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Anika entre libros

Entrevista a Roberto Canessa y Pablo Vierci por "Tenía que sobrevivir"

"perdí el miedo porque ya me morí en los Andes (...) yo fui un desahuciado que desafié las estadísticas, muchos de mis pacientes son desahuciados a quienes yo ayudaré a desafiar las estadísticas"

Ross Goose, abril 2017 / Fotos: Roberto Canessa

 

Roberto Canessa, conocido mundialmente por ser uno de los supervivientes del accidente del avión de los Andes en 1972 consiguió tras su hazaña doctorarse en Medicina y a día de hoy es uno de los cardiópatas más importantes del mundo diagnosticando cardiopatías en fetos y salvando a niños deshauciados por otros médicos. Junto a su amigo y periodista de toda la vida Pablo Vierci, nos narran en este libro, junto con entrevistas a pacientes del Dr. Canessa cómo este hombre de tan gran corazón consiguió salvarse y salvar (tanto médica, como espiritualmente) a pacientes que en un primer momento están abocados a una muerte prematura.

El libro "Tenía que sobrevivir" narra cómo es el día a día del Dr. Canessa, aquel joven de 19 años que fue capaz de andar durante 10 días por mitad de los Andes y poder salvar al resto de sus 16 compañeros que se encontraban en el interior del fuselaje de un avión siniestrado, pero que lleva la mayor parte de su vida salvando niños, dejando a un lado el heroísmo que consiguió aquel 22 de diciembre de 1972.

En la primera respuesta, Pablo Vierci, amigo y escritor, se expande más para dar paso en la entrevista a Roberto Canessa.

 

ENTREVISTA

 

¿Cómo surgió "Tenía que Sobrevivir"? ¿Es difícil no sentir admiración por este tipo, no?

PABLO.- En " La sociedad de la nieve" (Debate, 2009) es donde los supervivientes, por primera vez en todo momento hablan en primera persona, porque en "¡Viven!", que es el "libro oficial" sacado en el 74, lo cuenta un tercero. Se propuso que yo (amigo de Fernando Parrado y Roberto Canessa) escribiera algo en un primer momento, pero nos dimos cuenta de que éramos muy Canessa 3-xjóvenes aún y había que obtener una persona de afuera con mucha más jerarquía, más experiencia, que aplacara todos los rumores que se fueron creando en torno a la historia. Dejé a un lado eso y lo retomé con ese libro seis años después.

Mientras redactaba la parte de Roberto en " La sociedad de la nieve" (nosotros somos vecinos, y amigos desde nacimiento; desde chiquito siempre le admiré, aunque él no me cree), me di cuenta realmente de que lo que había supuesto para Roberto esa experiencia fue que se había convertido en él maximizado.

Cuando me propuso años después juntarnos para escribir "Tenía que sobrevivir", ésta, su historia personal, me sentí como en el éxtasis. Yo sabía que no iba a ser lo mismo, que iba a ser "esto" (usar los sentimientos de Roberto, el sobreviviente de los Andes) para explicar esto otro (el Dr. Roberto que salva vidas humanas)

No es que yo fuera un sabio, porque yo sí sabía la historia de él, a diferencia de lo que pasó, yo si sabía lo que él hacía, y siempre lo pensé: es él mismo pero el otro, como por encima, lo catalizó y lo maximizó. Te pasaste 72 días, lo más demencial de tu vida, decidiendo entre vida y muerte; este hombre puede trabajar de cara a la muerte con una percepción totalmente distinta a la de un médico.

No es que sea más o menos inteligente, no tiene que ver, es la capacidad de empatía, y además, como es muy generoso y tiene una tremenda energía, crea una red a su alrededor que puede llamar a cualquier centro médico del mundo, el más prestigioso, que todos le atienden el teléfono, y eso también es maximizar la aureola que desprende, no solo por su experiencia personal, sino maximizar la aureola de esa cosa crítica que tuvo en los Andes; para unos fue una tragedia, para 16 no.

