Entrevista a Rafael Torres por "Viva la República"

Rafael Torres (Madrid, 1955), autor de una imprescindible heptalogía sobre la Guerra Civil, columnista en la prensa escrita nacional, con "Los náufragos del Stanbrook" obtuvo el XXXVI Premio Ateneo de Sevilla.

Acaba de publicar "Viva la República".

ENTREVISTA

¿Podemos considerarle un escritor de periódicos?

Soy un escritor que, como la mayoría en este país, tanto ahora como en el pasado, se ha tenido que ganar la vida escribiendo para los periódicos, lo cual es algo honroso, que te hace ganar lectores y perder la vanidad. Son ya 30 años escribiendo en los periódicos, intentando trasladar la literatura al periodismo.

¿La transición fue un pacto de amnesia?

No para la sociedad española sino para quienes en su representación articularon los Pactos de la Moncloa. Una transición que no termina nunca y que fue más una operación de supervivencia del régimen franquista que un retorno a la democracia, que en todo caso hubiera supuesto retornar a la República, destruida por un golpe militar fascista.

¿Esa Tercera República sigue siendo su sueño al día de hoy?

No es ningún sueño, es una aspiración y creo que para España una necesidad. El conocimiento de la historia es el que te da las claves del porvenir y del presente. República significa democracia. La aspiración de la Tercera República es una exigencia cívica y no un sueño.

¿El conocimiento histórico nunca es políticamente neutral?

El conocimiento no puede ser neutral, hay que desconfiar de los objetivos y de los equidistantes, no se pueden equiparar las cosas. El conocimiento lo que ha de prescindir es de los prejuicios porque debe conformar el juicio posterior. Lo que me apasiona es saber lo que pasó, la curiosidad intelectual, la que no se sacia, es consustancial al escritor. Lo que me ha movido en mis siete libros sobre la guerra de España y sus consecuencias ha sido esa necesidad de olvido del horror que se nos ha hurtado, porque para olvidar algo hay que recordarlo, no se olvida nada por decreto, el exiliado no olvida a su patria por decreto.

¿La visión de la realidad histórica puede completarse mediante el arte de la ficción?

Para contar la historia lo más importante es hablar con los protagonistas para que nos cuenten la historia de la que son portadores. Al escritor esto puede inspirarle una obra literaria y pueden compaginarse ambas cosas. Yo transmito una emoción en mis novelas, el historiador no, por eso la gente no compra los libros de los historiadores, porque no son escritores, escriben muy mal, en la universidad no se enseña a escribir.

¿La infancia es el paraíso perdido?

Depende. Es el periodo de la vida en el que aún nos conservamos íntegros, luego nos amaestran, nos hacen iguales a los demás. Gracias a las carencias con las que crecimos los niños de mi generación, se nos permitió tener un superávit de imaginación, de emoción, de inocencia y eso sirve para toda la vida. Admiramos a aquellos que tienen algo en la mirada, en el trato, de niño.

¿Considera a Valle-Inclán como un maestro?

Es como mi padre porque no he hecho otra cosa que leerle, a Baroja le sorprendía su afán de perfección en un país en el que la exigencia del lector es mínima, si uno no se exige a sí mismo se adocena. El índice de lectura en España es muy pobre y hoy el analfabetismo potencial es casi absoluto. Valle tenía amor por el oficio y, pese a todo, supo mejorar el mundo de cada uno de los lectores que se han acercado a él. La buena literatura es la que te cambia, no la que te enseña.

"Viva la República", su último libro, ha agotado la primera edición.

Este libro es de estampas, que no tiene nada que ver con la guerra civil, el impacto que tuvo la República en al vida cotidiana, que trajo a España la libertad y la dignidad y eso conllevó la alegría. El franquismo quiso vincular la República con la guerra, pero es la guerra la que acaba con la República. Además, trabajo en una novela en la Europa en llamas de 1944.