Las puertas del infierno

Opinión:

Para ser absolutamente sincera, cuando leía "Las puertas del infierno" desconocía que fuera un libro destinado a jóvenes lectores, y aunque algunas cosillas me parecieron algo ingenuas, lo cierto es que está llena de guiños adultos. Por ejemplo, John Connolly nos conduce por las calles Crowley (de hecho la casa de los Abernathy está en el nº 666) o Poe, o el paseo Derleth, y dudo mucho que sean muchos los menores de 12 años que conozcan a August Derleth o a Aleister Crowley (aunque seguro que sí a Poe o el significado del 666).
 
Pero no es por esto por lo que aconsejaría su lectura a todo el mundo, si no porque el libro es muy, muy divertido. No hablo sólo de la trama y las cosas que les ocurren a sus protagonistas, ni siquiera por sus personajes -que algunos son de matrícula-, si no por la forma en que John Connolly se dirige al lector en pies de página. Bestial, divertidísimo, ocurrente... podría darle más adjetivos. Vulgarmente, es la caña. Y encima interesante, creo que he aprendido aquí en un solo pie de página más sobre física cuántica que escuchando programas sobre el tema.
 
Los personajes, tal y como antes nombraba, son geniales. Los demonios pueden ser tan malos como imaginamos -es el caso de la señora Abernathy, aunque tiene bastante mala suerte con Samuel- o tan divertidos y tiernos como Nurd, un demonio menor exiliado en compañía de Ajenjo -otro que tal- que cuando llega a la Tierra se lo pasa en grande con sus aventuras (y por la forma en que tiene de dirigirse el autor a nosotros, os aseguro que nosotros, los lectores, también disfrutamos mucho con él). Nurd no es el único demonio divertido, el que aparece debajo de la cama de Samuel también es de premio, y el de la fuente de los patos, fantástico, pero lo cierto es que a estos los disfrutamos poco. Por suerte a Nurd lo tenemos durante toda la aventura. Aún así, no serán los únicos, y los habrá para reírse con ellos o para echarse a temblar.
 
La trama y las descripciones tienen, además, la doble capacidad de aterrorizarnos y hacernos reír. Connolly es bueno creando situaciones y atmósferas terroríficas, pero tiene una gran facilidad para que leamos con la sonrisa puesta, y lo hace de forma tan equilibrada que no sabes si estás leyendo un libro de terror o uno de humor. Hay una escena en la que la familia Mayer se pelea con unos demonios que estaban pisoteando los rosales de su parcela, que me pareció muy divertida, así que decidí contársela en voz alta a mi hijo, y me partía de risa yo misma narrándosela.
 
Sin dudarlo os lo recomiendo, tengáis doce años o cincuenta, porque este libro es de traca. Yo ya sé que leeré todo lo que caiga en mis manos de John Connolly.
 

Anika Lillo