajarse en mil trozos, hizo ademán de agarrarla al
vuelo, pero el trofeo comenzó a brincar entre sus dedos como si
estuviera vivo. Durante diez segundos interminables, las botas del
intruso bailotearon sobre la moqueta mientras su oronda cintura
tropezaba con sillas y mesas, y el Golden Globe saltaba de
mano en mano como una trucha resbaladiza. Finalmente, los dedos
enguantados se afianzaron a la base del trofeo y la levantaron en
alto en un gesto triunfal.
Norma dejó escapar un jadeo al contemplar la barba enmarañada del
ladrón, los pelos despeinados y la mueca delirante que se entreveía
en unos ojos crispados por la emoción.
-Dios santo… -murmuró con voz entrecortada-. Llévese lo que quiera
pero n-no me haga daño…
El hombretón depositó el Golden Globe sobre la repisa del
armario, se arremangó el fajín y echó mano del bolsillo de su
chaleco. El tic tac de un reloj resonó en la habitación.
-Lo lamento, señorita pero llego tarde. Fíjese en todos estos
regalos. -La mirada del individuo se desvió hacia el saco repleto
de vituallas, cachivaches y envoltorios coloristas-. ¡Todavía tengo
mucho trabajo que hacer esta noche y la mitad de los renos están
enfermos!
-¿Có-cómo dice? -Norma se atrevió a dar un paso al frente y se
internó en el salón. Con el corazón en un puño, estudió la mirada
de aquel hombre. Bajo las espesas cejas creyó atisbar un deje
impasible que la dejó intranquila. No parecía un tipo demasiado
peligroso, más bien tenía una pinta zarrapastrosa, casi patética,
pero a lo largo de su vida había visto suficientes locos como para
saber cuando se encontraba ante uno.
-Corcoveador, Mañoso, Cupido y Trueno sufrieron una indigestión de
paja con garrapatas rojas. Me he visto obligado a iniciar mi
periplo navideño con cuatro de mis ocho renos. ¡Podría decirse que
he sufrido un buen reventón! -El intruso lanzó una carcajada
estruendosa que terminó de sobrecoger a la mujer.
¡Estaba loco! ¡Loco de remate! ¡Como una cabra!
Norma se toqueteó con nerviosismo la cabellera y tuvo la tentación
de abandonar la estancia a la carrera, pero… ¡y si llevaba un arma!
Aquella idea hizo que sus piernas se quedaran paralizadas. De
pronto, fue consciente que iba medio desnuda por la casa.
Horrorizada, se cruzó la bata de gasa y trató de ocultar las
contorneadas formas que asomaban tras la combinación de
lencería.
El gordinflón, haciendo caso omiso a su desnudez, hurgó en el saco
repleto de trastos y sacó un pequeño paquete con forma de
estuche.
-Creo que esto es para usted, señorita… -Tuvo que ponerse unos
anteojos y aproximar el regalo a la punta de la nariz para poder
distinguir los pequeños caracteres de la etiqueta-…Monroe.
-¿Pa-para mí? -balbuceó la muchacha sin llegar a comprender
nada.
El hombretón respondió con un gruñido y alargó el brazo en un
gesto impaciente. Norma, manteniendo los brazos cruzados sobre el
pecho para que no se descubriera el perfil de su vientre, dio dos
pasos al frente y de un tirón se apropió del botín. Rápidamente
regresó al umbral del salón y rasgó el papel con movimientos
precipitados.
-¿Qué… qué significa esta broma? -inquirió mientras mostraba en
alto un pequeño marco de fotografías.
Papá Noel abrió y cerró los brazos con aire contemplativo.
-No lo sé. Es un portarretratos. Supongo que una mujer tan famosa
como usted tendrá miles y miles de fotos para colocar en él.
Norma volvió a observar el marco, vio sus ojos reflejados en el
cristal y se encogió de hombros.
-Claro… supongo que sí -murmuró sin mucha convicción.
El hombretón afirmó con un gesto, se sacó una carpeta de su enorme
barrigón y tachó una línea con gestos ostentosos.
-Pues ya está -murmuró satisfecho mientras volvía a guardarla bajo
el abrigo-. Trabajo terminado. Tengo que seguir mi camino.
Frotándose las manos, recogió el saco del suelo y se dispuso a
abandonar el salón. Norma, consciente de que aquel individuo estaba
a punto de escapársele en las propias narices, dudó durante unos
segundos y, finalmente, se decidió a entrar en acción. No podía
permitir que le desvalijaran la casa el día de Nochebuena. Jou
había dicho que enviaría a alguien para ayudarla. Tan sólo era
cuestión de tiempo. Con un par de pasos, atajó al gordinflón y lo
arrinconó contra la pared.