Tiene mucha dialéctica y son pocas las historias épicas en la historia de la humanidad. Entonces la épica, la película y todo eso le permitió crear una aureola..., y entonces él se da cuenta de que se dedica a salvar vidas, y la aureola que tiene no la va a usar para ser famoso, eso no le importa, le aburre; lo usa en algo muy bueno, en demostrar a los pacientitos de acá, de Argentina, a los más importantes centros médicos del mundo, y eso lo ha hecho siempre, y ahora, que hace un mes que esto saltó (la publicación del libro en EEUU) operó a un paciente dentro del útero materno, un paciente desahuciado por otros médicos, él, junto con uno de los más prestigiosos cirujanos de Boston, le manda para allá, y el chiquito está vivo. http://www.philly.com/philly/health/hearthealth/CHOP-pericardial-teratoma-fetal-pregnancy--surgery-canessa.html?mobi=true

Yo sentía que no era casual que él se hubiera dedicado a la cardiología pediátrica, tratando a los seres más vulnerables del universo, como lo eran ellos en la montaña: los niños que nacen o que todavía están en el vientre de la madre con cardiopatías congénitas, que ni siquiera tienen foto, apenas tienen una ecografía. Sentía que no era casual que él siguiera viviendo en el umbral de la vida y la muerte, con estos niños, ya no como víctima, como lo fue él en el 72, sino como rescatista, como el arriero Sergio Catalán. Sentí que habría un maravilloso trabajo de descubrimiento, para encontrar esas conexiones de titanio y cristal entre aquello y lo que siguió. A la vez Roberto me dijo que para él estaba muy bien usar su Canessa 4-xbiografía como un pretexto, no para incrementar su ego, o adornar su vanidad, o para aumentar la fama que ya tenía, sino para que otros pudieran mirarse en ese espejo desmesurado y encontrar su propio sentido, su propio camino de generosidad, rompiendo el círculo más estrecho de vivir exclusivamente para el yo, vivir exclusivamente para engrandecer el ego. Usar su biografía como pretexto para que cada lector encuentre el sentido de su vida, usando como pretexto la prodigalidad y magnanimidad de Roberto, porque de ese modo todos crecemos y maduramos ante una experiencia de vida tan rica como la de él. Y lo estamos cumpliendo, el libro ya se ha publicado en China, en los países angloparlantes, en América Latina, y a poco de salir en España, donde parte de las ganancias van para la Fundación CorAvant, el libro ya está en el ranking de los más vendidos, o sea estamos cumpliendo lo que nos propusimos, intentar "mover la aguja" hacia un enfoque más humanista de la vida.

ROBERTO.- Este libro está ideado para cambiar el mundo. Para que la gente sea más solidaria, para que los médicos no se crean tan sabios, para que se sienta la humanidad.

 

¿Y cómo se consigue eso con los tiempos que corren? ¿Qué hace falta para transmitir humanidad y solidaridad a la gente?

ROBERTO: Basta con que se les caiga el avión.

 

¿A qué pregunta tiene miedo de enfrentarse? ¿Qué pregunta no podría enfrentar? Oobviamente no se la voy a realizar pero, ¿a qué tiene miedo Roberto Canessa?

ROBERTO No sé a qué le tengo miedo. Sé que no le tengo miedo a la muerte, pero sí me daría mucha tristeza morirme, dejar de hacer todo lo que hago, dejar de tener los vínculos y los afectos que tengo. Pero le perdí el miedo porque ya me morí en los Andes, y aprendí que no es una experiencia tan espantosa. Incluso muchos de mis pacientes muy graves, cuando mueren, no me producen zozobra, sino una sensación de paz, "ya no sufres más". 

 

Es que a colación de todo lo anterior, ¿qué se le puede preguntar a alguien que ha vencido a la muerte en tantas ocasiones?

ROBERTO Lo que te puedo decir es que aprendí que siempre podés hacer un poco más, o como yo digo: tenemos mucho más de lo que precisamos y hacemos mucho menos de lo que podemos. Así como en la montaña la cima no estaba donde creías, sino donde la montaña se le antojaba, y para llegar a la cima debías seguir caminando, paso a paso, sin mirar adelante sino mirando todos los pasos que ya habías dado, también aprendí que mientras sigas vivo, siempre puedes seguir sumando y el esfuerzo te torna mejor persona, y esto no es una comprobación teórica sino empírica, lo viví y lo aprendí para siempre.

