Anika entre libros

Entrevista a Luis Alberto de Cuenca por "La vida en llamas"

"Me considero un poeta clásico más que romántico."

Firma: Carlos Ferrer / Fotos: autor / Mayo 2006

 

Luis Alberto de Cuenca Prado nació en Madrid el 29 de diciembre de 1950 y se licenció en Filología Clásica en 1973. Ha sido director de la Biblioteca Nacional y secretario de Estado de Cultura durante el gobierno en Madrid del Partido Popular. Colaborador en la prensa nacional, es autor de obras como "Baldosas amarillas", "La caja de plata" y "El bosque y otros poemas".

"La vida en llamas", su último libro, mereció el XXVII Premio Ciudad de Melilla.

 

 

ENTREVISTA

 

¿A qué se debe que su talismán sea una reproducción de la Venus de Willendorf, a quien usted dedicó un poema en "El hacha y la rosa"?

Creo en el eterno femenino y la Venus representa bien ese concepto. Ya dijo Goethe al final de su "Fausto" que el eterno femenino nos conducía hacia arriba y para mí esa figura rechoncha, con los atributos femeninos exagerados al máximo, supone también una manera de conducirnos hacia arriba.

 

¿Por qué sigue leyendo tebeos?

Y espero seguir leyéndolos durante muchos años, porque el octavo arte es una cosa muy seria, que supuso una fusión entre lo narrativo y lo plástico. El tebeo ha sido una revolución en la estética del siglo XX desde que se inició este arte secuenciado presidido por el concepto de bocadillo, en el que los personajes hablan y que aparece por primera vez en 1896 en el "chico amarillo". En países como Francia, Bélgica y Estados Unidos, el tebeo está presente en su vida cotidiana.

 

Usted creó en los ochenta letras para la Orquesta Mondragón y Loquillo.

No, en los ochenta escribo letras para la Orquesta Mondragón y ahora Loquillo pone música a mis poemas. Recibía las maquetas musicales de Gurruchaga y les ponía letras, alcanzamos algún éxito de campanillas, como "Caperucita feroz". Me interesa la relación entre la poesía y el rock.

 

Usted ha afirmado que la emoción poética surge de la conjunción entre claridad, sinceridad, técnica y sensibilidad.

En algún momento lo he dicho y ahora lo sigo pensando.

 

¿Un poeta no debe contar nunca las sílabas de un verso?

Un poeta que se precie de serlo, no. En España, los que cuentan los versos con las manos no tienen ni idea, no saben apreciar ni manejar la técnica del verso.

 

¿La poesía es de quien la necesita?

Es de todos. El acto creativo de la poesía crea un vinculo de necesidad entre el poeta y su creación poética, en cuanto a la recepción de la misma, puede ser necesaria para desarrollarse como persona o tener una relación de puro disfrute o goce. Yo como lector me adscribo a esta segunda.

 

¿Se considera un poeta romántico?

Me considero un poeta clásico más que romántico. De los barrocos podríamos decir que están adscritos a una línea romántica, si entendemos con Hauser los cuatros momentos de la creación: lo arcaico, lo clásico, lo manierista y lo barroco. Me ha influido mucho la literatura helenística, el epigrama, pero nunca puedo considerarme romántico, porque se escapa de mis concepciones artísticas.

 

Usted posee cerca de 30.000 libros, ¿por qué?

Simplemente he ido necesitando esos libros y he ido teniendo una relación con todos y cada uno de ellos.

 

Pero ¿hay posibilidad de leerlos todos?

Sí de conocerlos todos, de apreciarlos todos, de saber ubicarlos en una línea diacrónica, de la historia de la cultura y de la evolución literaria. Creo que está bien tener una biblioteca nutrida y el viejo reproche de "te los has leído todos" me parece una broma.

 

¿Qué queda hoy de los novísimos?

Lo que queda de otras escuelas estéticas españolas, una postura estética muy valiente y una impresión fugaz, porque reinaron en la escena poética española, poco tiempo, apenas diez años. Queda un recuerdo de haberse opuesto a la poesía social, de haber reivindicado una especie de neomodernismo trufado con la vanguardia.

 

¿A qué libro regresa siempre en los momentos de zozobra e inquietud?

A las obras completas de Shakespeare en la edición de Luis Astrada Marín, de 1929 en Aguilar. Es una especie de libro religioso y sagrado que me descubrió la literatura y lo que es el ser humano.

 

Su último libro es "La vida en llamas".

Fue XXVII Premio Ciudad de Melilla y lo ha editado Visor. Tiene 80 poemas dividido en siete partes, todas tienen diez poemas menos una, que tiene veinte haikus, y es un libro compensado y maduro, amargo en ocasiones, aunque en otras chispeante y todos mis viejos temas asoman aquí y allá en las páginas de este libro.

 

Pero un poeta consagrado como usted, ¿por qué acude al reclamo de un premio literario?

He pasado muchos años en la política, no me he presentado a ningún premio en mi vida y tenía ilusión por este premio que ha ganado gente muy buena, como Pablo García Baena, Luis Rosales. No he podido concurrir ni siquiera al Premio Nacional por ser político y tenía deseos de volver a la normalidad, como competir por un premio.

 

¿Para los jóvenes autores es imprescindible ganar un premio para publicar poesía?

No necesariamente pero sí ayuda, porque las colecciones de poesía no son rentables y se publica por criterios de calidad. Si un poeta aparece de una manera deslumbrante no necesitará ningún padrino, pero, si es un poeta normal, le vendrá muy bien ganar un premio para salir adelante. Las editoriales dan un sentido a la poesía porque son las que criban más la producción poética.

 

ver + Luis Alberto de Cuenca

 

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