-¿Pensaba irse ya, señor… Santa Claus?
El extraño volvió a echar mano del reloj y consultó las
manillas.
-La verdad es que no dispongo de demasiado tiempo -aseguró
mientras se rascaba el cogote-. Todavía me queda por visitar los
estados de Texas, Nuevo México, Arizona y California. ¡No sé si voy
a llegar a todos!
-Seguro que tendrá tiempo de tomarse una copa.
-Lo siento, señorita, pero no suelo beber cuando estoy de
servicio.
La gasa del batín resbaló por la piel de la mujer y dejó entrever
un cuerpo moldeado por vertiginosas curvas. El contorno de sus
piernas, bronceadas e interminables, se perdía en una cadera
redondeada y una cintura dominada por un vientre plano y prieto.
Sus pechos, ceñidos por un sujetador de encaje, no eran demasiado
grandes ni demasiado pequeños, sin embargo, la duricia de los
pezones se marcaba perfectamente en mitad de las aréolas. La
transparencia de la gasa dotaba a su piel de una tonalidad oscura
que contrastaba con el liguero que cubría sus muslos.
-¿Está usted seguro, señor Santa Claus?
De pronto, los carrillos del extraño se habían vuelto de un color
tan chillón como el rojo de su casaca.
-Bu-bu-bueno… podría hacerse una excepción…
-¡Rudolph… Rudolph… era un reno con la tocha rojaaaaa…!
Los gritos estridentes de Papa Noel podían escucharse en toda la
casa. Bailando como una gallina clueca, daba vueltas y más vueltas
en la mesa mientras levantaba la botella de bourbon y brindaba a la
salud de la hermosa muchachita que lo observaba despatarrada en la
moqueta. Un torrente de licor amarillo remojó sus barbas cuando se
inclinó hacia atrás y se llevó la botella a los labios. Durante
unos instantes se tambaleó como un pato mareado. Norma tuvo que
agarrarle de las botas para que no cayera de morros.
-¡Brindo a la salud de Corcoveador, Mañoso, Cupido y Trueno! ¡Los
renos más intrépidos, más valeros y más… y más… de todo el Círculo
Polar!
Norma lanzó una carcajada y coreó sus palabras con una ristra de
aplausos. Sus pechos se movieron exultantes junto al batir de las
palmas.
-¡Quítate la ropa, vaquero! -le gritó entusiasmada.
Papa Noel dejó la botella de bourbon sobre la mesa y apuntó a la
mujer con un dedo regordete.
-Yo estas cosas solo las hago con música -farfulló con la voz
trastocada por el alcohol.
Norma se incorporó de un salto y trastabilló hasta el tocadiscos.
Toda la estancia daba vueltas a su alrededor, como si un inmenso
tornado mantuviera aferrado en su vórtice el apartamento. La cabeza
le ardía febril por el alcohol. Tuvo que hacer hasta tres intentos
para acertar con la aguja en el surco del vinilo. Los compases del
Jailhouse Rock retumbaron en la casa y el gordinflón comenzó a
mover el esqueleto al ritmo de Elvis.
Norma, llevándose las manos a la cabeza, saltó y gritó extasiada
mientras Papá Noel se abría la casaca y su inmensa panza comenzaba
a dar vueltas como un molino de viento. Las manos del gordinflón
aferraron una guitarra invisible y, rasgando unas cuerdas
inexistentes, embistió con la cabeza mientras una maraña de pelo
blanco le cubría la cara. Sus berridos delirantes se unieron a los
aullidos del cantante de Menphis y a los fogonazos de música que
emanaban de los altavoces. Norma, incapaz de controlarse, se
encaramó a la mesa, y juntando sus caderas con las del extraño,
siguió los movimientos electrizantes de Papá Noel.
Everybody in the whole cell block Was dancin' to the Jailhouse
Rock
Dancin' to the Jailhouse Rock
Dancin' to the Jailhouse Rock
Dancin' to the Jailhouse Rock
-¡Vamos, vaquero, abrásame con tu fuego! -gritó Norma mientras
saltaba de la mesa al sofá y seguía contorsionándose al ritmo de la
canción.