 

Canessa 2-x

 

Después de haber vivido una experiencia tan traumática, a los dos meses de regresar usted ya hacía vida normal, retomó sus clases, sus partidos de rugby.... ¿Cómo fue posible hacer ese cambio de chip tan rápidamente? En diciembre casi no se tenía en pie por todo lo que había pasado, y en febrero jugaba al rugby.... ¿a qué se aferraba en esos días?, ¿qué era lo que le daba fuerza para aceptar de manera positiva todo lo que había experimentado y no dejar que le afectara negativamente?

ROBERTO Lo que pasa es que en mi caso, a diferencia por ejemplo de Nando, se me cumplieron todos mis sueños: regresé a mi hogar, a mis padres, a mi novia. Nando en cambio había perdido a su madre y a su hermana, y Javier Methol había perdido a su mujer. Entonces lo que yo sentía era que la vida me había dado una prórroga, una segunda oportunidad, y esa experiencia es maravillosa. Pero tenía un precio a pagar, por decirlo de algún modo: yo no podía darme el lujo de vivir de cualquier manera. Yo no podía permitir que los familiares de los que murieron, que con sus cuerpos nos ayudaron a vivir, dijeran "mira la vida que lleva Canessa, qué egoísta". No lo podía permitir, por ellos y por mis amigos que quedaron en la montaña. Y por eso me comprometí a llevar una vida digna, a través de la medicina, y una vida digna, para mí, era una vida volcada a los demás, a los que como nosotros en los Andes, estén atravesando cordilleras difíciles de sortear. De ese modo, actuando y viviendo de esa manera, estaría cumpliendo las promesas que hice en mis días más muerto que vivo, en la cordillera.

 

¿No es traumático que siempre le pregunten lo mismo sobre el accidente?

Estamos acá justo por eso. Para cambiar el discurso. Para explicar que "esta es la carretera correcta" (la profesionalidad del Dr. Canessa) y que es mucho más importante que el otro caminito que se recorrió (el del accidente).

No es traumático porque siento que se trata de una experiencia inspiradora, incluso para mí. Escribir el libro con Pablo fue una experiencia muy enriquecedora, porque lo que yo le propuse a Pablo es bucear en mi interior, durante mucho tiempo, para encontrar las conexiones entre el Roberto de 19 años, pujando por vivir en la montaña, aferrado a la vida como un mejillón a las rocas costeras, y el Roberto del después. No le propuse anclarnos en el pasado que no se puede modificar, los 70 días de los Andes, y que ya estaba relatado, aunque faltaba mi visión personal, sino encontrar los resortes, muchas veces inconscientes, que hicieron que con esa experiencia, yo me convirtiera en la persona del después.

 

¿Se está consiguiendo cambiar el discurso entonces?

ROBERTO.- Sí, claro.

PABLO.- Totalmente.

ROBERTO.- Muchísimo.

 

En estos 10 años ha habido pérdidas personales, pérdidas de pacientes… ¿nunca pensó Roberto en tirar la toalla, en decir, "Basta, hasta aquí he llegado"?

ROBERTO.- Sí, muchas veces lo he hecho, y ¿sabés una cosa?, después es lunes, y hay que volver al trabajo.

PABLO.- (sin parar de reír) Bueno, muy bueno.

ROBERTO.- Es una muy buena pregunta. Pero en verdad siento que no tengo derecho a tirar la toalla. La aureola de los Andes me permitió acceder a los principales centros médicos del mundo, de modo que está en mis manos que el niño más humilde, con una grave cardiopatía, tenga el mejor diagnóstico, y, eventualmente, el mejor tratamiento. No es que no quiera negarme, no puedo.

