La taxonomía del amor

Opinión:

Sorprende leer un libro juvenil romántico con un protagonista que tiene síndrome de Tourette. Una enfermedad que, según he descubierto gracias a esta novela, que hace una estupenda labor divulgando en qué consiste, es mucho más que el impulso de ponerse a soltar palabrotas sin control. También tienen tics que pueden afectarles a todo el cuerpo y hacerles daño, o la necesidad de repetir otras palabras que no son necesariamente malsonantes. Es el caso del protagonista, que a pesar de todo se las arregla para hacer una vida más o menos normal, aunque por supuesto su síndrome afecta a su vida social y tanto los tics como la medicación le condicionan.

No es ese el único tema serio que trata, ya que, sin ánimo de extenderme por no hacer spoilers, también habla entre otras cosas de racismo, de pérdida, de primeras veces, de acoso y de la necesidad de encajar. Lo cual no quiere decir que sea una novela aburrida, ni mucho menos. Es una lectura de lo más amena, tiene sus puntos graciosos (como las taxonomías que dibuja el protagonista), y el eje central es una amistad muy bonita que va creciendo con los años y tiene sus altibajos. Algunos un tanto predecibles, aunque no por ello menos impactantes.

La estructura también es diferencial, ya que la mayor parte está narrado desde el punto de vista presente de Spencer (con saltos temporales de año en año cuando pasan hitos significativos), pero también tenemos el punto de vista de Hope a través de las cartas y mensajes que envía a su hermana. Lo complejo es que, conforme van creciendo, la forma de narrar se adapta a la forma de hablar que tienen los chicos de esa edad concreta, lo que hace que el inicio sea más infantil y vaya evolucionando hacia el juvenil no solo en el fondo (hay más drama conforme avanza) sino también en la forma.

En definitiva, es una novela con un protagonista curioso y una evolución brutal de los dos actores principales (los secundarios no siguen evolución, solo aparecen como facilitadores o impedidores de la amistad). La historia va a fuego lento y tiene un poco de todo, por lo que resulta de lo más entretenido y merece mucho la pena.

Déborah F. Muñoz