Papá Noel, alentado por las palabras de la mujer, giró sobre sí
mismo y, dándole la espalda, dobló la cintura hasta que su enorme
culo ocupó toda la mesa. Norma, llevándose ambas manos al pecho,
lanzó un suspiro rebosante de deseo y continuó gritando
desquiciada. Acto seguido, el hombretón volvió a erguirse y su
casaca cayó lentamente por su espalda, dejando al descubierto una
piel blanca como la nieve. Sus hombros, redondos y fornidos, subían
y bajaban al compás de los acordes arrancados por el piano de
Elvis.
-¡Más, más, más, más! -gritaba Norma mientras se pasaba las manos
por los pechos y sus dedos descendían por el suave contorno del
vientre. Todo su cuerpo ardía en sudor, a pesar de que más allá de
la ventana el viento soplaba tan gélido que llenaba de hielo las
aceras.
La casaca voló hasta el sofá y la grupie se apresuró a
apoderarse de ella.
El redoble de tambores y guitarras eléctricas sacudió toda la casa
y Papá Noel comenzó a trazar eses insinuantes con su cuerpo
mientras el camal de su pantalón bajaba palmo a palmo, exhibiendo
unas nalgas blancas y unos muslos gruesos plagados de pelos
puntiagudos. Norma chilló histérica mientras volvía a coger su
botella de bourbon y le propinaba un buen trago. El líquido rebosó
su barbilla, creando una catarata que manó entre sus pezones
inhiestos y su ombligo ondulante.
Las calzas descendieron hasta los tobillos del hombretón y, con
una patada al aire, se deshizo de ellas. Papá Noel mostró sin pudor
la plenitud de su desnudez, acotada tan sólo por un estrecho
taparrabos que dejaba entrever unos bultos prominentes y unos
calcetines de lana que le llegaban hasta las rodillas. La barriga,
bamboleante y flácida, le caía por la cintura. Cuando la música
dejó de sonar, su larga barba y su cabellera cana estaban tan
enmarañadas que daba la impresión de que alguien había soltado una
jauría de gatos entre sus pelos. El sudor bañaba todo su cuerpo,
tintándole los músculos de brillantina.
-¡Me toca! -gritó Norma, y con un salto, volvió a encaramarse en
la mesa y empujó a Papá Noel fuera del escenario.
El hombretón cayó a la alfombra despanzurrado, con las patas para
arriba y la cabeza para abajo.
Norma, presa de un histerismo exacerbado, se abrió de piernas,
agarró la botella de bourbon de Papá Noel y la vació de un solo
trago. En el tocadiscos sonaba la voz aterciopelada de Elvis
entonando Always on my mind.
Maybe I didn't treat
you
quite as good as i should have
maybe I didn't love you
El ambiente del salón se volvió cálido. Los ecos estridentes se
perdieron y el susurro melancólico de la canción atenuó los
corazones escandalizados.
La música se adentró en lo más profundo de su ser, encendiendo un
puñado de ascuas en su vientre y provocando que el sudor manara
incesante de sus axilas e ingles. Hirviendo de calor, se pasó la
mano por el pecho y describió el contorno de sus senos, la
profundidad de su vientre, el inicio de la pelvis… Contorsionó todo
el cuerpo y su cintura comenzó a rotar, lentamente, describiendo
círculos cada vez más mareantes. Su trasero respingón se contoneó
en un movimiento lascivo, provocando que los bultos del espectador
se volvieran más prietos y ostentosos bajo el taparrabos.
Little things I should have said
and done
I just never took the time
You were always on my mind
you were always on my mind
La música la llevó muy lejos, a un lugar donde no existían las
preocupaciones, donde la soledad no era una barrera infranqueable
que la aislaba día tras día, donde los amantes no le daban la
espalda y las palabras de amor no sonaban vacías ni huecas. Un
lugar dónde no existía una mujer con la que competir y las caricias
eran tan verdaderas como la profundidad de los versos de amor que
él le recitaba noche tras noche, antes de que el canto estridente
del reloj marcara las doce y sus labios repasaran el perfil de su
boca, dejando una suave caricia en todo su cuerpo que la sumergía,
a su vez, en un sueño cálido.
Su espalda se corvó presa de estremecimientos cada vez más
espasmódicos mientras la voz de Elvis seguía empujándola hacia el
precipicio, poniéndole la piel de gallina y haciendo que la gasa
resbalara por su cuerpo liviano, liberando su piel de las
restricciones de los ojales y los nudos. Incapaz de mantener por
más tiempo encerrado en su corazón el sentimiento de libertad,
levantó los brazos al cielo y, mientras el encaje del sujetador
descendía tímidamente, dejando entrever el inicio de sus pezones,
gritó con todas sus fuerzas:
-¡¡¡You are always on my mind… you are always on my mind!!!