Y respecto a quién me ayuda, me ayudan mis pacientes, me ayudan todos esos niños que de acuerdo a las estadísticas, deberían estar muertos, pero están vivos, y me enseñan lo que es el verdadero coraje, lo que es la generosidad. Porque son niños que podrán tener la mitad del corazón pero tienen el doble de amor por la vida. Y me ayuda este libro, "Tenía que sobrevivir", porque resulta una excelente herramienta para mostrar, con hechos reales, las posibilidades y herramientas que tenemos a nuestro alcance, y que muchas veces no usamos, por aquello de la profecía auto cumplida: creemos que podemos hacer muchas menos cosas de las que en verdad podemos.

 

Canessa 1-x

 

¿No hay retazos en su memoria que se niegue a recordar algún episodio vivido? Un paciente que finalmente abandona la vida, gente que se haya acercado a usted para aprovecharse de su fama... ¿No se queda nada en el olvido por el dolor que pueda generar su recuerdo? Porque da la sensación de que tiene siempre presente todo y a todos.

ROBERTO.- En la montaña aprendimos que para sobrevivir, cada uno debía aportar lo mejor de sí, y lo menos bueno, había que dejarlo de lado. Los grupos exitosos funcionan cuando todos aportan lo mejor, y nadie resta energía a los otros, sino que todos suman. No tengo malos recuerdos, no tengo resentimientos, me parece que no valen la pena. Hay tanto por hacer, que ¿de qué sirve lamerse las heridas? A veces cuando alguien a mi lado se lamenta, automáticamente le hago preguntas como esta: ¿pero tenés algún paciente recién nacido que esté tan mal, que esté sangrando, que esté sufriendo? Y si no lo tenés, ¿de qué te quejás?

 

Cuando Canessa se siente mal, decaído, ¿a quién pide ayuda para salir adelante?

PABLO.-  Pablo (guiñando un ojo y partiéndose de risa)

ROBERTO.- Gente como tú

PABLO.- Brillante

ROBERTO.- Tu sonrisa, la sonrisa de la gente, la sonrisa de mi nieto, la indiferencia de mi nieto también, la personalidad de la gente, los sentimientos, la marcha de la vida; eso es lo que me hace seguir.

 

En los momentos en que Canessa se queda a solas consigo mismo en qué piensa?

ROBERTO.-  No me canso de admirar la maravilla de la vida. Es como si el hecho de haber vivido en lo inorgánico de lo sin-vida cuando era tan joven, a los 19 años, se haya convertido en una impronta emocional, me haya tornado, como dice mi hijo Tino, en un adicto a la vida. Y eso se manifiesta en una suerte de embelesamiento ante lo que es la creación, los seres humanos, los niños.

 

¿En algún momento durante la elaboración del libro han existido desavenencias a la hora de enfrentar según qué temas?

PABLO.- Minucias, porque con diez años de diálogo casi que estábamos mimetizados en la forma de pensar, en la forma de expresarse, con los términos que utiliza.

ROBERTO.- Te diría que él quiere saber cuál son mis ideas, cómo pensás, qué decís, no es que él tenga una idea propia, él quiere sondar eso y eso llevarlo al papel o sea…

PABLO.- No hay ficción, no hay Pablo; Pablo no existe, yo me meto dentro de Roberto y juntos hacemos el libro.

Sólo en la parte de los diálogos con los pacientes es cuando da la cara Pablo Vierci el escritor.

El resto del tiempo todo es sentimiento Roberto.

Para vos que andáis en el mundo de los libros probálo, es un ejercicio apasionante, que requiere mucho tiempo, ósmosis, empatía.

 

Canessa -x

 

¿Cree Roberto en el Ángel de la Guarda, en alguna figura que le acompañe?

De niño, de chiquito rezaba al ángel de la guarda dulce compañía.

 

¿Pasó algo fuera de lo común, revelador o algo así como la visión de un tercer hombre que dicen que ayuda a los perdidos antes de morir?

ROBERTO.- En los Andes yo conocí a quien llamo "mi Dios de la montaña". Y siento que me acompaña todos los días. Si el Dios del catecismo, del colegio, era el de los No, "no mientas", "no tengas pensamientos impuros", "no", "no", el Dios de la montaña es el de los "Sí", al que le prometía que si me dejaba vivir un poco más, llevaría una vida muy digna; a quien le pedía que si quería, que el camino me lo hiciera difícil, el más difícil imaginable, pero que no me lo hiciera imposible. Y es a ese mismo Dios al que recurro cuando alguno de mis pacientes está muy grave…

 

¿Se pierde en algún momento, con el paso del tiempo y las vivencias esas creencias?

