Hiraeth, el final de la travesía 1

Opinión:

El tomo uno de "Hiraeth. El final de la travesía" es una de las historias más raras que he leído o visto últimamente, sea cual sea el formato. Esta gran originalidad, sin embargo, no hace que el lector se sienta distanciado de la historia, al contrario, ese mundo mágico que nos presenta Yuhki Kamatani y, sobre todo, los personajes, hacen que te impliques en el tomo.

El tema central es la muerte y el duelo, con tres personajes muy diferentes tanto en su manera de vivir como en su forma de enfrentarse a la muerte. Mika es una joven que no quiere vivir sin su mejor amiga, y que también siente algo de culpa tras su muerte, aunque algo me dice que todavía no conocemos la historia completa. El caso es que no puede soportar esa muerte y decide que quiere seguir a su amiga. Como buena adolescente, sus emociones están a flor de piel y es incapaz de enfrentarse con madurez a la pérdida o a otras maneras de afrontar el duelo.

El polo opuesto es Hibino, un inmortal que ha vivido ya mucho y tiene aires de chico malo, pero buen fondo. Se ha acostumbrado a ver morir a cuantos le rodean y mantiene las distancias, pero también guarda el recuerdo de los que se han ido e intenta disfrutar de los placeres de la vida. Esa dualidad también se aprecia en sus motivaciones: sigue esperando encontrar a su alma gemela, pero por otro lado está encaminándose al inframundo porque tiene la esperanza de encontrar la forma de morir.

El último personaje de la tríada es un dios sin nombre que, al haber sido olvidado, debe morir, no sin despedirse de sus semejantes antes de ir al inframundo. Es una criatura caprichosa y poco confiable, que siente un interés por los humanos pero dentro de su propio egocentrismo, por lo que no da la sensación de empatizar nunca. Le fascinan los humanos y es un entretenimiento ver sus senderos vitales y sus muertes, pero lo hace todo desde la posición elevada de su divinidad.

Con este planteamiento y estos personajes, la historia no podía sino tener varias capas de profundidad y ser muy lírica. La narrativa de las viñetas es maravillosa, llena de detalles y de ilustraciones preciosas con gran profundidad y metáforas visuales que invitan a la reflexión. También hay muchas referencias al folklore japonés y los lugares reales dibujados son muy identificables.

Al final, se presenta un nuevo hilo argumental con potencial, pero la verdad es que, tal y como se desarrolla este tomo, podría pasar cualquier cosa en los siguientes. Estoy deseando averiguar por dónde va el autor.

Déborah F. Muñoz