Papá Noel, atenazado por la emotividad del momento, rompió en
aplausos mientras entonaban «bravos» rebosantes de efusión.
Una lágrima solitaria surcaba la mejilla de Norma, dejando en su
rostro una huella de los agrios pensamientos que enturbiaban su
mente.
Fue en ese momento cuando Cometa entró volando por la ventana
mientras la calle se llenaba de luces rojas y azules. El chirrido
de los frenos solapó los últimos compases de la canción y el ruido
de las sirenas devoró el silencio.
Norma lanzó un chillido estridente mientras Papá Noel se abría
paso entre los cristales rotos y su rostro se desencajaba al ver el
reno muerto. Cometa, todavía ataviado con las cinchas, exhibía en
su pupila una mirada vacua. Las marcas del parachoques de uno de
los coches patrulla estaban tatuadas en su lomo.
-¡Dios! -gritó mientras todo su cuerpo era presa de violentos
estertores-. ¡Dios! ¡DIOSSSSSS!
Las puertas del apartamento se abrieron de golpe y, antes de que
los ocupantes de la casa pudieran mover un solo músculo, el salón
se llenó de hombres uniformados.
El capitán al mando de la unidad de servicios especiales, empuñó
su revolver reglamentario y apuntó hacia la figura más gruesa. Su
boca se desencajó en una mueca de asombro al vislumbrar en las
tinieblas a la famosa actriz medio desnuda sobre la mesa y al
orondo individuo, vestido únicamente con un gorro de Papá Noel, las
barbas revueltas y un escueto taparrabos embutido entre unos muslos
rebosantes de grasa y carne fofa.
Pasados unos segundos de confusión, logró balbucear varias
palabras desmadejadas:
-To-todo el mundo quieto.
Norma Jean observó por la ventana como los hombres metían al
extraño en el coche patrulla. Las luces de los vehículos seguían
encendidas, creando destellos azules y rojos en toda la avenida.
Algunos de los vecinos habían abandonado sus casas, probablemente
atraídos por el alboroto organizado en la calle. Aunque sus rostros
exhibían una mueca de espanto, no osaban aproximarse más de la
cuenta. Ya estaban acostumbrados a los escándalos en la casa de la
«famosa actriz».
Durante un instante Norma fue presa de una extraña sensación. Al
principio había temido que aquel hombre fuera un maleante, alguien
que hubiera entrado en su hogar con propósitos delictivos. No era
la primera famosa en sufrir aquella clase de altercados; pero
conforme la noche fue transcurriendo, algo en su interior le había
hecho cambiar de opinión y la había aproximado inexorablemente al
extraño.
El capitán cerró la puerta de su vehículo y Norma, desde el hogar,
creyó atisbar una mirada triste a través de la ventanilla del
coche. Horripilada, se apartó de la ventana y caminó cuidadosamente
entre los cristales rotos. Los agentes habían alzado un cordón
policial dónde había caído la víctima. El perfil de Cometa estaba
cuidadosamente dibujado en la moqueta. En el exterior, los coches
de policía se pusieron en marcha, los vecinos regresaron a sus
casas y, en apenas unos segundos, la avenida volvió a estar en
calma.
Norma suspiró resignada. Después de aquella nochecita, el día de
Navidad se presentaba ajetreado pues el oficial de policía ya le
había advertido que tendría que pasar por la comisaría a primera
hora para prestar declaración. Ella había tratado de terciar por la
inocencia del extraño, pero las órdenes que el oficial había
recibido venían desde muy alto para ser derogadas. Las súplicas de
Norma no sirvieron de nada.
¡Maldito Jou! Siempre se las arreglaba para joderle la vida de una
manera u otra.
Caminó hasta el árbol de Navidad y lo encontró vacío. La sensación
de soledad que se adueñaba de su interior se hizo más dañina,
contrastando con el sentimiento de plenitud que había experimentado
minutos antes. Las lágrimas asaltaron sus ojos y un nudo atenazó su
garganta.
Vagó perdida por el salón y se dejó caer en el sofá. La botella de
bourbon rodó por el suelo, derramando su contenido por la moqueta.