Bueno, llegás a una relación más madura con Dios, ¿no? Pero ¿cómo seguir con esas creencias viendo lo que ve día a día y con la experiencia de lo vivido y sufrido? Nunca me he cuestionado los problemas como tal, siempre pensé en solucionarlos. Jamás pensé que había montaña, porque están ahí, las montañas siempre están ahí.

 

Una de las frases que más me gusta del libro es "Hay que convertir los problemas en oportunidades" pero, ¿cómo? ¿Qué solución puedes encontrarle a un problema?, ¿no hay momentos de desánimo?, ¿nunca hay nada que le dice "no, Roberto, eso no?"

ROBERTO.- En todos los problemas siempre hay un poquito de oportunidad.

No, no hay momento de desánimo porque si un paciente se muere, porque no puede vivir más, porque su cardiopatía es demasiado compleja, ya viene otro que es otro desafío al destino, otra posibilidad de impugnar el final preestablecido de la Canessa -portadahistoria. Porque así como yo fui un desahuciado que desafié las estadísticas, muchos de mis pacientes son desahuciados a quienes yo ayudaré a desafiar las estadísticas.

 

¿Oportunidad igual a Esperanza?

ROBERTO.- Sí, bueno, si tomás la oportunidad de suicidarte, eso no es esperanza, pero una oportunidad positiva siempre es una esperanza, una oportunidad negativa es imposible.

 

¿Qué supuso que dos años después del accidente Piers Paul Read sacara el libro de "¡Viven!"?, porque para los latinoamericanos ustedes eran unos héroes, pero el resto del mundo ya habían olvidado aquel accidente cuya mayor controversia fue el que se alimentaran de los cuerpos de los compañeros muertos y no tanto de la hazaña que supuso que dos jóvenes con apenas 20 años y sin conocimiento de montañismo lograran vencer a los Andes.

ROBERTO.- Fue un libro necesario, porque habían comenzado a surgir versiones falsas de lo que había ocurrido. Y para aquellos que creen que lo más relevante de nuestra historia fue tener que alimentarnos de nuestros amigos muertos, tengo que decirles que eso no es así, porque alimentándonos con nuestros amigos muertos, cuando hicimos el pacto de entrega mutua, lo único que ganamos fue tiempo, porque seguíamos en el mismo lugar, el peor lugar del universo para caerte en un avión. No nos salvamos por comer a los amigos sino porque formamos un grupo de afectos, un equipo de armonía y creatividad, porque salimos caminando, porque no nos quedamos esperando a los helicópteros sino que fuimos por ellos.

 

¿Y cuando se llevó a las pantallas en el 94? (porque en ese momento fue cuando yo me encontré con esta historia, y fue cuando quise saber todo de todos....)

ROBERTO.- Fue importante la película porque esta historia se tornó universal, la conocen en todas partes del mundo. Y creo fundamentalmente que es una historia inspiradora, que te ayuda a ser mejor persona, no porque nosotros lo seamos, de ninguna manera, sino porque la peripecia de lo que pasó, y lo que hicimos con nuestras vidas después, te inspiran a ser cada día un poquito mejor, cada día un poco menos individualista y un poco más generoso. Porque casi todas las personas tienen sus propias cordilleras, más o menos graves, y uno que la vivió en una circunstancia tan desmesurada, como es mi caso, puede enseñar, con el relato, o mostrando cómo llevo mi propia vida, cómo cada uno de los lectores puede superar su propia cordillera.

 

¿No se queja su familia del ritmo de vida que les obliga a llevar?, ¿asumen el compartirlo con tanta gente?

ROBERTO.- Creo que se han acostumbrado a ese ritmo. Mis hijos siempre vivieron con el "héroe de los Andes", pero también con el médico, que trabaja muchas horas por día. Un día le preguntaron a mi hijo Hilario, cuando era muy niño, cómo era vivir conmigo, y él dijo que él no me admiraba por lo de los Andes, sino porque trabajo todo el día para que no les falte nada a la familia.

 

Según sus palabras: VALE LA PENA SOBREVIVIR. ¿Pero qué aliciente existía sin comida, con frío, herido, con la seguridad certera que había desistido en su búsqueda? ¿De dónde salen la fuerza para seguir adelante? Imagino que esas ganas de vivir y ese coraje ya lo llevaba dentro latente (así como el afán de ayudar al resto de las personas) sólo que la situación extrema que le tocó vivir lo que hizo fue sacarlo al exterior y acrecentarlo...

Sin duda que yo me aferraba a la vida por mi carácter, pero en mi caso tuve palancas poderosas, como mi madre. Poco antes del accidente de los Andes, habíamos ido con mi madre al velorio de unos amigos que se ahogaron cuando se les dio vuelta una canoa, y mi madre me dijo: si un hijo se me muere, yo no podré seguir viviendo. Esta frase de mi madre fue una palanca que tuve los 70 días en la montaña. Porque la única forma de que mi madre no muriera, era que un mensajero, yo mismo, regresara hasta ella y le dijera: "estoy vivo, mamá". Y por esas cosas difíciles de explicar, mamá me sentía vivo en su pecho. Por eso mi hija Lala dice, en el libro "Tenía que sobrevivir", que yo me he pasado el resto de mi vida haciendo lo mismo, pero ya no con mi madre sino con otras madres. Soy el mensajero de las nuevas víctimas, los niños con cardiopatías congénitas, que al igual que nosotros en los Andes sufrimos algo muy grave sin hacer nada para merecerlo, a quienes yo ayudo para que le puedan decir a sus madres lo mismo que yo le dije en el 72: "hiciste bien en esperarme mamá, ya estoy contigo".

Canessa -ross -x 

La entrevistadora, Ross Goose, con Roberto Canessa

¿Cree que le queda hacer algo por los demás?

ROBERTO.- Sí. Hacer resonancias magnéticas (El Dr. Canessa intenta que todos tengan las mismas oportunidades en cuanto a diagnósticos reales, lucha día a día por conseguir ese propósito e intenta hacerse con los mejores aparatos de diagnósticos posible cuesten lo que cuesten y no solo económicamente hablando)

La vida continúa, y las responsabilidades y compromisos nunca terminan, sino por el contrario, se multiplican. En la medicina, en la rama a la que me dedico, las cardiopatías congénitas, las posibilidades cambian todos los días, a velocidad de vértigo. Niños que hasta hace muy poco tiempo se morían, hoy pueden vivir. Y yo aprendí en la montaña a impugnar el final preestablecido de la historia, a desafiar al destino, a desafiar el determinismo, porque ¿quién tiene derecho a decretar que alguien está muerto? A nosotros la sociedad nos decretó muertos, pero no lo estábamos. Yo no acepto el vocablo "irremediable".

 

Y por usted mismo, ¿le queda algo por hacer?

ROBERTO.- Sí, adelgazar (el desayuno que ha tomado apenas ha sido una taza de café con un par de lonchas de pavo).

PABLO.- Ha sido muy gráfico y evocador ver cómo has descubierto acá algo más allá de lo épico que descubriste en 2007.

 

Nota de la entrevistadora: Desde que descubrí la historia, allá por 1994, me ha apasionado todo lo relacionado con la supervivencia en la montaña; durante mi estancia en 2007 en Uruguay, tuve la ocasión de acercarme por 10 minutos al personaje de Roberto Canessa, hoy, aquí en Madrid, he descubierto al Dr. Canessa, a la bella persona que es)

Además ha sido algo revelador, de eso se trata "Tenía que sobrevivir", que no es más que el principio de una frase que debería continuar con "Para demostrar al mundo que siempre hay esperanza".

El caso de Roberto Canessa es como el de Colón, que partió para descubrir las Indias, y regresó con el descubrimiento de América. Es un malentendido que hay que disipar. 

 

+ Roberto Canessa

 

 

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