Sintió la frialdad del vidrio en las nalgas. Con movimientos
desanimados, echó manos del objeto que aplastaba sus posaderas y
sus labios esbozaron una sonrisa al encontrar el portarretratos que
le había entregado el extraño. Su sorpresa fue en aumento al
comprobar que había una foto en él. Presa de un pálpito
irrefrenable, se aproximó al árbol de Navidad y dejó que las luces
multicolores bañaran el vidrio del portarretratos.
Las lágrimas desbordaron sus ojos al reconocer la foto.
La pequeña Norma aparecía en los brazos de su madre, junto a una
figura de la que muy pocas veces había oído hablar pero que siempre
había estado presente en su cabeza.
-Papá… -murmuró con un nudo en el estómago.
En el pié de la foto había garabateada una dedicatoria en la que
aparecía su nombre:
Para mi pequeña Marilyn
Norma Jean arropó el marco entre sus brazos y rompió a
llorar.
Al otro lado del pasillo volvía a sonar el teléfono, insistente,
enérgico, subyugante. Comprendió en seguida que debía de ser él. Se
dijo a sí misma que no iba a cogerlo. Aquella noche no. Aquella
noche Jou tendría que esperar.
FIN
1) Mucha gente me ha preguntado por
qué a John F. Kennedy se le llama Jou en el relato. La respuesta es
sencilla, esa es la manera cariñosa con que Marilyn se refería a
JFK en la intimidad.
© David Mateo
COMENTARIOS SOBRE EL
RELATO
Pilar López Bernués
(pilarlb)
Me ha gustado mucho, tanto el estilo como la exposición del tema.
Se mantiene el interés y la intriga hasta el final, y es un vivo
retrato de la soledad, la soledad de algunas personas famosas e
idolatradas pero que no logran comprar lo que no se compra con
dinero. Miles o millones de fans, nada menos que un amante
presidente de EEUU, no impidieron que esa actriz estuviera
completamente sola.
¡Enhorabuena!
Travis
Vaya, es la historia más disparatada relacionada con Marilyn que
había oído nunca si exceptuamos aquella película en la que ella y
Albert Einstein pasaban una noche juntos en un hotel.
La idea de un encuentro entre Marilyn y Papa Noel es tan sugerente
que sólo puede acogerse con simpatía (genial el detalle en que ella
coge el Golden Globe para defenderse) quizás me pareció el relato
en ocasiones demasiado sensual cuando no venía mucho a
cuento.
El final es un poco triste pero ¿Se puede escribir algún relato
sobre Marilyn que no lo sea?
Panzermeyer
Originalísimo, divertido, delirante. Pero me queda una duda ¿el
tipo era realmente Papa Noel?
Felicidades David por un excelente relato.
Athman
Bravo, es un relato original, tragicómico y sorprendente... me ha
encantado el ritmo y casi podía visualizar las escenas. Una
genialidad...
Tobias Grumm (David
Mateo)
Hola, antes de nada, muchas gracias a Pilarlb, a Travis, a
Panzermeyer y a Athman por vuestros comentarios. La verdad es que
este relato lo escribí dentro del ciclo Papá Noel vs… En teoría iba
a haber un Papá Noel Vs. El Padrino, Papá Noel Vs. Bogart, etc etc…
pero al final pasaron las Navidades y me entró la vagancia y sólo
escribí el de Marilyn.
El relato lo escribí de una sentada, no pensaba que iba a gustar
tanto. Al final quedó entre los señalados del ExpoerosZgZ 2006 (un
certamen erótico) y va a aparecer en una antología literaria de
Murcia, por lo que he quedado muy contento con él.
Tal como dice Pilarb, el cuento gira entorno a la soledad y a los
deseos de liberación que atañen a la protagonista. Es lo que más me
gustó -y entristeció- de la vida de la actriz.
Travis, puede que tengas razón, el componente erótico es un
añadido más. Tampoco yo lo creía un factor decisivo -ni considero
éste un cuento erótico-, pero ya ves, lo mando a un certamen de
erotismo y queda entre los destacados. Una pena que no lo ganara.
Al final ni el accésit para los dos semifinalistas.
Lo dicho, muchas gracias por vuestros comentarios y aquí me tenéis
para lo que gustéis.
Travis
Bueno, si lo mandaste a un certamen de relatos eróticos entonces
está plenamente justificado el tono.
Arpia
Excelente, me ha gustado mucho, ese toque de erotismo, de suspenso
e intriga, me ha llenado de expectativa hasta el final... Un
increíble manejo de emociones ¡¡¡Felicitaciones!!!
David Jasso
El relato es una muestra más del buen hacer de David. He tenido la
suerte de acceder a lo que serán algunas de sus próximas
publicaciones y son geniales. Es un autor que ya ha alcanzado la
madurez plena.
Admito que al principio el relato me ha descolocado. Conociendo la
veta siniestra de Tobías esperaba que Marilyn acabara muerta
(Bueno, todos conocemos el final ¿no?), pero el autor ha sabido
darle la vuelta a la historia y llevar el relato por derroteros
imprevisibles y originales. A mí me ha alucinado porque en ningún
momento he encontrado en el texto nada de que yo hubiera
esperado.
Y estoy seguro de que dado lo exhaustivo que es David con la
documentación, el Globo de Oro estaba donde él dice y todos los
demás detalles (hasta el más mínimo) son rigurosamente ciertos.
Estoy seguro de que JFK pasó esas navidades en Malibú. ¿A que sí,
Tobías?
Bueno, puede que en realidad Papá Noel no visitara a Marilyn...
Pero si David me dice que sí, yo me lo creo.
Se trata de una historia triste que llega hasta el corazón.
Y con una potente carga sexual que contribuye a hacer el final
mucho más desalentador.
Enhorabuena una vez más.
Tobias Grumm (David
Mateo)
Hola David, me has dejado anonadado con tus palabras. Muchísimas
gracias, compadre. Vaya por delante que un servidor tiene una
admiración recíproca por el trabajo de David Jasso, y que lo
descubrí a raíz de leer "La silla". Desde entonces hemos compartido
cantidad de foros, páginas webs, trabajos, cuentos, etc etc... Es
lo bueno de la literatura, que a cada paso que das te encuentras de
bruces con un colega y, David, más que eso, es un gran amigo.
David Jasso escribió:
Admito que al principio el relato me ha descolocado. Conociendo la
veta siniestra de Tobías esperaba que Marilyn acabara muerta
(Bueno, todos conocemos el final ¿no?)
En realidad la parte macabra iba a venir en el crossover con el
Padrino, en el que Papá Noel se dejaba los piños en water de Don
Vito Corleone y acaba en el Hudson con una piedra atada en los
talones, pero como el relato comunal quedó a medias, pues este
cuento se ganó todas las papeletas para convertirse en el
lacrimógeno.
David Jasso escribió:
Y estoy seguro de que dado lo exhaustivo que es Tobías con la
documentación, el Globo de Oro estaba donde él dice y todos los
demás detalles (hasta el más mínimo) son rigurosamente ciertos.
Estoy seguro de que JFK pasó esas navidades en Malibú. ¿A que sí,
Tobías?
Aquí hay que hacer una aclaración, que permite fijar el momento en
el que se sitúa el relato. JFK llevó a Marilyn efectivamente a
varios moteles de Malibú en 1962, meses antes de su muerte y de que
Peter Lawford le dijera que John no quería saber nada de ella. El
Golden Globe lo gana en 1960 por "Con Faldas y a lo loco", y su
divorcio con Arthur Miller se produce a mediados de 1961, por lo
que esta historia debe situarse en la Navidad de 1961, cuando
Marilyn debía sentirse más sola y más engañada.
Que Papá Noel visitara o no a Marilyn casi que lo dejo en vuestras
manos.
Muchas gracias, David, por tus comentarios. Siempre es un honor
escucharlos viniendo de ti.
Arpia escribió:
Excelente, me ha gustado mucho, ese toque de erotismo, de suspenso
e intriga, me ha llenado de expectativa hasta el final... Un
increíble manejo de emociones ¡¡¡Felicitaciones!!!
Hola Arpía. Me alegra mucho que el relato haya sido de tu gusto.
Traté que resultara conmovedor y por vuestras palabras veo que así
ha sido. Muchas gracias.
César
Es un relato que me evoca la soledad que padeció Norma Jean, y una
sensación incómoda al observar, leyéndolo, la manera en que paliaba
esa soledad con esas formas tan trágicas, tan... patéticas,
aprovechando cualquier oportunidad.
A mi entender está bien escrito puesto que consigues meter al
lector en ese mundo realidad-ficción que has descrito y en el que
sabiamente has intercalado algunas notas de "verdad" sobre Norma
Jean, personaje, por otra parte, que siempre me fascinó.
El final es genial, es como... pues como si volviera a la dura
realidad de su mundo, de esas navidades con un sólo toque en
relación a la fiesta, de su gran soledad en la cumbre en la que
estaba asentada... es como si con ese final quisiera decir ella
"otro sueño más... roto".
Me ha parecido muy triste y ameno y me ha gustado.
César.